Séptimo día.
A siete días de la desaparición de la adolescente en las alturas de Malvín, Jessica Buendía produjo un resumen del estado de cosas. Evocó otro caso para situar en contexto el acoso a las mujeres, mencionando el asesinato de una jovencita que conmovió a la playa de Valizas y más confundió a la policía y a los medios enredados entre sospechosos apresados y luego liberados, con la elucubración de hipótesis que se diluían como la línea del horizonte en días soleados.
El preámbulo de la Buendía obedecía a que poco y nada se había avanzado en la investigación del caso de la desaparición de una adolescente en una noche sin luz…
Terminado el informativo de las nueve, en las redes sociales comenzaron las cadenas de oración.
A última hora de la tarde del lunes, la mujer y los dos hombres se reunieron sin decir más visto que al séptimo día poco era lo que tenían entre manos. Tanto ellos en la oficina de T.B.&P.; como los funcionarios de I.P. según se desprendía de la voz confidencial de los antiguos camaradas del ex comisario Panzeri.
Para no distraer las fuerzas disponibles, la P.U.M. pidió suspender el fútbol, pero ante la negativa de los dirigentes sentó precedente, al estilo de los argentinos, de jugar los partidos en los estadios con las tribunas vacías. La televisión por cable garantizaba la difusión de los partidos y el éxito del negocio más allá de cualquier anomalía.
La Policía Urbana de Montevideo fue ridiculizada por los amantes del fútbol, en tanto el ministro formó una comisión tripartita, con la misión de expedirse de modo urgente antes la posibilidad de una crisis de gobernabilidad.
_ La parte y el todo, dijo al respecto Hannah con reminiscencias de las lecturas de Heisenberg, pero con ánimo de fortalecer el ánimo de sus pares en una investigación que se ramificaba como un leñoso árbol.
Un caso del que sólo especulaban acerca de la desaparición de una jovencita, porque carecían de prueba alguna ni pista firme que ayudara a despejar el misterio de lo que realmente había ocurrido.
_ A T,B&P. lo que los tres mosqueteros, sugirió Panzeri mientras traía el café, en el sentido de mancomunar perspicacia y trabajo duro.
Tavares escuchó los comentarios pero no atinó a decir nada.
Raúl el vigilador, un lector escapista a las rutinas del turno noche, después de compartir una lata de cerveza solía despacharse con que, el propio lenguaje tiene su principio de incertidumbre… tanto como los emprendimientos caprichosos.
El detective recordaba esa vez haberlo mirado sin entender e ir por otras cervezas, no aceptaba fácilmente desperdiciar una noche de verano regalada con la brisa de la bahía.
Me trae el recuerdo a los cartógrafos de Borges, había dicho Raúl, quienes intentaron precisar cada punto de su mapa a escala real, para luego ante la inutilidad manifiesta terminaron por arrumbarlos en el olvido de las cosas infinitas… reducido a trozos de papiros y cenizas sobrevolando en las tormentas del desierto.
Cuando el detective recuperó la noción de tiempo y lugar, los otros dos lo miraban entre la curiosidad y la expectativa.
_ ¿Todo bien? preguntó la mujer restableciendo el espíritu de grupo.
_ Disculpen la distracción. ¿En qué estábamos?
_ Esperando datos nuevos Tresfilos, acotó el viejo comisario.
_ Sí, el informe… les pido dejarlo para después.
Tavares sorbió el café, repudiando al silencio como el vaticinio de cosas fuleras, en particular a sus movimientos del sábado por las alturas de Malvín y el bajo de la cañada.
La mujer miró al comisario retirado buscando una seña como acostumbran los jugadores de truco. Lo conocía bien a Tresfilos porque la sociedad con su esposo en T&C había conjugado el trabajo con la amistad, y conocía del detective los relatos fluidos como la imaginación desaforada que muchas veces la había conducido al deslumbramiento como para asomarse al precipicio.
Por Tresfilos sentía una atracción difícil de esbozar en pocas palabras, porque la personalidad del detective desbordaba los alcances de la amistad. 
_ Les cuento, dijo la mujer tratando de distender el momento, que estuve en dos lugares donde las chicas amigas de Valeria se manifiestan libremente, el liceo donde estudian y la plaza que las cobija habitualmente y donde se permiten conversar de sus cosas.
_ Cosas muy de las mujeres, dijo Panzeri y con la sensación tardía de que no aportaba nada, guardó silencio.
_ De la breve conversación con la directora y una profesora me hice a la idea que ellas tienen de Valeria; descripta como una chica de su tiempo, comunicativa, sin novio conocido y que no consume. Como estudiante promedia con la mayoría del común, sin demasiados brillos ni opacidades.
En el liceo, profesores y alumnado están conmovidos porque no imaginaban que a alguien de los suyos pudiese pasarle semejante cosa.
Otras cosas desgraciadas se han naturalizado entre nosotros, ustedes saben… había dicho la directora Campo Dónico, pero la desaparición de una estudiante, menor de edad, o de cualquier otra persona sin indicios de haber realizado un viaje de imprevisto, o de alguien que padece una enfermedad mental, es raro que desaparezca así como así, no lo entendemos, es muy raro.
No quise comunicarme con Eva por un aspecto que no parece importante, pero el dato es que el padre de Valeria no participa ni acompaña a Valeria en nada relacionado con el liceo.
Entonces, recién caí en cuenta que Eva vino sola a pedirnos ayuda…
_ ¿Alguna otra cosa que te llamara la atención? preguntó Panzeri.
Hannah trató de ordenar sus ideas, percibía que no estaba ducha en el ejercicio veloz de intercambiar preguntas y respuestas, un método propio de estafadores o abogados; lo suyo era contextualizar y definir un sujeto principal para no confundirse con perspectivas que no eran tales.
_ Cuando terminó el turno mañana, continuó la mujer, me dirigí al lugar que frecuentaban las compañeras de Valeria. Las encontré a poco de caminar en una plaza acogedora, muy de barrio, dijo Hannah como detalle de color. La reticencia a hablar se allanó en parte porque una de ellas, Cintia, me había reconocido al salir con la profesora de educación física de la sala de maestros. Después de un rato la charla se hizo más amigable aunque se advertía el temor pintado en sus caras y raptos de desconfianza propio de la adolescencia.
En síntesis, ellas coincidieron al decir que el clima del cumpleaños iba in crescendo, se divertían y daban rienda suelta a las cosas de su edad, miradas intrigantes o apasionadas iban y venían, decires estrafalarios en medio de la música o palabras encriptadas que sólo comparten los muy jóvenes reinventando el lenguaje de modo permanente.
_ No sólo ellas, interpuso Tavares, también se escucha entre cafiolos y malandras.
_ En efecto, dijo Hannah aprobando la observación de Tresfilos, invenciones que se introducen en las comunicaciones interpersonales, de uso tan común como extendido…
_ Me parece escuchar a los espías… o las conversaciones desopilantes de la película aquella… titubeó Panzeri, si mal no recuerdo La naranja… no sé qué.
_ La naranja mecánica.
Una postal de los jóvenes marginales, hijos de la clase media londinense de los sesenta, dijo Hannah con el rigor de una antropóloga social.
Los dos hombres intercambiaron miradas y optaron por guardar silencio.
_ Continúo, dijo la mujer.
Las chicas afirmaron que todo empezó con el apagón y la confusión reinante, los gritos como preámbulo de sucesos malos y desconocidos, y mientras tanto, la angustiante espera hasta caer en las trampas del sueño. El padre de Shaira nunca llegó y recién con las primeras luces del día cayeron en cuenta que faltaba una de ella, Valeria.
En silencio, los dos hombres reordenaban los pocos datos disponibles y cavilaban sobre el misterio que implicó el gran apagón de luz. Tenían un hecho, la desaparición de Valeria, pero carecían de un motivo más allá de los datos sueltos en esta etapa de la investigación.
Los datos aportados desde las filas de I.P. no aportaban demasiado. Al otro día del apagón recibieron diez denuncias de personas perdidas y más de cien llamados al 911, de personas que aseguraron haber visto en distintos lugares de la ciudad a gente extraviada o víctimas de demencia senil.
_ Estuve recorriendo, dijo por fin Tavares, los alrededores del edificio a modo de poder percibir la reacción de la gente después del corte de luz y la desaparición de Valeria. Vestido para la ocasión entablé conversación, apenas un cambio de palabras, con dos o tres personas sin lograr nada relevante. El miedo es más fuerte y optan por callar o decir no saber nada. Uno de los sujetos al que me acerqué a fisgonear descubrió mis intenciones, y no tardó en increparme con que yo no era de allí, y que la policía de civil ya había metido la nariz por todos lados, pero sin saber nada de la gurisa perdida.
_ ¿Puede acaso estar perdida? preguntó Hannah con un dejo de incredulidad.
_ El tipo con el que hablé dijo que allá difícilmente alguien se pierda sin ser visto.
El barrio y las torres son como hormigueros donde el movimiento de personas es perpetuo, salvo aquella noche y hasta el amanecer del nuevo día que paralizó a los vecinos y las mascotas detrás de las puertas de sus apartamentos.
También alcancé a escuchar a una mujer, diciendo que los bomberos hurgaron en los pozos de los ascensores, en el subsuelo donde está la sala de bombeo, y en los pañoles con puertas enrejadas donde guardan las herramientas para el mantenimiento, las máquinas para cortar el pasto. Y otro lugar que oficia de vestuario y se guardan los enseres de limpieza de los espacios comunes, como las escaleras.
Todo revisado pero sin haber detectado un solo rastro de Valeria.
Tavares encendió un cigarrillo e hizo una pausa ante la expectativa de los otros.
_ Bajé hasta la cañada y encontré a un viejo conocido, un matón de poca monta y soplón de la policía que vive en la misma casilla desde hace añares…
Panzeri levantó la mirada creyendo recordar al sujeto.
_ El tipo abrió la puerta pero no me reconoció. Mal trazado y en actitud pendenciera con una faca en la cintura no hizo sino increparme por golpear a su puerta. Tres golpes bastaron para reducirlo al estado de un gil, apresurado por cantar bajo los apremios de lo que creyó, un policía de civil.
Para Hannah, por desconocer los códigos de los bajos fondos la reacción de Tresfilos la tomó por sorpresa y le pareció poco profesional. A ella, de espíritu pacífico por naturaleza, ese tipo de cosas las deploraba.
 _ Otro individuo me aseguró que nada tenía que ver con el asunto, pero en cambio, dispuesto a colaborar deslizó que un rumor llegó hasta el boliche de la cañada, donde se corría la voz de una verdadera desgracia para la botija, porque alguien del piso siete la entregó y de inmediato otros la sacaron al amparo de la oscuridad.
¿Quiénes? pregunté, mientras bebía mi vaso de grapa con limón y sacaba unos pesos de la billetera.
_ Sí ¿quiénes?, inquirió Hannah presa de la ansiedad.
_ El buchón descartó que fuese obra de un plancha con ganas de joderla, de violarla en los jardines…
Pasado el estado de shock, dijo el detective, alguien la habría encontrado y llamado a la ambulancia y en cuestión de horas la botija ya estaría de vuelta en casa.
Sino cabe pensar en lo peor… pero nadie sabe nada del hallazgo de un cadáver.
Ante mi insistencia por saber más, continuó el detective, el tipo dijo oscuramente que a veces uno no sabe si lo mejor es morir, porque de ese modo sigiloso se mueven los tipos de la trata…
El comisario retirado bajó la cabeza un segundo al terminar de escuchar lo que no quería. Con una organización criminal entremedio de la desaparición de la botija, a T.B.&P. le esperaba un sinuoso camino por recorrer.
Al terminar la reunión haría un llamado a I.P. y consultar a Hernández sobre el particular.

***

Eva estaba desesperada y sin poder disimularlo, tenía sobradas razones para estar en ese estado y un presentimiento indefinible que la inmovilizaba.
De eso nada les diría a las chicas que en un rato más la visitarían, con las buenas intenciones en la mochila, tanto como el cariño y la impotencia a flor de piel.
Apenas llegaron Loli y Cintia, Eva preparó el mate y las tres se acomodaron en la cocina, el único lugar cálido de la casa.
La madre de Beti les había confesado a las chicas que su hija no las acompañaría porque no tenía la fuerza para sostener la mirada de Eva. Después de lo que pasó no lograba superar el estado de conmoción y menos, desde que Vale se asomaba a sus sueños y juntas caminaban al borde de un abismo.
Los quince fueron su peor cumpleaños por lo que pasó y lo que pasó después, al llevar a toda hora el sentimiento de culpa.
Todo se complicaba.
La madre de Shaira angustiada por la falta de noticias acerca de su esposo indagaba el paradero por teléfono entre parientes y amigos. Shaira no quería salir de la casa y un médico determinó, visto el cuadro de irascibilidad y las anomalías de conducta, una serie de recomendaciones y la medicación pertinente. Dos personas desaparecidas eran motivo suficiente para trastornar a cualquiera, máxime si se trataba de una adolescente.
El otoño anunciaba la proximidad de la estación invernal manifestándose en los suburbios con frías ventoleras, sino lluvias que persisten día tras día haciendo más difíciles las cosas.
Cuando Eva cruzó miradas con las amigas de Vale, fue hasta la mesita del teléfono en busca de los cigarrillos y morderse los labios para no llorar delante de ellas.
Hacía exactamente una semana, de la que había contado cada uno de los días y las noches, desde que había ocurrido algo imposible en su vida…
Se sintió desgraciada al pensar que una tiene algo bueno en la vida, entre las manos, y de pronto desaparece como si nada.
Las chicas estaban tan asustadas como ella misma, pero presas de la angustia con apenas quince años. No era justo aumentar sus penas. En esos aciagos días había comprendido que la mejor manera de sobrellevar las cosas, con propios o extraños, era guardando compostura lo más digna posible.
Era una mujer que a los treinta y tres años se sentía completamente sola, le pasó la primera vez, felizmente enamorada, hasta que el muchachito que juró amor eterno se asustó ante la confesión de que estaba embarazada y escapó sin decir palabra.
Entonces, lo esperó sin comprender, como ahora esperando un milagro…
Loli dijo con cautela que había recibido algunos llamados en su teléfono, un número del afiche donde pedían ayuda a quien hubiese visto a Vale. 
Pero, continuó Cintia, cuando recorrimos los lugares donde decían haberla visto y preguntamos por ella, las respuestas fueron ambiguas o evasivas, como si en definitiva no fuese su problema. Igualmente colocamos el afiche en algunos comercios y en las paradas de ómnibus con renovada esperanza, porque sabemos que Vale está perdida por algún lado…
Por momentos, las tres mujeres respiraban un aire enrarecido por la subrepticia tensión, la decepción de los resultados y el compromiso íntimo de no abandonar la búsqueda.
Eva, finalmente contó que consultó a un vidente prestigioso, llegó acompañada de Nubia la esposa de Raúl, y volvieron fortalecidas aunque el augurio decía que Valeria estaba con vida, pero con el cuerpito muy frío…

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