Tresfilos Tavares: Inocente criminal?, crimen sin resolver?. Últimos capítulos/ José Luis Facello

SESENTA Y CINCO
El comisario Panzeri exhibía la cara demacrada y una sutura sobre la ceja, una herida superficial anteriormente oculta por los vendajes, pero al percatarse de la presencia de Tavares insinuó una sonrisa después de una semana convaleciente.
La confortable sala, pulcra y olorosa a desinfectante recibía apenas el resplandor del sol, pero suficiente para emblanquecer el lugar artificiosamente. El equipo de aire susurraba vientos imaginarios que habrían atemorizado al paisano Cruz, pero que el astuto comisario adivinando sus pensamientos se encargó de despejar.
_ ¡Estoy mejor que en el Sheraton!T
_ Se ve bien compadre, dijo el detective a modo de complicidad.
El comisario recostado en el respaldo de la cama dejaba entrever el vendaje entre el saco abierto del pijamas, lucía adelgazado y vaya paradoja, mejorado su estado físico. Tavares observó la ridícula imagen del comisario en calzoncillos con una venda elástica en una rodilla, asunto que para el detective no pasó desapercibido.
_ Me jodí los meniscos al caer de la escalera, dijo evocando aquella noche pero sin nombrarla, por cábala o vaya a saber qué. De las heridas de bala no hizo comentario alguno y Tresfilos nada preguntó.
_ ¿Y vos como andás? dijo señalando el brazo inmovilizado.
_ Bien. El lunes empiezo con la rehabilitación.
Los dos hombres sonrieron de modo especial al cruzar la mirada con la percepción de estar increíblemente con vida. Sonreían en silencio, como sobrevivientes a la lluvia de proyectiles azotando el segundo piso del viejo edificio.
_ ¿Cómo salió a fin de cuentas el vigilador?
_ Con algunos magullones pero nada de relevancia, salvo me decía, dar explicaciones una y otra vez al desconforme gerente del supermercado.
_ ¡Qué muchacho!
Las noticias de M&M me dieron por muerto primero, después como sobreviviente al tiroteo ¡y hoy! fíjate, dijo mostrando el diario, me encumbran como un héroe, destacando en recuadro al comisario que tuvo la valentía de enfrenta a la mafia…
¡Anda a confiar en la prensa seria!
_ Bueno compadre, a usted por lo menos lo resucitaron.
En cambio, de mí y menos de Raúl, no se dignaron escribir una línea, como para dar volumen a la noticia de una refriega donde quedamos involucrados más de diez personas y que por azar no produjo una matanza…    
_ ¡Pero en cambio, agregó indignado el comisario, algunos periodistas echaron a volar puras patrañas acerca de los narcos colombianos adueñándose de Montevideo!
Lo único claro, dijo más distendido el comisario, es que el grupete corrupto de I.P. quedó entre rejas a disposición del juez, lo que permite impulsar si hay voluntad del ministro se entiende, la renovación de la institución, incorporando nuevos funcionarios con vocación.  Ver si de una buena vez alcanza para recuperar la moral en cada oficina del departamento…
_ Todo un desafío por delante, dijo un incrédulo Tavares.
_ Pero, yo compadre ya no voy a ser parte…
_ ¿Qué está insinuando comisario?
_ Me llegó el chisme de que el informe médico es terminante, me pasarán a retiro por discapacidad motriz.
_ ¡No puede ser!
_ Así como escuchas. ¡Todo puede ser para una junta de médicos!
Una enfermera se asomó a la puerta diciendo al convaleciente que tenía una visita femenina.
Panzeri me miró sorprendido, refunfuñando mientras se cubría con la sábana.
_ Permiso, dijo Margarita sin poder contener las lágrimas.
(espacio)
Cargaron en la camioneta color a mango algunas vituallas mientras Andy acordaba por teléfono el alquiler de la casita en Shangrilá.
Las mujeres convencieron a Tresfilos de la inutilidad de permanecer en Montevideo.
La oficina de T&C, sin olvidar que oficiaba como vivienda del detective, requería de algunas refacciones después del tiroteo y esto, al solo efecto de dar término anticipado al contrato de alquiler. Se mudaban a otro lugar. Cardozo y su gente ya estaban trabajando en la reparación del pasillo y la oficina, los lugares del asalto final.
Cosas que no se olvidan, cuando creían que todo estaba perdido intervino la policía fiel al comisario y los malvivientes fueron reducidos, en la calle o a pocas cuadras del lugar del tiroteo. Raúl se jugó y en el playón del supermercado inmovilizó, barreta de hierro en mano, a uno de los atacantes hasta que fue apresado por un agente de civil.
De milagro contaron dos muertos y varios heridos.
Para Raúl resultaba curioso que entre los bandidos y policías, la mayoría se amenazaban o puteaban por el apellido o el apodo. Así ocurría porque casi todos se conocían de años de estudios y servicio en las filas de I.P., aunque más tarde al quehacer policial la honestidad o la avaricia los llevó por caminos encontrados.
_ Esta vez gracias a ustedes la mafia ha sufrido un duro golpe, dijo con formalidad el comisario Panzeri,  en tanto agradecía la visita y el arrojo demostrado por el subcomisario Cartagena y sus muchachos.
Los vecinos del edificio paulatinamente regresaban del espanto asistidos por expertos en catástrofes y licenciadas en emergencias psicosociales, salvo una de las hermanas Akerblom que permanecía internada con secuelas de estrés emocional.
En opinión de Tavares, ninguno de ellos merecía a su edad tener como vecinos la oficina de un detective y la sospechosa clientela agregada. Y aunque lo ignorasen, estar vigilados rutinariamente por policías de civil.
Era imperioso mudarse de una buena vez, aceptó Tavares cuando lo hablaron del asunto por primera vez.
La abuela Delia se excusó de acompañarlos, no eran tiempos para dejar la casa sola sentenció, y dio las últimas recomendaciones a Dieguito que mochila al hombro se impacientaba por emprender viaje a la casita de la playa. Después entregó a las chicas un tapper con buñuelos de manzana y les deseó que pasaran de lo mejor. Abrazó a Tresfilos susurrándole al oído que se sentía muy feliz de tenerlo cerca. Y a las chicas, rogándole que lo cuidaran a Dieguito… A los dos, dijo despidiéndose sonriente.
La tarde transcurrió a orillas del mar bajo el sol picante.
Dieguito sintió que resurgían las sensaciones vividas en la excursión a Colonia, cuando su papá lo inició con la sapiencia de los indios a orientarse por el lugar donde se ponía el sol, a divagar observando el cielo nocturno que lo engañaba simulando estrellas flotando sobre el río. Con tristeza recordó las lejanísimas luces de Buenos Aires en medio de la negritud y con embozada alegría esperar la próxima visita de Doris, su mamá.
Su padre y su padrino se habían comportado como superhéroes, le había dicho la abuela Delia cuando rodaron las noticias en la televisión y ahora él, Dieguito Tavares, estaba frente a frente de Tresfilos el mejor papá y detective del mundo, aunque tuviese el brazo con un pañuelo enlazado al cuello.
Andy y Candy trataron de seducirlo comprándole un helado al vendedor ambulante. Las dos eran muy bonitas y buenas… pero no tanto como la seño Eugenia, pensó el niño.
Dieguito fue comisionado para la juntada de leñitas y piñas como garantía de hacer un buen fuego. Candy, que era una famosa bailarina, se encargaría de asar la carne y la maestra Andy de preparar las ensaladas. Mi padre observaba sin ayudar, lo habían malherido pero con mucha más suerte que el padrino.
Tresfilos el detective, observaba taciturno y pensativo.
Cerca de la media noche cada uno asomaba a un nuevo renacimiento, al permanecer juntos sentían que vivir tenía el sentido de trascender al mero sobrevivir, así como la risa y el llanto eran el bálsamo que daba amparo en las horas más difíciles, en ese momento se sentían plenamente felices.
Las cervezas frías y el cigarrito armado pasando de mano en mano ampliaban el estado de la felicidad en una noche apacible y tan sólo escuchaban filtrarse entre los pinos la voz hecha canción de Luciana Mocchi.
Dieguito dormía en una hamaca al amparo del alero.
_ Ayúdenme ustedes, pidió Tresfilos a las mujeres.
Perdí para convertirme en un detective privado por imperio de las circunstancias… Trabajo por encargo, a veces por necesidad oficié en la custodia de un gánster, sin saberlo se entiende. Tanto como ignorar que se trataba de un cambio de favores, un entramado sucio entre míster Harris y los policías corruptos que pretendían ajustar cuentas conmigo.
Cosas del oficio…
También circunstancialmente acepté un acuerdo con el magnate de M&M, sin pruritos porque en los emprendimientos individuales si no trabajas no comes, así acordamos que investigaría por mi cuenta el homicidio de Candela Maizani, cuando todo era una intrigante nebulosa. Un ambiente sofisticado donde todo es legal en apariencia pero entrecruzado por oscuros intereses, digamos personales y corporativos, que fueron evidenciando las pasiones humanas y la codicia a medida que avanzaba la pesquisa.
Tavares cruzó la mirada con Andy y soslayó mencionar el caso del anciano Cruz, aunque de una situación extravagante como un duelo criollo derivara en conocer y amar a la maestra rural, en situaciones y lugares inimaginables como entrañables.
Lo que los cientistas sociales denominan el Uruguay profundo…
Por unos instantes el detective cerró los ojos disfrutando el momento de paz.
Sobre el crimen de Candela llegué a dos resultados importantes. Uno fue descubrir al asesino… y otro no atinar a resolver el asunto de fondo, como ya lo hemos conversado en el apartamento de Candy.
Nada dijo Tavares de las derivaciones que lo interpelaban como ahondar en el conocimiento de sí mismo…
Al nombrarla, el detective no pudo evitar una mirada ensoñadora hacia la muchacha que una vez conoció en El submarino amarillo y que desde entonces no supieron sino amarse, tanto como para salir airosos de algunas rutinas propias del vivir ciudadano.
La vida te da sorpresas… lejanamente en su cabeza resonó el son del panameño.
_ La caracterización de género, decía Andy con el último libro de J. Butler en la mochila, se conformaba con múltiples e intrincados análisis acerca de las mujeres feministas, heterosexuales y occidentales que transitaban, pasadas dos décadas, hacia el amplio y conquistable universo de las mujeres tal cuál quieren ser. Mirarse en el espejo de un mundo nuevo, a sabiendas que el desafío liberador no es el propuesto por las series de girl power en Netflix,  ni el modelo de mujer sugerida por la exquisita publicidad de los cosméticos.
Por lo contrario, a muchas mujeres, sin distinción de edad, las tonifica saber que el lugar y los derechos sociales en disputa vienen antecedidos por los sueños y las luchas de otras mujeres, que ya entonces cuestionaban las imposiciones machistas y el poder a secas. Por ahí leí, decía Andy, que el crisol de las primeras voces y reacciones organizadas por las mujeres disidentes puede situarse en el siglo XIX y aún mucho antes.
Sin embargo, dijo Andy a modo de colofón, la liberación femenina busca otros horizontes que permita superar el arquetipo de mujer urbana, blanca y universitaria.
_ Es largo el camino que nos queda por delante, dijo Ñambi imprevistamente, pero estamos acostumbradas a caminar a como dé lugar…
El detective observó a las dos mujeres tan fieles a sí mismas y tan distintas.
_ Soy un investigador en el campo del delito, continúo ensimismado, y cada mañana al despertar me empeño en ser fiel con lo que creo… Como el boxeador que no acepta una pelea arreglada, le convenga o no a los promotores del negocio, porque primero está el sano orgullo de poder mirar a los ojos de su mujer y sus hijos sin sombra de mentira.
Situaciones que le pasa a un juez de fútbol como a un delegado de fábrica.
Ustedes me entienden.
Investigo a conciencia… pero no juzgo, porque para eso están los jueces.
Las dos mujeres se miraron en silencio, desconociendo a Tresfilos y con la sospecha compartida que el que hablaba no era otro que Raúl, el amigo del super.
_ Pero la justicia como la conocemos, continuó el detective, es un invento que no escapa a la mirada sesgada, a los oídos sordos o la fría retórica de los pobres humanos…
La justicia divina es de otra naturaleza, la gran recopilación de las pasiones y los miedos de la humanidad, dijo soslayando el plano místico cuando ya era tarde, al advertir el gesto de Candy tocando la medalla de la virgencita.
Los hechos ustedes los conocen, veamos las motivaciones que aún con fundamento  atendible derivaron en actos erráticos, repudiables, locuras diría el comisario, hasta el punto de la confusión que llevó al niño rubio a advertir tardíamente un resultado opuesto al imaginado. Cristian reconoció que hizo lo que hizo por amor a su padre, pretendiendo protegerlo y castigarlo, de modo contradictorio y humano pero que a fin de cuentas sólo logró sumir a Saldaña padre en el desconsuelo.
¿Podré vivir con la culpa? se preguntaba el arrepentido muchacho colocándome en el dilema de qué carajo hacer frente a su caso.
De mi parte no podía dejar todo en un limbo, ni apelar a la mentira o el olvido,  porque él era responsable de un crimen. Un crimen que resumía el amor del padre y su propio odio hacia la Maizani, como Cristian me lo hizo saber en nuestras conversaciones, pero tampoco un crimen de género porque fue contra quien quisiese robarle a su padre, si hubiese sido un amor entre hombres igualmente mataría, me confesó apesadumbrado.
Fue un crimen improvisado, un acto que emergió cuando la oportunidad se presentó, alimentado por el proceder a veces inentendible de los adultos, por la impotencia y el larvado rencor de un muchacho de dieciséis, deslumbrado por el ambiente lujoso pero también contaminado de la soberbia circundante al piso trece, dijo Tavares. El azar quiso que la venganza de una mujer enceguecida por el odio no se consumara en contra de  Perdriel el esposo autoritario, sino en el cuerpo de la secretaria.
Candela Maizani fue otra víctima inocente… dijo un Tavares reflexivo.
Las novísimas cámaras de video a las que refiere Cardozo en sus conversaciones, pueden mostrar los rasgos del individuo con increíble fidelidad y cruzarlas en instantes con los datos girados en las redes sociales, hasta el momento de descubrir al sujeto de frente y de perfil pero en la propia desnudez de sus vivencias públicas y privadas.  
Pero los sentimientos y el sentido común de las personas, por ahora, son de nuestra exclusiva pertenencia… Y los sueños, ¿a dónde conduce el vuelo de los jóvenes soñadores si al despertar andan por la vida de traspié en traspié alimentando sueños?
Cristian me dejó sin respuesta como el boxeador de piernas cansadas que mira cuantos segundos faltan para finalizar el round, al decir con escepticismo que en este país el futuro no va más allá de convertirnos en maestros o policías o ladrones.
Es cierto dije yo tardíamente, pero nada muy diferente a lo que ocurre en cientos de países con escasos medios de vida y la emigración más que salida como una condena, apunté entonces en consideración a su punto de vista.
El procedimiento correcto, dijo Tresfilos mientras encendía un cigarrillo, sería informar a Panzeri del asunto y aportar las pruebas, después obtener la orden de detención  en espera del fallo del juez, el trámite que conlleva en los tribunales y la segura condena. Con los atenuantes por falta de antecedentes y el estado alterado que lo llevó a perder la noción de la realidad como para cometer un asesinato.
Y finalmente la internación en un instituto, o un hospital siquiátrico o en la cárcel por largos años.
El encierro sino enloquece mata, escuché comentar a Josualdo el hermano de Raúl y que algo saben del asunto, dijo a las mujeres que lo escuchaban embotadas en sus propios pensamientos.
¿Qué le espera al niño rubio sino la reincidencia en el vicio o el crimen? Sino como el destino fatal para la mayoría de los encarcelados que a su debido tiempo son liberados.
El romano Pilatos, como tantos, se lavó las manos.
No pienso aportar los clavos para crucificar a botijas como Cristian.
Las mujeres tomaron la palabra y sin demasiados rodeos fueron superponiendo miradas, apelando al amor y no al rencor, recordando otros casos semejantes al del niño rubio donde las particularidades del entorno fueron reducidas por las miradas dogmáticas de los jueces y abogados y la extensa jurisprudencia. Ellas dijeron desconfiar de las generalidades de la ley y aportaron casos que se resolvieron de modo vergonzoso, en el país y en el primer mundo. Con el aditamento de ser exacerbado el racismo y la intolerancia, en la voz de la Buendía durante el informativo de M&M al mediodía.  
Para Candy y Andy era más importante dar una nueva oportunidad a los jóvenes arrepentidos, de buena fe, que esperar humana justicia sancionando la más ejemplar de las condenas…
_ Un detective no juzga, reiteró Tresfilos retomando el punto del tema. En memoria de la “chancha” Martínez me comprometo a tirar de la punta del ovillo, para en lo que a mí me toca, contribuir a descubrir y desanudar la trama oculta de la violencia institucional.
(espacio)
Unos días más tarde cuando el verano fenecía mansamente, el comisario Panzeri antes de juntar sus cosas en una caja, entregar el arma reglamentaria y la placa, así como despedirse de sus pares, presentó al departamento correspondiente de I.P. la copiosa documentación de dos expedientes emblemáticos.
Uno referido al esclarecimiento del asesinato del subcomisario Milton Martínez, a los dos sicarios prestos a cruzar la frontera seca, y ahora detenidos a disposición del juez. Y un anexo sobre el estado de la investigación en torno a los instigadores y los responsables intelectuales involucrados a una organización delictiva internacional.
Nada dijo entonces y guardó el secreto exceptuando a su compadre, de juramentarse a que nada lo detendría como policía retirado a investigar por su cuenta la línea de trabajo emprendida por la “chancha” Martínez.
El otro legajo, documentaba la investigación del crimen de la ciudadana argentina Candela Maizani. Más voluminoso que el anterior, acopia en cuatro mil ochocientos cuarenta y dos folios, la documentación versada sobre las actividades portuarias; citas y denuncias de la SIP sobre la libertad de prensa; informes toxicológicos sobre el cianuro y otros venenos mortíferos; testimonios ordenados por orden alfabético de las mil doscientos treinta y siete personas interrogadas en la Torre 4 del W.T.C. entre otros  aportes investigativos de la policía científica.
Entre las constataciones fehacientes de múltiples episodios parciales, contiene la hipótesis del cuarto hombre como autor directo del crimen del piso trece, los probables móviles que lo motivaron y el misterio que perdura. En este contexto y altura de la investigación, el comisario que firma al pie, concluye que a falta de pruebas contundentes es un crimen sin resolver…

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