Tresfilos Tabares / Cap 3. Por José Luis Facello




Día tres, 20 P.M.

_ Estese tranquila señora y empecemos por el principio, dijo Tavares invitando a Eva a rememorar un asunto que la mantenía desde hacía tres días sumida en el dolor y el llanto.
_ No sé qué puedo decir a lo ya dicho en la comisaria.
La mudez momentánea anticipaba el sentimiento aciago que atenazaba a la mujer, abatida por la impotencia de desconocer el paradero de su niña.
_ Vale fue con las compañeras del liceo al cumpleaños de Beti, esa tarde varias chicas habían reservado turno en lo de Mary, ustedes saben cómo trabajan los sábados las peluqueras… dijo buscando la mirada comprensiva de la otra mujer.
Allí estuvieron durante horas para después ir a vestirse a la casa de una de las chicas. Imagínese, dijo mirando a Hannah, las grandes ilusiones con las que viven las chicas de hoy. De la nada hacen un motivo para pasarla bien.
Hannah sonrió y se disculpó un momento para regresar a poco con café y sobrecitos de edulcorante y azúcar.
_ No sé si ustedes me entienden, dijo Eva de modo desabrido.
Panzeri, el comisario retirado, frotándose las manos y sin levantar los ojos, con sumo tacto preguntó a la mujer cuando fue la última vez que había visto o tenido noticias de Valeria. 
La pregunta del ex policía fue un golpe a los sentidos de Eva desde el momento que todo había sido trastocado. La sorpresa de la mañana al escuchar la voz de la mamá de Beti en el teléfono y de inmediato el espanto de no saber, remover cosas inimaginables y perversas que hacían de las mujeres, sin importar la edad, las víctimas de crímenes que en cuestión de horas son  primicia en el informativo de Jessica Buendía.
_ Vale salió de casa en compañía de Loli que pasó a buscarla después del mediodía, dijo Eva con lágrimas en los ojos, ese sábado fue la última vez que vi a mi niña…
Tavares miró a Hannah enviando una señal de auxilio, quería escapar porque no estaba preparado para situaciones como esta. Lo suyo era el seguimiento por las calles montevideanas de una pista que permitiese deducir algo de lo oculto en las sombras, fuese un sótano enclavado como escondrijo de un criminal o una luminosa oficina donde se realizaban estafas millonarias en múltiples operaciones virtuales.
_ Vale me envió un mensaje, Eva carraspeó aclarando la voz, cuando llegaron a la casa de Betiana, decían estar felices y contentas…
_ Tu niña debe de estar esperando, seguramente muy asustada pero bien, porque ella sabe que tiene una mamá que la quiere y la cuida.
Eva, prosiguió Hannah mirándola a los ojos, estamos con vos para ayudarte en esto… tu esperanza y la nuestra es compartida… para que Vale vuelva pronto a casa.
Eva se mordió el labio y recompuso al oír las palabras de la otra, a la que creía, una mujer policía.
_ Decía que Vale salió después del mediodía para juntas ir, la mujer hizo una pausa y tomar aire con visible esfuerzo, a la peluquería de Mary…
Después al anochecer recibí el llamado de otra mamá… ella alcanzó a decir que el padre de una de las chicas las pasaría a buscar y para mayor tranquilidad las llevaría de regreso a casa… Hasta que…
Un halo de aire silenció todo en derredor de modo perturbador.
El tic tac del reloj de pared cesó, el ronroneo del calefactor se apagó y el siseo de la cafetera eléctrica dejó de escucharse como si la tensión de la frase interrumpida alcanzase para detener el tiempo. De un tiempo, si se quiere paranormal, que desdoblaba las horas por venir de modo inquietante para los investigadores de T.B.&P.
Situación que no atinaba a advertir la madre de la niña desaparecida, desde que hacía ya tres días no salía del estupor y la congoja. 
_ ¿Qué quiere decirnos señora? dijo Tavares cortando el incómodo silencio.
Hannah y Panzeri sumaron su expectación al crucial momento desatado por el testimonio inconcluso de Eva y la pregunta de Tresfilos.
_ Digo pero no es mucho más, porque la voz de la madre de la chica que no recuerdo, se interrumpió bruscamente en el momento que la ciudad quedó a oscuras.
Tavares recordó el insólito corte de energía eléctrica con epicentro en la provincia argentina de Entre Ríos y cuyos efectos se expandieron de modo instantáneo por nuestro país y los estados del sur de Brasil.
El vertiginoso caos se impuso con la oscuridad total, trastocando el movimiento en parálisis y la confianza en desasosiego por toda la región sudamericana. 
No valieron las escusas de las empresas en boca de sus gerentes ni el calculado silencio del ministro argentino, como tampoco las explicaciones de que las diversas fuentes de producción eléctrica, las represas hidroeléctricas o los molinos eólicos, las plantas nucleares o térmicas bastasen por si solas para impedir el desaguisado histórico de junio.
Los informes posteriores de Jessica Buendía y otras agencias de noticias, resumieron todo en la falta de mantenimiento de las redes de distribución de alto voltaje y el episodio que alteró la interconexión, de hecho, el fenomenal corte de luz en el vasto territorio argentino y las regiones adyacentes, tendrían consecuencias económicas y sociales difíciles de cuantificar, concluían los sofocados voceros oficiales.
Con el daño colateral, calculó el detective, de la desaparición de Valeria en esa noche voraz…  
_ ¿Y después? Después cuando se hizo de día, empezamos en un ir y venir por las casas de los familiares… sin obtener nada que no fuera acrecentar la angustia. Las chicas y los chicos de cuarto año tardaron en reaccionar por la mudez de los teléfonos, pero a tiempo unos se movilizaron en autos y motocicletas recorriendo las casas de la amigas, mientras otras pegaban fotocopias en los alrededores de Camino Carrasco y Veracierto advirtiendo: Valeria, Vale está DESAPARECIDA Si habían visto a la chiquilina de la foto, pelo castaño con mechones verdes y rojos, de catorce años, por favor llamar al 911 o a Missing Children o a los teléfonos celulares que siguen.
Sin energía eléctrica las comunicaciones retrocedieron a los tiempos de la colonia.
Muchos montevideanos creyeron enloquecer o fueron presa del pánico en los pasillos de los hospitales. Otros se amaron con la complicidad de la oscuridad.
Transcurridas unas horas ¿cómo pedir ayuda para obtener un vaso de agua viviendo en los pisos altos? ¿Qué hacer en una parada de ómnibus con la ciudad en tinieblas? ¿Dónde encontrar un taxista con agallas para levantar un pasajero en medio de la nada?
Pura retórica, filosofía rapera de una realidad fantasmal, reflexionó el detective en la comodidad de la oficina.
_ Por si fuera poco, dijo la madre secándose las lágrimas, cuando una de las chicas llegó a la casa de Shaira se encontró con los familiares desesperados… el padre que salió por la noche en busca de las chicas a la torre de las alturas de Malvín, no llegó al lugar ni daba al día siguiente señales de vida… Buscaron la vieja utilitaria, una Fiat Fiorino, roja, en el supuesto trayecto entre la casa y el complejo de viviendas sin obtener nada. Preguntaron en los bares y pizzerías pero nadie recordaba nada y menos visto en la oscuridad. La madre de Shaira, por su parte intentó repetidas veces dar aviso al 911… Pero la grabación respondía que las líneas estaban colapsadas o no había sistema… que volviera a intentarlo más tarde.
A diferencia de Tavares, Panzeri sin perder una palabra del entrecortado testimonio de Eva, cavilaba sobre el padre en cuestión, mientras anotaba: pedir datos del padre de Shaira. ¿Quién es el padre que se comprometió a retirar a las chicas y llevarlas casa por casa al finalizar el cumpleaños?
Según Serena, comentaría Eva, acordaron no esperar a ciegas y media hora después del corte de luz, Lalo el marido, se fue en el coche en busca de las chicas.
Hannah sirvió más café en momentos que la tensión fue cediendo hasta recuperar los pequeños gestos cotidianos. Por un momento las dos mujeres se tomaron de las manos, sin necesidad de palabras, como una reafirmación de la confianza que estaban profesando.
Eva insistió en lo ya dicho, no tenía dinero para pagarles. Hannah respondió con que se despreocupara de eso y pusiese toda la energía en encontrar a Vale.
Panzeri aprovechó el intervalo y fue hasta el viejo patio a fumar en pipa, un momento único que lo ayudaría a interpretar una situación, que a falta de datos se tornaba difusa e incomprensible. Lo cierto era que había dos personas desaparecidas durante el apagón… pero eso en esta profesión, no es demasiado raro.
El caso de Valeria podría inscribirse en el escape de una jovencita y su novio, o sintiéndose protegida con alguien de su confianza. O en un secuestro… con el único objeto de un ataque sexual… o peor, ser atrapada por la de trata.
Pero surgían preguntas a responder. ¿Y si la muchachita estaba en shock, por el miedo o el consumo excesivo de alcohol o drogas? ¿Extraviada en el laberinto infinito de los pasillos y escaleras normalmente en penumbras, desorientada en los ascensores o en los requiebres de una urbanización gigantesca?
Anotaría en el block, 1) Averiguar sobre el perfil social de Valeria, lista de amistades y antecedentes policiales si los hubiera. 2) Indagar sobre quién es el padre de Shaira, que continúa sin dar señales de vida. 3) Hacer un llamado a los muchachos de I.P. para saber si tienen conocimiento del asunto.
Por ser el primer caso, resultaba un verdadero desafío para el equipo de T.B.&P.

***

Lucían extravagantes y eso las hacía sentirse muy felices.
Los pasajeros del 109 dividían sus miradas entre la simpatía y la indiferencia, unos con cierta envidia al clima festivo que provocaban las chicas por el modo de vestir, los peinados y rapados de moda y en particular el desenfado al hablar; otros, que al observarlas cayeron en cuenta de sentirse acuciados por arcanos silencios, inexplicables, aparentaban indiferencia y la mayoría, quienes regresaban del trabajo, dormitaban sin prejuicio ni escrúpulo alguno.
Ellas iban despreocupadas, conversando de todo y de nada, riéndose con desparpajo del mundo, con la tranquilidad de saber que Loli conocía el recorrido del ómnibus porque solía visitar a sus primas que vivían en Monterrey.
Desde enero algo se había apoderado de la mente de Loli como para desalentar la visita a la casa de sus primas y la tía Amelia. Aquel mes de enero, en el mismo día, tres adolescentes habían sido asesinados en tres barrios montevideanos pero en circunstancias tan distintas como confusas, lo único en común habían sido los disparos seguidos de la muerte. Tres muertes y una de las víctimas vecino del barrio Monterrey.
Ese era el hecho trágico y público, al que Jessica Buendía durante tres días consecutivos dedicó sus comentarios infalibles en el informativo de las nueve, pero que a Loli había afectado de modo notable, porque era la primera vez que la muerte de un chico de su edad irrumpía ante sí interponiendo el rostro descarnado de la violencia.
La primera vez que escuchó algo con la debida atención tendría once o doce años, no recordaba bien, pero sí recuerda que en su cabeza quedó grabada como un tatuaje inextinguible la canción de la murga, canción brutal e inquietante acerca de las palabras sin retorno y las disputas demenciales que a menudo se pagaban con la vida. El último enero se había cobrado la vida de tres adolescentes, y eso retumbaba en la cabeza de Loli hermosamente rapada a un costado para lucirse en el cumple de Beti.
El comentario, desagradable y triste a la vez, lo escuchó de su trastornado abuelo empecinado en insistir que la historia se repetía, y otra vez los padres sepultaban a sus hijos… Estaba harta del abuelo y su pasado, de su casa y de todos… menos de sus amigas, porque juntas buscaban un sentido a la medida de sus vidas.
Y ahora allá iban felices a la casa de Beti, chispeantes, después de beber dos latas de Red Bull, la bebida energizante previa y necesaria a cualquier reunión festiva. Vale reconoció que sentía cierta curiosidad por conocer al hermano de Beti. Lo único que habían conseguido arrancarle a su amiga eran apenas dos cosas, que se llamaba Nahuel y había nacido con el milenio, tenía diecinueve años.
Esa vez Shaira había sonreído, ella también tenía un hermano de esa edad y el nombre empezaba casualmente con la letra ene, Nahitan.
Ella y Nahitan habían nacido en Francia, de padres migrantes que volvieron en el año 2014 arrepentidos como consumados pecadores, regresaron como un acto de extrañamiento a nuestra tierra y no se arrepintieron por apostar a un futuro diferente, que a fin de cuentas, no pasaba de una chance que la mayoría de las veces se diluía en puras palabras…
Cuando los padres de Shaira subieron al avión de Air France lo hicieron con ilusiones y unas monedas en los bolsillos. Pasada una década, al regresar contaron los escasos ahorros y saborearon el sabor agridulce de que todo había sido diferente a lo imaginado.
Tomaron aliento para recomenzar, acompañados por un adolecente afrancesado e ir al reencuentro de una niña de diez al cuidado de la abuela y a la que apenas conocían…
Nada era lo que decían de todo, ni en la tierra ni el cielo.
Los euros que ahorraron durante catorce años les alcanzo para el vuelo de regreso, comprar el apartamento sobre la calle Mentana y la Fiorino usada.
La enfermedad que acuciaba a mis padres decía Shaira, no era la realidad sino mentir sobre la mentira al modo de los gobiernos. Al volver, más que el derrotismo los afectaba la constatación de que los escollos eran los de siempre, los tropiezos en cada emprendimiento una costumbre viciosa que desesperaba. El trabajo escaseaba y la fobia que muchos padecían era el escepticismo…
Nunca nos esforzamos y trabajamos tanto por tan poco, decían con amargor.
Maldecían al país como hacen los inmigrantes cuando echan buenas…
Mentían para sobrevivir… pero hoy a los cuarenta, los hacía sentir viejos.
Por eso su padre hace lo que hace…
Para Shaira la realidad misma, su realidad, era dislocada.
Había nacido como su hermano en Lille, una ciudad cercana a la frontera con Bélgica y no lejos de Paris, el lugar donde trabajaban sus padres. Pero por algún motivo desconocido su nacionalidad permanecía ignorada para los demás. A los tres meses de nacer, la abuela Martina viajó y la trajo de regreso, con amor de madre la cuidó hasta la edad de diez años, el momento esperado en que la familia se reunificó. La realidad desencajada de Shaira hizo que en los primeros años ella reconociese las caricias y el perfume de la abuela Martina más que el calor de los senos maternos;  confundiera a la ciudad de Lille con Pando donde vivían con la tía Clara y menos entendía cuando la abuela le habló de mudarse a Montevideo al regresar la familia que no conocía.
La respuesta prosaica que su llorosa madre le dio a la vuelta de diez años, fue que los patrones dueños de la finca, no admitían personal con más de un hijo. La disyuntiva estuvo latente durante todo el embarazo, y no podía conformar a nadie, regresaban a los precarios días de juventud o se quedaban con un hijo trabajando en la finca. Eso fue todo y en efecto, no conformó a nadie porque si había otras opciones no lo vieron entonces…
_ ¡Chiquilinas ya llegamos! gritó Loli dispuesta a bajar del ómnibus.
Al pie de las torres, semejantes a los amenazantes molinos del paisaje manchego, por primera vez las chicas se sintieron intimidadas por la urbanización, y sin más, decidieron hacer un llamado a Beti apenas llegar al pie de la torre GH-57.

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