Bulos, bolas y balas Luciano G. Egido / Revista CTXT

 24/04/2020

PEDRIPOL
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La miseria moral de la derecha española, que lleva más de doscientos años degradando la vida nacional, no se para en barras y sigue campando a su aire como si tal cosa. Nada la detiene, nada la hace reflexionar, nada parece importarle. Sigue su discurso irracional, antihistórico y antisocial. Torpe. La dramática situación actual, con esa pandemia global amenazante, que afecta no solo a los intereses de todos, pobres y ricos, sino a la vida misma de todos los habitantes de la tierra, con la muerte como horizonte diario y sin escapatoria, podría haber hecho entrar en razón a esa derecha, encastillada en sus viejas ideas y sus viejas tácticas de supervivencia. Es el momento para la exaltación y puesta en práctica de los mejores valores de la humanidad, como la solidaridad, el perdón o el sacrificio de los intereses particulares, en aras del amor universal, que, por supuesto y en vista de su actitud, les debe sonar a milonga cursi, para uso de subnormales. La falta de colaboración con el Gobierno, que están demostrando estos días, con sus constantes críticas y el lanzamiento de bulos denigrantes, con el anonimato de los cobardes, los califica y los define, los acusa y los desnuda. Aprovechan todas las oportunidades para ensuciar la convivencia social, por aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, y le echan leña al fuego, para mantener viva la tensión política, incluso en circunstancias tan excepcionales, como las que estamos viviendo. Ni siquiera el coronavirus ha logrado humanizarlos. Ahora su objetivo es desacreditar al Gobierno, legítimamente constituido y apoyado por una mayoría parlamentaria, que traduce la existencia de una mayoría social de apoyo y confianza. No sé si el Gobierno podía hacerlo mejor, pero, en principio, no dudo de su buena voluntad y de sus deseos de acertar en sus decisiones. La campaña de mentiras, para atacar al Gobierno, que gestiona la crisis, como mejor puede, entre los muchos intereses contradictorios en juego, es vergonzosa. No les importa que la población ya esté aterrada de por sí con el desarrollo de la pandemia, que se sigue cobrando sus víctimas diarias, con su ciega propagación. No les importa que, como se está demostrando, el Gobierno se esfuerce por hacerlo bien, con medidas de alivio y contención de la tragedia, en medio de las confusas noticias de todos los días. No les importa que las urgentes medidas gubernamentales hayan empezado a dar sus frutos, disminuyendo el número de víctimas, aumentando el número de curados y bajando la lista de los afectados, hasta vislumbrar el final del drama. No les importa nada de nada y siguen lanzando mentiras, a los cuatro vientos, según su axioma de “miente que algo queda” e “insulta que alguien se lo cree”, siguiendo la escuela de su correligionario, Goebels, el ministro nazi de Propaganda, que decía que “una mentira, repetida muchas veces, acaba siendo verdad”. En la ultraderecha, heredera de la joseantoniana dialéctica de las pistolas, se extrema la violencia verbal, con contundencia de arma de fuego, para llamar al Gobierno, “asesino”.

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