Tresfilos Tabares / Por José Luis Facello


Día tres, viernes, 19 P.M.
Tavares estaba al tanto que Panzeri, el ex comisario, motu proprio dedicaba hora tras hora a investigar la causa y el trasfondo de la muerte de la “chancha” Martínez, razón por la cual su presencia en la oficina de T.B.&P. eran esporádicas y sin orden establecido. Salvo al finalizar los viernes, que era el día elegido para reunirse a evaluar la marcha de las cosas que cada uno traía entre manos, así como intercambiar ideas sobre episodios delictivos destacados en los títulos de los diarios.
Así habían decidido operar en T.B.&P. rememoró el detective.
Un equipo comprometido en cuanto a la factibilidad económica de la agencia, con absoluta independencia a condición de la interrelación mutua que cada caso requería, método complejizado porque Hannah apeló como condición preliminar a la consulta de las dos bibliotecas, dicho de modo provocador, la clásica y moderna.
Del detective amateur Auguste Dupin a los satélites espías.  
Panzeri, su compadre y padrino de Dieguito, se había convertido poco menos que en un criminalista de campo, abocado sin desmayo a la conducta de los asesinos precoces, al modus vivendi considerado como una cuestión intrínseca para atisbar la sinrazón de la violencia en los campos de deportes, asuntos que se desprendían de algunos párrafos hallados en los cuadernos de Martínez. Y la pregunta ¿el desenfreno de las barras era causa o efecto de otros intereses encubiertos?
No solo la sed de justicia movilizó las investigaciones del comisario retirado, sino que a partir de la desgracia misma, su vida dio un giro sentimental, otoñal y prometedor desde el momento que empezó a compartir larguísimas horas junto a Margarita, la viuda de Martínez.
Panzeri después de regresar del mundo de los muertos, se había convertido en un viejo y astuto lobo que disimulaba vistiéndose de modo informal, tanto como para desempolvar la gorra Stetson y recurrir al bastón como aditamento elegante, que a sus conocidos y ex camaradas remitía al tiroteo en la oficina de la calle Florida.
Doris, la mamá de Dieguito, recordó Tavares con un dejo agridulce en la boca, emprendió viaje desde Buenos Aires y visitó fugazmente a Panzeri en las horas difíciles transcurridas en la clínica. Viajes periódicos que hacía para visitar a nuestro hijo en la casa de mi madre, apuntó con el resabio crónico por las desavenencias que llegaron a la ruptura con su ex. 
A modo de síntesis, Tavares rememoró la reunión del último viernes, cuando los tres habían reconsiderado el ser o no ser como la sustentabilidad del proyecto. Se conversó bastante, el punto de partida fue el conocimiento y entrenamiento adquirido en Inteligencia Paralela, la experiencia corta pero intensa en T&C y las perspectivas de T.B.&P. Sólo faltaban los casos a resolver para mover el negocio de modo virtuoso.
Y la creencia compartida de que en tiempos de modernidad no alcanza con algunas herramientas, como el espionaje social y personal, para establecer nuevos paradigmas en torno a la violencia urbana y otras manifestaciones escamoteadas en la comunicación global. Como que en las dos horas escasas, había dicho Hannah, el tiempo transcurrido en la reunión de los viernes,  hayan fluido como por arte de magia billones de dólares de unas manos a otras, marcando la tendencia en aumento de los empobrecidos, impotentes ante los nuevos dueños del mundo que combinan de modo más o menos sofisticado, los artilugios de las nuevas tecnologías con la denodada ambición de los viejos piratas…
_ Volvamos a lo nuestro, se limitó a decir Jacinto Panzeri mientras encendía un puro.
_ Voy por más café, dijo Tresfilos acostumbrado a las rutinas de un hombre que vive solo.
Hannah observó a los dos hombres con las expectativas que motorizaba en su vida todo lo nuevo, percibía que por momentos se sentía fuera de lugar, acostumbrada a ocupar temporalmente puestos administrativos, sino recluida en estudiar y perfeccionarse en línea con su interés por la psicosociología. 
Atrás había quedado el manuscrito de un ensayo inacabable al que dedicó su mejor esfuerzo y amor por las cosas, pero “Las izquierdas en su laberinto”, tal su probable título, se fue lentificando a medida que dejaba atrás la juventud y los asombrosos años iniciáticos fueron prontamente jaqueados por los vertiginosos cambios de las últimas décadas. Sin atribuirlo tanto al encumbramiento de las máquinas robotizadas y la inteligencia artificial, como al riesgo abrumador del pensamiento único.
Las arbitrariedades bajo otro ropaje se resignificaron, el abuso sexual o la expoliación de los trabajadores por caso, transita contradictoriamente por los sofisticados paradigmas de la sociedad moderna. Por caso, el espejismo de las oportunidades, inasibles pero haciéndonos creer que las mismas están por nuestro rededor, escurridizas y deseables, como si  el solo intento de darles caza ya fuese suficiente para alcanzar la felicidad.
Pero la modernidad, pensaba Hannan ajena a la conversación de los dos hombres, con todos sus cambios y transformaciones dejaba a su paso parecida iniquidad e incendios a los de la edad media y la dominación de las Indias…
El ardid funcionaba y aunque para una parte de la población la media de vida fuese de setenta y cinco años, en cambio para las personas sobreviviente a las catástrofes, como a las guerras o a la falta de agua potable o a la ingesta insuficiente de alimentos, los comunicadores pretendían reducirlo todo a un alboroto de números y vocerío con el afán de falsificación al deconstruir la realidad pos Berlín ´89. 
La mujer sonrió, era la trampa de los indicadores promedio que se estrellaban con las manifestaciones diversas y contradictorias de la realidad social.
Hannah tempranamente había abonado las dudas al relato global desde que la revolución verde de los años ochenta, de productividad a gran escala y calidad en aumento, cedía a las cotizaciones de las bolsas de comercio y la manipulación financiera. Quedaba a las claras que los alimentos naturales o industrializados eran cada vez más caros, al punto de tornarse inaccesibles para miles de millones de personas. 
Los cereales, el alma de la revolución verde, sirvieron para reducir las hambrunas tanto como potenciar la malnutrición por medio mundo…
Parecido a una absurda paradoja, que ensalzaba a los países productores de soja, de arroz y maíz mientras a ras de la tierra proliferaban los desnutridos y con ellos el rebrote de enfermedades olvidadas como la tuberculosis y la anemia ferropénica. 
Uno de los hombres la trajo a la realidad.
_ Hannah, ¿tú qué opinas al respecto?
(espacio)
A esa hora de la primera noche, el humo del cigarrillo creaba una atmósfera irreal en la oficina de Panzeri, que por ser un poco más amplia fue la elegida como el lugar de reuniones. El observador que ocasionalmente se asomara al cónclave de T.B.&P. sentiría un estado de confusión propio del clima ambivalente, enrarecido, que media entre el apasionamiento y el silencio reflexivo, semejante a los jugadores poseídos a una mesa de Blackjack o al voto de silencio que prevalece en un convento de clausura.
Al placer adictivo del cigarrillo se sumaba el café negro, fuerte y matizado a veces con un corte de leche, convirtiendo a las reuniones de trabajo en un acto humano tan concentrado como distendido, sin que por eso dejarse de advertir nuestro observador el magnetismo de tres mentes agudas en solapada ebullición.
Tavares dio cuenta del breve llamado de una mujer que dijo llamarse Eva y no fue más allá de decir que su hija no había regresado a la casa. Dentro de un rato, convenimos que la mujer se presentaría a lo que ella denominó, pedir nuestra ayuda.
Por ahora sólo nos queda esperar.
La reacción a continuación fue de enmudecimiento y servirse más café.
A Panzeri, más allá de la impronta profesional acreditada en las calles, lo conmovía visceralmente el ataque a los niños, a la inocencia tronchada en un santiamén a manos de un pervertido y el calvario que implica la espera de que todo se aclare y termine de una buena vez.
El ex comisario maldijo por lo bajo, encendió un puro y se preguntó a sí mismo cuando llegaría el día que pudiese vivir en paz. Ver la televisión por las noches, cuidar de sus pájaros por las mañanas antes de ir al encuentro con Margarita y recomenzar juntos una tarea, que en algo evocaba a Penelope, la tejedora que recuperó a su amante sorteando las dificultades gracias al amor,  el ardid  y la postergación. 
En tanto, Hannah recién cayó en cuenta a partir de las escuetas palabras de Tresfilos, que las cosas en T.B.&P. no serían sencillas porque por primera vez enfrentaba dilucidar el caso de la niña desaparecida. Le pareció que la biblioteca podía esperar, de pronto se sentía apremiada por intuiciones desesperantes y la angustia de percibir el estado de indefensión de las mujeres… en particular de las mujeres jóvenes, pobres, del común.
Desde hacía tiempo sospechaba la distancia que media entre las herramientas teóricas, de valor incalculable como los cielos estrellados para un navegante, con las diversas manifestaciones de la mente en universos infinitos.
Si la niña desaparecida no lo hizo por su propia voluntad ¿qué podría pensar el individuo para llegar a motivarse con el secuestro? O acaso se trataría del acto irreflexivo de un demente que ronda en las calles…
A las ocho menos diez una mujer atemorizada observaba el lente de la cámara.
Eva aceptó un café y bajó los ojos intimidada por la reserva de los investigadores, disimulada detrás de una simpatía que le pareció forzada. Algo sabía de la doble conducta de algunas personas porque había estado empleada en la casa de un gerente de la Tienda Inglesa y en otra ocasión en el consultorio de una solvente odontóloga de Pocitos.
Algo sabía de las personas, sorbió el café y levantó la mirada tomando fuerzas para decir lo poco que tenía para decir.
Le agradó la mujer un poco mayor que ella y que a simple vista denotaba un buen pasar, en el sentido que vestía buenas marcas y lucía de una cuidada naturalidad en las manos y el rostro. Sintió tristeza, hacía tres días que la tristeza era su acompañante inseparable, que la diferencia con la otra no la hacía tanto la edad sino la vida que les tocó en suerte.
Aceptó el cigarrillo que le convidó el joven detective Tavares, que según lo dicho por su amiga Nubia, la mujer de Raúl, fue quien insistió para hablarles del desgraciado asunto y le facilitó el número de teléfono de la agencia. Tavares era algo mayor que ella y según la Nubia, tenía una acreditada fama de mujeriego. En cambio, el otro policía después de saludarla con formal cortesía optó por encerrarse en el mutismo característico de los viejos.
Recién entonces, tomó fuerzas y se dispuso a contar lo poco que sabía de la desaparición de Vale, su hija de catorce años.

***

Dos /2(Conversac. de mujeres desiguales, el lugar íntimo, Vale, Loli, Cintia, de sueños y pesadillas)
Como era habitual, a la salida del liceo las tres amigas se dirigieron a la plaza de deportes.
Un clásico para disfrutar sin importar el frío o el calor estival; el otoño había llegado tempranamente y allí estaban, confabulando contra los padres, los profesores o cualquiera que se cruzase, acurrucadas en un banco al amparo tibio del sol. La plaza era un lugar cercano a sus casas y alejado de los viejos, de los extraños y de los zombis. Un lugar amigable que no exigía dinero salvo para comprar unos snacks  o galletitas y disfrutarlo en conversaciones de mujeres. Charlas sin rebuscamientos idiomáticos al momento de nombrar las cosas de un mundo poco menos que desconocido, cursaban cuarto año, pero sus propios carismas eran suficientes para irradiar la frescura, la espontaneidad y los sueños de todo adolescente.
Donde faltaba una palabra sobraba un emoticón.
En materia de sueños y pesadillas convenían que no todo era igual, observando caso por caso con remarcado énfasis. Una de las compañeras de tercero había apenas insinuado ser manoseada por su hermano mayor en una o dos ocasiones; es un hijo de puta, fue la inmediata  valoración. Una de mis amigas, comentó Loli, conoció pero no recuerda a la madre que la abandonó apenas una niña, para ser criada en un instituto religioso; de allí quizá se pueda explicar la timidez y razonamientos rebuscados que la caracterizan hasta convertirla en una chica insoportable.
Es una tarada, concluyó Cintia que conocía a la chica en cuestión.
Vale por su parte,  mencionó el caso contado por un pariente de la campaña que decía, que una niña llamada Tansin, harta de vivir en la soledad de un caserío junto a un río negro, conoció el amor a manos de un joven forastero. Pero el asunto no terminaba allí, tiempo después huyó de la casa de sus padres embarcándose en el lanchón de un contrabandista, para consumar una gran ilusión, la pretensión de amar a los obreros de la fábrica de Fray Bentos. Desde la pieza, Vale alcanzó a escuchar a su pariente, que en voz baja aseguraba que Tansin se había transformado en la diosa de las prostitutas. Bellísima y encantadora… como las muchachas del circo.
Sin pretenderlo Vale atrapó el interés de las otras.
Dicen que los finlandeses soñaban con ella y no faltó un directorcillo que pasado de copas, le propusiese matrimonio y la promesa de llevársela a un país sin sol. En cambio, también dicen que las mujeres fraybentinas mueren un poco todos los días carcomidas por la envidia y los celos…
Bueno, intervino Loli, en temas de sueños y pesadillas nada iguala las series de Neflix… Sean mentira o verdad ¿a quién le importa la realidad?
Es lo que hay, dijo Cintia mientras encendía un cigarrillo.
Una brisa fresca agitó la copa de los árboles y las jovencitas después de los besos y abrazos de despedida emprendieron el camino a sus casas.
Cintia encaminó con pasos lentos la vuelta a la casa mientras terminaba de fumar. Fumar cualquier tipo de yerba era un código entre iguales, una de las formas de hacerse respetar con los muchachos al llegar a las viviendas. A ella todos la conocían y con algunos de ellos compartieron los juegos propios de la niñez, pero de eso había pasado mucho tiempo y ahora por las calles y los pasajes también deambulaban o paraban chicos de los alrededores. 
Los moradores de las viviendas asumían que los de afuera no tenían nada que hacer allí y a la hora de discriminar a los jóvenes poco importaba el lugar de domicilio, pero los viejos no se habían puesto de acuerdo acerca de colocar rejas perimetrales al barrio, como para mejorar el control del predio y los alrededores no más allá de las paradas de los ómnibus.
La I.M.M. había prometido asignar una cuadrilla para mantener, de modo regular, las luminarias públicas y así restablecer las condiciones previas al vandalismo nocturno.
La mayoría se desentendía del asunto y eran prácticamente inútiles los esfuerzos de la comisión de la cooperativa. El principal argumento que algunos oponían al proyecto era el costo que demandaba la obra, a lo que otros respondían que pagada en cuotas, con el interés correspondiente se entiende, era un proyecto factible y necesario.
Con un agujero más al cinturón, decía en tono de disconformidad nuestro vecino.
Al anochecer, algunos ancianos creían ver ladrones agazapados detrás de los árboles, asunto que en su momento se morigeró cuando la comisión, con la aprobación de la mayoría de una menguada asamblea contrató a dos serenos por las noches; y pocos meses después hizo lo mismo contratando a otros dos vigilantes durante el día.
De esa manera, se creaban cuatro nuevos puestos de trabajo, estables y en blanco que sumados a un jardinero y un electricista, responsables del mantenimiento del lugar cinco días a la semana conformaban el equipo de trabajadores a costas de los vecinos. monotributistas todos.
Hicimos lo políticamente correcto, trascendió de algunos miembros de la comisión, argumentando que por una cuota mensual accesible para todos, lograban crear entre los vecinos la  sensación de seguridad que hacía falta…
El rumor se hizo comentario y artífice del sentido común, que en esos días prosperó entre los clientes del despacho de pan y en el mini market Las tres hermanas.
Y así casi todos contentos, recapituló Cintia en el momento que entraba al barrio del BH

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