Más incertidumbres que certezas Por Juan Raúl Ferreira.



Que todos y todas hayan tenido un muy buen año y hayan celebrado el pasaje de uno a otro con alegría y esperanza. La gente simboliza el cambio de año con la renovación de propósitos, sueños
y anhelos. Así fue cuando cambiamos de siglo y de milenio. Esta vez el año que se inicia trae, además, un cambio de rumbo en la gestión de gobierno.
Apenas pasaron las elecciones, no lograron cambiar la retórica de restauración neoliberal tremenda. El candidato Luis no ha dejado atrás su posicionamiento de candidato por el de una investidura que le compromete con todo el país, no solo con su electorado. Parece para muchos, no todos, haber pasado inadvertido que no se ganó por 6 o 7 puntos como se esperaba, sino por 1% y fracción.
Es verdad que algunos miembros del equipo, al tener que enfrentarse con la realidad por encima de la vehemencia de la tribuna, han bajado los decibeles. El futuro presidente del Codicen  (excandidato a vice de Talvi) dijo que su gestión “será la continuidad de la actual”, que siempre hay que construir sobre lo ya hecho y que no hay que esperar ningún cambio de política de fondo. ¿No era que a todo el sistema educativo había que darlo vuelta como una media?
Pocas horas después, el futuro prosecretario de la presidencia, tras haberse reunido con su antecesor, se refirió a los juicios contra el Estado, dijo que todo “ha sido muy correcto y no (ve) motivos para ningún cambio de política al respecto”.
A menos de dos meses de que asuma el nuevo gobierno “Luis multicolor” cabe preguntarse: ¿Hay motivos para sentirse más tranquilos con este cambio de discurso? Yo, a riesgo de sonar pesimista, no creo. Creo sí que enfrentarse a la realidad acota la demagogia. Pero la voluntad “restauradora” va más allá de los colaboradores del gobierno. Más allá del propio Luis. Incluso, más allá de sus socios, sobre algunos de los cuáles, a quienes estuvimos en el Partido Nacional, nos cuesta pensar en ellos como aliados al mismo. Pasa por sus mandantes.
Por eso no podemos medir las expectativas que nos genere el futuro gobierno sin mirar lo que pasa en la región. La voluntad restauradora de un régimen que se hundió solo, y condenó al desempleo y al hambre a las grandes mayorías, concentrando más del 90% de la riqueza en menos del 3% de la población.
Las formas han variado de un lugar al otro. En Bolivia fue un golpe de Estado lisa y llanamente. El presidente contra quien se amotinó la policía y luego las FFAA y los perdedores de las elecciones debió ser evacuado por un avión de las FFAA de México. Toda esa ilegalidad que tiene al pueblo boliviano al borde una guerra civil se ha hecho con el aliento y la bendición del secretario general de la OEA, Luis Almagro.
En Colombia, con el renacer del terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad disfrazados, con la modalidad de “falsos positivos” como allí se les llama. En Chile en un descontrol de Gendarmería, alimentado por el presidente Piñera, contra manifestantes pacíficos. En Brasil, con un juicio político que destituyó sin cargos a la presidenta Rousseff y encarceló a Lula cuando despuntó como preferido en las elecciones que, con su adversario preso, ganó Bolsonaro. En estos días se ha probado la injerencia de la Embajada de EEUU en el proceso judicial. En Ecuador, con un presidente que fue electo con un programa que destrozó desde el inicio de su mandato.
Es en ese contexto y tras el fracaso estrepitoso de Macri, inspirador del modelo Luis, que debemos prepararnos para 5 años en los que no podemos dejar caer los brazos.

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