¿Dónde están parados? ¿O se están cayendo? Por Juan Raúl Ferreira./ Caras & Caretas


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¿Dónde está parado el gobierno? No es de centro, ni de derecha ni de izquierda. Dice que practica una política exterior no alineada ideológicamente, pero hace todo lo que pide EEUU. Prometió una seguridad que no llega. Reivindica crímenes de la dictadura.  Homenajea violadores de derechos humanos, apoya, desanda, autoriza, desautoriza, pero respalda. Critica a la Justicia en defensa de crímenes de lesa humanidad.  ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el rumbo?

Cinco episodios en una semana demuestran la falta de pulso firme sobre el timón del gobierno. No hay conducción. Ello, en medio de una diversa y amplia coalición, pone al gobierno y, con él, al destino nacional, a la deriva. En rigor, fueron seis hechos. Pero el último y más comentado nos preocupa tanto, suena tan sórdido, que preferimos no opinar. En eso, solo el gobierno debe tomar, y rápido, la palabra.

Arranca Javier García diciendo que un fallo de la Justicia, por delitos de lesa humanidad, le preocupa porque pone en riesgo la verticalidad del mando en las Fuerzas Armadas “de hoy”. Las conclusiones, rápidamente desmentidas por la realidad, sobre la muerte de tres cadetes de infantería de marina, debieron aconsejarle más prudencia toda vez que hiciera un nuevo show ante la prensa.

La tesis esta vez fue: “Si un soldado recibe una orden, no puede consultar a la Corte de la Haya o la cátedra de la Udelar”. Debe proceder de inmediato, sea cual sea la legitimidad legal de la misma. Si mandan matar, que mate. Ergo: si mandan torturar, que torture, ¿no? Y si la Justicia procede, el ministro (integrante de otro poder del Estado) debe llamar al orden, no al soldado, sino al juez. Tremendo. 100% Doctrina de Seguridad Nacional. La de la dictadura, que la mayoría de su partido combatió.

Insistió en su postura, cada vez con más vacilaciones. Luego, esta semana, Gandini (autor, marca registrada, de las “gandineadas”), para defenderlo, tuvo que hacer de cuenta que había dicho otra cosa. Sostuvo que el ministro no había manifestado preocupación, había opinado que eventualmente, quizás, a lo mejor, depende… (¿?).

El canciller Talvi anuncia su eventual e inminente alejamiento del cargo. En media hora, a través de Canal 12, no pudimos descifrar qué iba a hacer. Se iba, se quedaba, se quedaba por un tiempo: largo, corto… A lo mejor se iba a un lugar más importante. La coalición se reúne para pensar en su sucesor. Sanguinetti recuerda que el cargo es colorado. Abreu sale por televisión: confirman que el canciller le ofreció la Embajada en Argentina, que pidió unos días, consultó con la familia y luego aceptó. Cuando Talvi le informa al presidente, este ya había ofrecido el cargo a Enciso. Empieza el manejo de nombres. Resultado: el país no tiene una voz en el exterior que pueda dar certezas. Nuestros interlocutores internacionales no saben si su contraparte uruguaya está de paso, si le da importancia al cargo que ocupa o lo considera poca cosa.

Se coloca una placa en homenaje a Castiglioni. Larrañaga defiende la medida. Su senador Gandini tuitea en contra. El presidente dice a la prensa que no se le consultó. Larrañaga insiste un día, al otro desiste. Anuncia que va a hacer quitar la placa, pero que respalda la posición del director de Policía al haberla puesto.

El gobierno otra vez toma partido por EEUU y anuncia que votará a su candidato (un ciudadano americano) a la presidencia del BID. La política exterior vuelve a desmentir su propio anuncio en el sentido de que no iba a adoptar decisiones por alineamiento ideológico. Sanguinetti firma con expresidentes de Chile, Colombia, Brasil y México una declaración diciendo que dicha designación está reñida con acuerdo no escrito, de que no se vote un presidente de dicho país. Efectivamente es así. El otro candidato es argentino, país vecino y socio en el Mercosur. Un gobierno, una coalición: dos posturas.

Toda esta bolsa de marchas y contramarchas nos hacen sentir que, más allá de diferencias programáticas, y podría ya decir ideológicas, el gobierno nos da miedo. El miedo que generan la incertidumbre y la falta de rumbo.

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