Pompita pregunta por 10.000 votos Por Juan Raúl Ferreira./ CARAS Y CARETAS


TIAR en Venezuela. Pompita pregunta por 10.000 votos
Un candidato dijo: “La elección es entre los que condenan a Venezuela y los que no”. Me suena que la duda no es Venezuela, sino cómo electoralizar el tema.
De inicio hay algo sospechoso. Los derechos humanos y la ayuda humanitaria, dos temas que tantos medios de difusión consideran fundamentales en Venezuela, ¿no están en crisis en Haití? Es un doble discurso: Haití no importa. ¿Haití no precisa ayuda humanitaria? Si en las manifestaciones en Venezuela se rociara a a la gente con combustible para prenderles fuego, como en Haití, ¿que pasaría? Venezuela tiene el triple de habitantes que Haití, donde ya hay 138 muertos por represión a manifestaciones pacíficas.
La cuestión es: la división, por interés nacional, es entre quienes quieren  una solución pacífica con diálogo a la situación de Venezuela y quienes quieren la intervención yanqui en la región. Detrás de la enorme campaña de “humanitarismo y derechos humanos” se oculta el verdadero tema: los intereses petroleros de EEUU. Haití tiene monocultivo de soja. No importa si los matan a palazos y luego los queman.
Las pruebas sobran: algunos, por interés, marcan al paso de Almagro pidiendo una intervención militar. Otros, en defensa de Venezuela y de la integridad territorial de la región y propia, se oponen. Acá el interés en Venezuela es electoral, lo dijo un candidato clarito. “La elección es entre los que están a favor o en contra de la dictadura en Venezuela”.
Yo no soy candidato, pero le digo que la pregunta es otra. Como uruguayo, la pregunta es: ¿cómo hacemos para asegurar que los venezolanos solucionen -ellos- sus problemas? (Como siempre exigimos para nosotros, aun bajo una feroz dictadura).
Yo fui exiliado e hijo de exiliados. Nuestro orgullo era poder exhibir que no pedíamos la intervención extranjera, sino el cese de la misma para que nosotros pudiéramos solucionar nuestros problemas. Como lo pidió Wilson en el Congreso de EEUU. Así lo escribió en todas las cartas que dirigía al conjunto de la dirigencia del Partido Nacional, vía a Carlos Julio.
Hemos citado en esta columna la contundencia con que cerró su presentación ante los legisladores en EEUU. Para no repetir, busquemos otra cita de ese día: “La Embajada de EEUU [es] agente de relaciones públicas del gobierno uruguayo, difundiendo por el mundo entero falsas informaciones sobre la situación interna, desmintiendo denuncias exactas, y notorias, [diciendo] que no se puede combatir a la subversión sin suprimir la libertad, […] que en Uruguay solo han sido detenidos ‘un centenar de comunistas’, y […] que allí ha mejorado la situación […] de los derechos humanos.”
No hay una sola carta de Wilson a Carlos Julio que no contenga conceptos como el siguiente: “Yo naturalmente que no estoy pidiendo directa ni indirectamente ninguna intervención. Todo mi esfuerzo está volcado a impedir que EEUU siga interviniendo en nuestros asuntos, así le dije al secretario de Estado Warren Christopher: ‘De echar a la dictadura nos ocupamos nosotros. No estén en el medio para impedirlo’” (31/01/78).
La oposición venezolana no tiene la misma actitud que tuvo el exilio uruguayo. Ya no es que no se opone a la intervención, la pide. Y ha encontrado para ello un asesor de marketing para el crimen contra la soberanía territorial latinoamericana: Almagro, a quien Uruguay postuló como secretario general de OEA para defender exactamente los valores contrarios, aquellos fieles a la tradición nacional. Se requiere un carácter muy fuerte, personal y moral, para enfrentar las tentaciones de ser secretario de OEA. Uruguay no debería aspirar a ese cargo. Sus antecesores uruguayos, Mora Otero y Juan C. Blanco (preso), sembraron la mala semilla y fueron interpelados por Wilson (mayo de 1968).
Uruguay tiene una tradición inviolada. El Tratado Inter Americano de Asistencia Recíproca (TIAR) fue usado siempre para dar un marco de apariencia legal a las intervenciones en América Latina. En República Dominicana, en 1965, para evitar el regreso al poder del presidente constitucional Juan Bosch, la OEA aprobó la aplicación del TIAR, después de la invasión yanqui. Simplemente le puso un sello que decía “Legal”. Uruguay presidía el Consejo de Seguridad de ONU y el embajador Carlos M. Velázquez condenó el hecho en un discurso histórico y memorable.
Wilson ganó en 1979 el Premio Centro de Relaciones Exteriores de Londres por su constante lucha contra el TIAR. Los países del Grupo de Lima, con Almagro al frente, anuncian, a través del canciller Faurie (quien procuró -tarea imposible- atenuar el anuncio), que se utilice el TIAR. La oposición traduce: “Queremos TIAR, la invasión.” Si quedaba duda, lo aclara el titular del la “presidencia” designada por Trump, que se opone a lo que Uruguay apoya: diálogo entre venezolanos. “Llegó la hora de la intervención militar.” Ese mismo día aparecieron fotos suyas con narcos colombianos. “Me saco fotos con todos los que me piden”, aclaró.
Ante el silencio del Partido Nacional, distante de los valores en que me formé, sobre el pedido de varios países de aplicar el TIAR, le digo al candidato Luis: no más pompitas. Para la elección, la pregunta que hay que contestar no es la de su agencia de publicidad. Es otra: ¿vamos a aceptar un intento de invasión de EEUU en la región?

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