Tresfilos Tavares / 2 Tavares, Bamberger & Panzeri Consejeros e investigadores.







Uno.
Tresfilos Tavares extrañaba el nuevo lugar.  
Como si la mudanza, convengamos precipitada de la noche a la mañana, pudiese transpolar el clima de la vieja oficina de T&C y el revoltijo característico en su habitación, y trastocar allende la ventana el paisaje de la bahía y el cerro y las grúas pórtico, para finalmente ver al sujeto del espejo mirándolo con el escepticismo de los sobrevivientes.
Montevideo te da sorpresas.
Habían sucedido demasiadas cosas buenas en el edificio de la calle Florida como para aceptar que fuese cosa del pasado, ni menos comprender que ese pequeño lugar en el mundo que abarcaba la pasión y el amor, o la amistad con Cardozo su socio, o con su compadre el comisario Panzeri.
O el trato con los clientes que buscaban respuestas, como esclarecer hechos delictivos poco menos que insólitos.
Como el sonado caso de Candela Maizani, la secretaria ejecutiva envenenada con un bombón sabor a almendras.
Costaba creer cavilaba Tavares, que T&C hubiese terminado así, de manera abrupta, atrincherados con el comisario, espalda con espalda, entre la humareda y los estampidos de las armas.  
La reiterada manifestación de la violencia que como el rizoma de una planta, provenía de la anterior y de otras más, multiplicadas tanto como para irradiar un enviciado estado de cosas. El resonar de los tiros en la noche y el ulular de las sirenas a toda hora, mal que nos pese, ya son parte del paisaje ciudadano.
Un desenlace previsible que a Tavares lo había mantenido en ascuas durante mucho tiempo, exactamente desde que su lugar de víctima en el operativo mieles negras, por azar o vaya a saber qué, dio un giro al inmolar las vidas de dos camaradas, del “gallego” García y de Pedemonte.  
La razón de la condena que pesaba sobre Tavares podía ser explicada, porque algunos muchachos de Inteligencia Paralela se la tenían jurada por no aceptar dinero “extra” ni menos callar por los pactos de silencio.
Aquella vez, la noche cobró otra dimensión, cuando desde la casona inmersa en la neblina se abrió una ventana a la locura para dar comienzo al tiroteo, pero también dejar al descubierto los múltiples intereses en juego, tanto evidentes como solapados, del que emergía el tráfico de drogas, la organización del corso Maurice Le Blanc y los corruptos infiltrados en las filas de I.P.
Considerando también, es justo decirlo, a otros funcionarios que se apegan a la moral de las buenas gentes como Tresfilos Tavares, ex servidor público a las órdenes del comisario retirado Jacinto Panzeri.
Posteriormente al hecho descripto, Tavares igualmente debió pagar por su conducta incorruptible y optó por renunciar al departamento de I.P. aduciendo razones de salud, con la complicidad del comisario Panzeri. El mismo comisario que después de repeler el asalto a la oficina de T&C, sobrevivió a tres disparos en el pecho y pasó a retiro munido de un ascenso, una aceptable jubilación y un bastón de por vida.
Mucho hablaba Jessica Buendía, la veterana periodista de El desatino de la brújula, acerca de la mundanal vorágine de los montevideanos que en número creciente, según los datos de las consultoras fiables, eran atrapados por la espiral del sinsentido cotidiano. Actos inhumanos que se manifestaban sin pudor en la rapiña de cada día, en las barras de las hinchadas  enfrentándose en los estadios; y también la violencia solapada, a la hora de cercenar los sueños y las esperanzas de la gente, embuchada de palabrerío y la contaminada verborragia del anciano ministro.
Para mayor desconsuelo, afirmaba la Buendía, desde el momento que los ciudadanos hemos naturalizando estas manifestaciones perniciosas, creyéndolas sin chistar, como parte constitutiva de nuestra democracia. Para ser claros dijo la mujer, la ciudadanía progresista rechaza cualquier forma de engaño político.
En cambio, para Tresfilos Tavares, detective privado hijo de las circunstancias, las cosas se habían dado de forma tal que corroían hasta el espíritu mejor templado.
El sujeto del espejo después de la afeitada parecía haber salido de la barbarie, sin que ello significase atenuar la impronta de un semipesado ganada en el boxing de don Carlos.
Pero un hecho desgraciado habría de signar su vida como servidor público, cuando en un procedimiento anti mafias, fue tentado por un camarada con una jugosa comisión, que no era otra cosa que al incautar treinta kilos de cocaína estuviesen de acuerdo en declarar quince, comercializarlo por alguna vía de las habituales y posteriormente repartirlo entre los involucrados. Juramentados todos a guardar silencio.
Es algo de sentido común y satisfacer una dosis mínima de ambición, justificaban los muy cínicos, considerando resonados episodios públicos que involucraban a miles de personas de cientos de países y la estafa por millones de dólares de la corporación FIFA.
Los uruguayos contábamos con un peón preso en el tablero del fair play…
La mayor duda del detective era saber si estaba definitivamente fuera del laberinto y las encerronas que implicaron jaquear a la organización criminal de Maurice Le Blanc, salir airosos junto al comisario Panzeri del ataque mafioso a la oficina de T&C y consecuencia principal para mudarse al nuevo lugar.
Mientras, su cabeza todavía no terminaba de asimilar el asesinato de Milton “la chancha” Martínez en la avenida Aparicio Saravia. Lo sorprendía el compromiso de Panzeri respecto a empeñarse en descifrar los cuadernos que guardaba Margarita, en otro de los senderos a desandar, posiblemente circular e inabarcable para un solo investigador. Y la viuda que demandaba no desfallecer en el justiciero intento de conocer la trágica verdad de lo ocurrido al padre de sus hijos.
Ñambi, la bailarina estrella y uno de sus amores, comentó con la lógica de los inmigrantes, que no tiene sentido buscarle sentido al absurdo mundo en que vivimos. En cambio Andy Vallejos, el otro de sus amores, tomando prestada la sugerencia del poeta propuso reflexionar acerca de que del laberinto se sale por arriba.
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En efecto, cavilaba Tresfilos mientras preparaba el café, el crimen acompaña los cambios institucionales, penetra las estructuras sociales y finalmente se impone desde las sombras. Puede parecer absurdo y crece mi creencia de que lo es, por eso resultaría inútil encontrarle una explicación razonable a episodios confusos como el del asesinato de Candela Maizani, la secretaria y amante del capo de M & M, Pedro Prado Perdriel.  Así como otros casos motivados por odios ancestrales, latentes en el país de las cuchillas, como pudo interpretar a partir de investigar un intemporal duelo criollo ocurrido, no hace tanto, en un boliche de la campaña del norte oriental.
Sorbió con placer el café recién filtrado, convengamos se dijo con el ánimo de no perder de vista el bosque, que el odio asociado a las guerras y la avidez por el dinero mueven el mundo, soslayando la condición de un punto de apoyo y una palanca como reclamaba el griego.
En nuestra tierra, bastaba un ignoto fondo de inversión en la agroindustria para satisfacer a los amantes de las divisas, como poner en jaque a las políticas sociales.
¿Pequeños ahorristas italianos o españoles? ¡Já! como si pudiésemos saberlo…
Tresfilos recordó los dibujos de los alumnos de Andy, los trazos enérgicos abarcando la azulada forestación, unas pinceladas de amarillo representando las super máquinas taladoras y puntitos, pocos y dispersos, tantos como los obreros rurales en sus faenas, puntitos personalizados en los padres de Morazán y de González. Y en la agónica espera que denunciaba la situación en las desoladas plantaciones, esperanza asociada a la frustración que se reproducía de igual modo en otros lugares, que estrechaban las posibilidades reales de trabajo, sin horizonte a la vista, en medio de estancias inmensas donde los contados humanos no encarnaban más que la ausencia.
Tresfilos Tavares se sirvió otro café, el asunto de la forestación se lo había contado con lujo de detalles Andy, la maestra rural de la que se enamoró perdidamente, pero recién al viajar a aquellos parajes descubrió los misterios y miserias que se enquistaban en el país de las cuchillas.
Cómo también tuvo aquella vez, recordaba Tavares, la oportunidad de escuchar a un zafrero  de “los sin tierra”, que daba cuenta como las enormes fazendas los empujaban por temporadas al espacio que va del alambrado a la banquina de las rutas paranaenses o del mato grosso; habitaban en un caserío, casas en filas de a una, que se prolongaba a lo largo de cuadras… rozadas por el ruido entre el paso de los camiones cargueros y la riqueza latente de los sembradíos.
El duelo criollo entre don Cruz, el padrino de Andy, y un tal Severo se supo después, fruto del reverdecer en la memoria de viejos enconos de los años sesenta y esa era la rancia venganza entre los dos ancianos, en tanto la botella de caña brasilera hacía el resto, entre la mirada indiferente de los perros y los parroquianos presentes en el club Veteranos de Masoller.
Doy fe que el viejo Cruz es un hombre de bien, de edad incalculable que suele decir en los raptos de nostalgia, que su único crimen fue organizar un sindicato de peones y medianeros. Esa osadía libertaria en aquellos tiempos se lo hacían pagar caro a quién se atreviese a encarar el sagrado reclamo de pan y trabajo, no importaba si hombre o mujer fuesen a dar a la comisaría, con treinta días de encierro y sin nada para fumar.
Y mientras tanto, menos importaba la suerte de los hijos al reguardo de un pariente o una mano amiga mientras durara el correctivo del juez para con los irreductibles.
Tresfilos hizo algunos movimientos de elongación en piernas y brazos como para sentirse vivo, maldiciendo al tiempo porque la torrencial lluvia lo había hecho desistir del trote mañanero por la rambla, en tanto, escuchaba Millones de razones en la voz de lady Gaga.
Pensó que para Candela Maizani no hubo millones de razones para morir, ni siquiera una buena razón porque su asesinato fue el fruto de la sinrazón.  
Para la bella amante y secretaria del magnate de Medios & Medios, lo absurdo de su final llegó con el aroma de las almendras.
¿Por qué se preguntará usted? Porque según las muchachas de científica de I.P. existe cierta simpatía entre el perfume de las almendras y el cianuro, tanto como para percibirse cuando es demasiado tarde, apenas probar un bombón envenenado.
Pero lo fatal para la Maizani no resultó por el medio utilizado para asesinarla sino, como averiguó después, por el entramado de situaciones y percepciones absurdas acerca del amor, de los amores imposibles y del amor de un hijo hacia su padre.
Quizás un día de estos tenga una conversación con Raúl Márquez, el vigilador del super de la calle Florida y un amigo, para saber si a él que se afana en escribir le puedan llegar a interesar el trasfondo de estos asuntos donde el amor roza al espanto.
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Definitivamente extrañaba su nuevo lugar.
La gente de Cardozo de modo encomiable y con bajo presupuesto como se estila, había remodelado el lugar hasta lo irreconocible. Hannah y Panzeri con argumentos amañados habían conseguido firmar con los dueños, dos hermanos vizcaínos tan ancianos como decepcionados del rey, un contrato de alquiler por cinco años con opción a compra.
La amplitud de la antigua panadería posibilitaba diferentes proyectos, tantos como para sacar partido del salón de ventas diseñando tres oficinas y una pequeña recepción con dos sillones. El frente de vidrio que daba a la calle Zelmar Michelini fue cubierto con una lámina autoadhesiva que permitía observar el exterior pero no de modo inverso.
Cuestiones de seguridad, arguyó su socio Cardozo, todavía traumatizado por el ataque a la vieja oficina no dudó en instalar una cámara cenital que con ojo avizor observara la vereda y los alrededores, noche y día, los trecientos sesenta y cinco días del año. Una argucia de los publicistas sobre la seguridad ciudadana…
Por un portón secundario se entraba a la abandonada cuadra de la panadería donde los albañiles quitaron algunas chapas del techo y restauraron el patio adoquinado donde antes se acopiaba la leña y el forraje. Al fondo del lote, hubo lugar para la construcción de un diminuto apartamento que alojara a Tresfilos Tavares. Provisoriamente se había acomodado en una pensión de la calle Joaquín Requena.
El taimado de Panzeri había dejado entrever en voz baja, que si algo lo preocupaba a Cardozo de la nueva situación, eran los movimientos de Hannah su mujer desde que ésta ocupara su lugar en la renovada sociedad  T.B.&P.
<Tavares, Bamberger & Panzeri, Consejeros e Investigadores> fue después de algunos cabildeos la manera de presentar la agencia privada en el sitio web.
Tresfilos cayó en cuenta que más que extrañar, se sentía perdido entre los fantasmas que atisbaban por los rincones de la vieja panadería. La compañía de Malevo hacía las cosas más llevaderas. Un buen perro mestizo regalo de Andy.
En eso estaba, fumando un cigarrillo en el remozado patio donde en tiempos pasados estacionaban un carretón y el sulky del reparto, cuando una musiquita lo advertía de un llamado en su celular.
El detective observó en la pantalla el número desconocido.
_ Tavares, Bamberger y Panzeri, consejeros e investigadores, respondió.
_ …
_ ¿Hola?
_ …
_ ¿Hola? ¿Quién habla?
_ Señor… mi niña hace tres días que está desaparecida.
_ …
_ …
_ La entiendo señora… ¿Su nombre?
_ Eva… soy la madre… por favor, necesito la ayuda de ustedes.

***

En el último recreo Vale, Loli y Cintia estuvieron fantaseando por los rincones después de despejar algunas incógnitas que implicaba si ir o no ir el sábado al cumpleaños de Beti; por lo pronto Beti tenía un hermano desconocido para ellas, Nahuel, el que despertaba lógica curiosidad entre las amigas, pero ese no era el punto.
Los últimos mensajes de Beti potenciaban las expectativas de diversión asegurada. <chicas son 6 las invitac. confir y decidir de una vez> fue el mensaje que insinuaba un grupo de unas nueve o diez personas, donde cuatro de ellas serían chicos, contando al hermano de Beti, a un primo hermano y a los mellizos Gadea. Chicos tan lindos como estúpidos que no paraban de inventar cada día algo para que no los confundiéramos a uno del otro.
Los mellizos Gadea creían que la elección de ropa que los diferenciara o el modo de peinarse, por sí solo bastase para minimizar el dejo gangoso en la voz o la postura altiva que compartían frente a los demás. Alguien les había sugerido hacerse un tatoo y de ese modo saldar el asunto definitivamente, porque de lo contrario nombrar a Dalmiro o Palmiro además de lo confuso era una pérdida de tiempo.
Cuando le preguntamos a Beti  porqué había invitado a los Gadea a su cumple quince, la respuesta fue inmediata <amo a uno de los melli. pero es un secre.>
<Allí estares> fue nuestra respuesta, con la duda de que ella pudiese identificar a uno de dos, con la posibilidad de acertar en un cincuenta por ciento y con el riesgo latente de enamorarse indistintamente de los dos mellizos, como para vivir en un crónico estado de desasosiego.
A veces, nos preguntábamos si serían tarados sin más o tendrían algún trastorno de personalidad como ocurría con la señorita Rita, la bedel que la mayoría de las veces tomaba la planilla de asistencia equivocada o fumaba a escondidas en el baño de hombres.
Todo cambia chicas y las mujeres vamos primeras aquí y en todas partes, dijo Cintia. Para mí, la señorita Rita es una transgresora que sabe bien lo que no quiere en su vida y eso está bien ¿no? Pero lo que se dice no pasa de chismes y comentarios maliciosos, en particular la difaman porque fuma marihuana o en el recreo de diez y media se esconde en los baños a mirar a los chicos. Pero ella es en exceso formal de puro recatada, y que se sepa no acosa a ningún estudiante, varón o mujer, salvo lo que trasunta en la mirada libidinosa.
Pero, interrogó Loli sintiendo lo confuso del asunto ¿qué clase de mujer es esa?
Se comporta como la vieja que es, intervino Vale, para mí es una buena persona y no olviden que ella asumió haber cumplido treinta y ocho.
Eso de comportarse de modo extraño o ridículo son cosas de gente rara que debemos evitar, agregó Loli entre risitas histéricas, porque el juicio lo había escuchado en la casa. Su madre, no le perdonaba al padre que los sábados jamás estuviese dispuesto, con razón o sin ella, a acompañarla a las reuniones con el pastor Jeremías Dos Santos y su esposa Rosa.
Para mí, trató Loli de justificar lo que pasa cada sábado en casa  no tiene nada de extraño, porque cada persona tiene derecho a pensar como se le da la gana… Pero los dogmas son los dogmas y debemos resignarnos a obedecer sus mandatos, reafirma mi madre.
O desestimarlos, apuntó Vale. ¿Todavía no vieron Adiós Lenin?
¿De qué estás hablando? preguntó Loli con extrañeza.
De una peli sobre la caída del muro y los alemanes orientales, respondió.
Volvamos a lo nuestro, para mí dijo Cintia, la rareza de los mellizos se manifiesta sin medias tintas en el cariño por las mascotas y el desprecio inversamente proporcional por las personas. Con eso, además de herir a los demás se ganan el rechazo de toda la clase, salvo claro está, de parte de Beti la chica enamorada.
Faltaban tres días para llegar al sábado y todavía quedaban por resolver asuntos impostergables como conseguir prestado un poco de dinero, comprar algunas prendas de vestir, reservar un turno en lo de Mary para los cortes, rapados y teñidos acordes al evento, reunirse previo al cumple para finiquitar el maquillaje e improvisar con las chicas todo lo necesario vía whatsapp.
En principio, Loli, Vale y Cintia acordaron que lo mejor era viajar juntas en el 109 hasta la torre GH-57 donde vive la familia de Beti.
Estaba todo bien, pero no dejaban de lado aunque quisieran, las leyendas que durante años daban cuenta de hechos, calificados de paranormales, ocurridos en alguno de los edificios en las alturas de Malvín.
Desde tiempos del virrey Francisco Javier de Elio, el camino al Este era un atajo tomado por los contrabandistas, que triangulaban con sus embarcaciones los puertos de Maldonado y  Montevideo, empleando pequeñas naves capaces de sortear los bloqueos y comunicar el este de la provincia oriental con las costas argentinas.
Aquel trillo alimentó el contrabando al paso lerdo de los carros o la cabalgata atropellada de los perseguidos por la ley.
En los bares aledaños al remozado camino Carrasco, en Veracierto y las torres, en las cercanías de la Iglesia de la Cruz y más allá en el Paso de Carrasco, todavía se escucha la leyenda de un joven blandengue que se fugó llevando en ancas a la bella mujer de un Coronel, y después de largas horas y reiterados rodeos a campo abierto logró despistar a sus perseguidores, y a poco, cruzando arroyos desaparecer con su amada al adentrarse en los inhóspitos bañados.
De boca en boca, las leyendas proliferaban entre gente analfabeta a partir de las historias sangrientas al paso de los invasores portugueses, o de los desertores de los ejércitos regulares, o del gauchaje que hacía justicia por mano propia.
No viene al caso hacer nombres, decía un anciano asiduo parroquiano del bar La bomba, aquellos hombres y mujeres rebeldes merecen un lugar en la memoria porque no hay mote, apellido o palabras para ensalzar la entereza demostrada por un gran amor o la mera sobrevivencia ante las injusticias.
Esas eran las leyendas que metían miedo desde lo profundo del inconsciente entre los vecinos de las torres enclavadas en las alturas de Malvín y que persisten, como la caída de una gota de agua, en el informativo de las diez conducido por Jessica Buendía.

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