Tresfilos Tavares 11/ José Luis Facello

Día veintiocho.

Tavares observó una y otra vez el pedazo de papel de embalar, grueso y plastificado, como el pequeño trozo autoadhesivo con la inscripción de las letras R y A. Pero no atinaba a pensar el significado truncado de dos letras, pensaba y asociaba a Reino Árabe o República Argentina como no fuese en un vicioso círculo de posibles palabras.  Cavilar lo llevaba de países a puertos o aeropuertos, de mercaderías al contrabando.

Preparó el mate, bien dispuesto a desenmarañar las actividades de Lalo Bermúdez, el padre de Shaira. Intuía por cierto, partiendo de los testimonios de la hija y una fotografía donde se lo veía junto a su mujer, a orillas del Sena y la torre Eiffel a un lado, la postal típica pero suficiente para abordar a un sujeto de vida desordenada. De los años anteriores al sueño francés, no encontró nada en los archivos de I.P. salvo en marzo de 1995, ocasión que permaneció detenido por algunas horas en la comisaría 40ava. La causa, por riña en la vía pública y desacato al oficial de la policía, pero sin mayores agravantes.

Ya de regreso al país, consta por un soplón poco fiable, que Bermúdez comercia marihuana al menudeo. Según deslizó a Panzeri un oficial de I.P., la mujer y el hijo lo negaron categóricamente cuando se les preguntó y dijeron desconocer el asunto.

Mi hombre duerme todas las noches en casa, había dicho Serena, la esposa.

Y de los viajes al aeropuerto, afirmó que eran esporádicos tanto que no les dio importancia. ¿En verdad la tenía?

A tono con los hábitos de algunos empleados municipales, el detective interpretó a su modo las respuestas de la mujer en consideración a su empleo en la I.M.M.

Las letras R y A, de tamaño regular, tipo imprenta y perfectamente impresas en color rojo, interpelaban con mudez su capacidad deductiva.

El mate se había enfriado, preso del fastidio se dispuso a arreglarlo, en tanto crecía en su cabeza la idea de que estaba metido en un callejón sin salida.

Se decidió por pedir la opinión de Andy porque ella reunía tres cualidades en su modo de ser: intuición femenina, sagacidad de paisana a poco de observar personas o cosas y el gusto por los crucigramas a la hora de viajar entre una escuela y otra.

_ Hola amorcito. Me sorprendiste dando clase, respondió la maestra rural.

_ ¿Cómo estás amor? Te llamo porque un par de letras fueron suficientes para bloquear mi raciocinio.

_ ¿De qué hablás Tresfilos?

_ Te explico del inexplicable asunto. Cuento con dos letras para descifrar una palabra que puede ser la clave para develar un asunto.

_ ¿Dos letras?

_ En efecto, una ere y una a, mayúsculas, dijo el detective con gesto resignado.

_ Lo primero que se me ocurre es: Valeria. ¿Tiene algo que ver con ella?

_ Creo que no… no sé.

_ Si tengo señal te llamo en quince, estoy en la escue lita de Cuch illa Perdi…

Después, el imperio del silencio se hizo oír durante toda la mañana, el detective aprovechó a recostarse y pensar, eso duró hasta cerca del mediodía cuando un llamado lo despabiló.

Media hora después, una mujer se asomó a la cámara de la entrada.

Al recibirla lo hizo con cierta desconfianza al notar que lucía como un ave exótica, misteriosa por su belleza, de edad indescifrable próxima a los cuarenta. Ella dijo en una agradable mixtura de portugués y castellano llamarse Antonina Creuza.

De alguna forma, la mujer rubia impresionaba por su gestualidad, segura de sí misma y al parecer desprovista de inhibiciones. A poco habló.

_ ¿Puedo?, con un cigarrillo en los dedos y la mirada interrogativa.

_ Estese a gusto, dije mientras acercaba la llama del encendedor.

En otros momentos, cuando la banda enquistada en I.P. intentó sin éxito sacarlo del medio, ellos persistieran en llevar adelante su propósito, siguiéndolo a sol y sombra tanto como para transformarlo en un hombre cuidadoso y vigilante.

Aunque aquella situación había quedado en alguna caverna de la memoria, algo lo hacía desconfiar acerca de las verdaderas intenciones de la bella paulista.

Antonina Creuza daba con el perfil de las personas que encubren a otra detrás de su personalidad, sin develar sus verdaderos pensamientos. Algo había leído acerca de Mata Hari, la bailarina exótica que oficiaba de espía para la inteligencia prusiana.

Quizás él desvariaba, mientras enfrente la mujer fumaba displicente observando la oficina y en particular una reproducción impresa de Virginia Patrone.

_ Ella es buena, observó la Creuza con ojo experto.

Me mantuve en silencio.

El decorado corría por cuenta de Hannah y yo con las artes plásticas mantenía una relación distante.

_ Yo era una estudiante cuando la conocí en la Bienal Vento Sul, a fines del milenio.

A poco de escucharla, la mujer dijo representar a un adinerado industrial de São Paulo​ y dueño de una valiosísima colección de arte.

Mientras la escuchaba, descarté que el encargo de la brasileña pasara por indagar sobre los movimientos de alguna persona en el Conrad de Punta del Este, o investigar la estela que dejan las pasiones furtivas, sino los contactos y embrollos de un contador desleal.

El monólogo de la mujer fue derivando mansamente como las aguas entre las rocas, hasta arribar al asunto que la trajo a T.B.&P. Inversiones en obras de artistas jóvenes similar a lo que, esbozó una mueca sensual, las piernas de los jugadores en el negocio del fuchibol…

Hice un esfuerzo por no denotar perplejidad y creí oportuno invitarla con un té o un café para decirle que eligió el lugar y al hombre equivocado.

_ Prefiero un whisky, dijo ella con naturalidad.

Al tercer whisky la mujer deambuló entre mundos ficticios y el realismo mágico, y una hora después, sin preámbulos me entregó una tarjeta y los números de contacto.

<ANTONINA CREUZA

CURATOR DE ARTE

CONTEMPORÁNEO Y DE OCCIDENTE>

_ Estaré en el hotel hasta mañana, espero tu llamado, dijo al despedirse.

(espacio)

Cuando todavía no se había disipado el embriagante perfume de la mujer y Tavares ya hacía cuentas y especulaba con la oportunidad de atrapar un cliente importante para T.B.&P. A no dudar la Creuza guardó más de lo que dijo, en eso estaba cuando escuchó el llamado en el celular.

_ ¿Cómo estas amor?

_ …

_ ¡Sí que hay novedades! hace minutos recibí a una persona con un negocio próximo a firmar un contrato prometedor para T.B.&P. Estoy a la espera de recibir la información en detalle y las instrucciones, más el monto de los honorarios nuestros, se entiende.

_ …

_ Sé que es un millonario de Sao Paulo… pero el trato fue con la representante.

_ …

_ La mujer se presentó como curadora de arte.

_ …

_ Brasileña y joven.

_ …

_ Ni la mitad de bonita que tú.

_ …

_ Te escucho.

_ …

_ Sí estoy bien. Espero tu correo.

_ …

_ Amor ¿cuándo nos vemos?

(espacio)

Al abrir el correo de Andy Vallejos leí el mensaje con avidez al principio, para quedar a poco atrapado en cierto estado de confusión.

Las cosas simples no lo son tanto.

“Tresfilos: te envío lo prometido por teléfono, pero debo decirte que a poco de buscar caí en cuenta que enfrentaba un asunto más difícil de lo que imaginaba, porque como las demás letras, en cuestión la ere y a mayúsculas o no, disparan un montón de palabras posibles en un mundo infinito de palabras. Palabras, algunas portadoras de significados meramente nominales, otras temibles sino ofensivas.

Por caso, palabras como: radiactivo, Francia, andanos, literatura, tragedia, ama, grato, matas, gcil, inmoral, culebra, Alejandra y Erasmo, usura, chacra, Paraguay, raticida, cpula, computadora, Herrera, gratitud, traficante, mentira, emigrante, Brasil, ginebrarapiña, maravilla, entre otras miles y miles hasta conformar una galaxia de palabras y significados que, me temo, nunca llegaremos a conocer ni descifrar.

Lo que a la imposibilidad de los albañiles de la torre de Babel, esta vez, al intento de seleccionar las palabras que incluyan la R y A dispersas en el gran diccionario virtual.

Seguiré investigando sobre el particular, mientras te envío una lista preliminar de palabras, en idioma castellano, que incluyan las dos letras indicadas.

Te extraño, besos”

(espacio)

A las tres de una fría tarde de otoño, nos encontramos con Panzeri para conversar acerca de los entretelones en la entrevista con la Jessica Buendía.

El local medio derruido por el tiempo y transitado por las hormigas locas, era de cualquier modo un lugar con buena comida, pero miserable a la mirada de los transeúntes. Y con un plus, el lujo escondido del patio embaldosado y los bancos de tablas donde, los amantes del tabaco que fuere, no éramos considerados como los leprosos en los tiempos de mi bisabuelo Fermín.

Una tabla con achuras asadas, pan de campo y una jarra de vino de la casa, realizaba el sueño de la ingesta típica rioplatense o lo que era, un manjar de los dioses.

_ ¿Viste la entrevista? preguntó Panzeri a modo de sondear el alcance de su debut en un programa de la televisión abierta.

_ La encontré en YouTube.   

_ Bueno, entonces te cuento mi percepción del asunto, para no repetir sobre lo ya sabido.

_ Lo escucho compadre, dijo el detective con la boca llena.

_ La Buendía no disimuló ni un segundo, tú sabés que en televisión cada segundo se paga millones, y a cada tres palabras que yo pronunciaba ella pretendía convertirlo en un título destacado.

A la rutilante y vieja periodista, calificó con malicia el comisario, le interesa la noticia por sobre la realidad, y no le importa un comino destacar la espuma de las olas a costa de ningunear la inmensidad del océano.

_ ¿De dónde sacó eso compadre? dijo el detective atragantándose con un bocado de molleja.

_ Te cuento que a escondidas Margarita escribe poesías, dijo un Panzeri confidente, y al compartirlas conmigo es como que algo queda de esa magia.

Lo de las olas y el océano no es mío, lo tomé como un préstamo de Margarita.

Sonrió pensando en los cambios de gusto de su compadre. ¡La magia de la poesía!

_ Volvamos a la Buendía. A la mina no le interesó ni por un momento la situación compleja y rara desde que la muchacha desaparece aquella noche. De mi parte le dije eso y otras cosas, considerando que el gran público quiere saber de qué se trata, pero de inmediato ella introdujo arteramente la cuestión del gran corte de luz.

Pensar en los ancianos a oscuras exclamó horrorizada. La señora denunció pérdidas millonarias por la paralización del puerto, sin olvidar de atribuir con espíritu anti argentino las causas de la emergencia. 

En ese momento yo hubiese querido decir, dijo el comisario, que la histórica postura de las provincias, la Banda Oriental entre ellas, eran federales con causa y por eso el razonable encono con los porteños por el control y gravámenes al comercio marítimo.

Lo que el monopolio del puerto de Cádiz… ¿Quién que fue al liceo no lo sabe?

Pensé que cabía entonces preguntar, mientras ella ensalzaba los molinos de viento.

¿Quiénes son los que trocaron, casi sin darnos cuenta, el término porteño por argentino? Pero vos sabés, en la tele los segundos valen millones…

Después ella hizo un recorrido por los lugares comunes que rodean el caso de Valeria, una alumna ejemplar del liceo Nº 19.

       La Buendía era la reina que dirimía a su capricho el bien y el mal en la palabra de los invitados, dijo en voz baja el comisario. Fuese lo dicho por la directora Campo Dónico o la mamá de Beti, la botija del cumpleaños. Pretendió tergiversar las palabras de este servidor con cuarenta años de experiencia. En paralelo, la pantalla mostraba una nota grabada al vendedor de diarios del barrio y otra al chófer del 109, que recordaban haber visto a las muchachas que bajaban en la parada más cercana a las torres.

La torre GH-57 el lugar donde ocurrió la macabra fiesta, acotó la Buendía con la cara circunspecta de saberlo todo.

Te cuento que Eva, la madre de Valeria, en su dolor prefirió no prestarse para la nota cuando se lo propusieron y optó por guardar silencio. Los del canal no se lo perdonaron y la periodista de modo intrigante preguntó a millones de televidentes.

_ ¿Qué esconde la madre de Vale que teme hablar con nosotros?

Después del corte publicitario, la Buendía renovó la dinámica del programa presentando  a los especialistas invitados: un licenciado en sicología de la adolescencia y una vidente brasileña, la primera en advertir que Lula da Silva terminaba en prisión.

La cámara, dijo el comisario al advertir la trampa, me enfocó en primer plano y ella apenas encuadrar su punto de vista, disparó una pregunta corrosiva que no recuerdo ahora, mientras abajo con letras sobreimpresas en rojo se leía:

¿DÓNDE ESTÁ LA POLICÍA QUE PAGAMOS CON NUESTROS IMPUESTOS?

 

***

 

Se le ocurrió imaginar que estaba en el húmedo y helado compartimento estanco de un submarino sumergido en aguas antárticas. Como otras veces, sintió el alma apresada por el silencio y las ausencias, a las que remitía cada tanto su memoria bloqueada por el frío y la oscuridad.

Cautiva del miedo que crecía de modo imperceptible, como los brotes de las plantas.

Por la fusión de la noche y el día, a poco del encierro había ido perdiendo la noción de las cosas, al principio se aferró a contar las veces que recibía la comida pero eso también resultó un intento fallido, porque a veces dormía mientras el carcelero deslizaba el plato por la puerta entreabierta, sino despertaba de un sueño dónde una mano invisible le entregaba en un platillo algo oscuro y crocante, semejante al alimento para animales.

Así fue que perdió entre el desgano la idea de cuando había malcomido realmente y cuando lo soñaba. En definitiva, se había extraviado en el tiempo, incapaz de registrar los días transcurridos desde el cumpleaños de Beti. Esa ambigüedad de no saber, era uno de los mayores tormentos que acuciaban su mente.

Sino, torturada por el olor inmundo que brotaba de la rejilla que usaba como wáter, o el moho en derredor de la canilla del que emanaban otros olores enrarecidos, típico de las grutas o las cuevas de Minas, y que parecía extenderse por las paredes y el piso del lugar, de hormigón rugoso como la corteza de los árboles. Se había acostumbrado a la noción de distancia medida en diminutos pasos o rozando las manos contra las paredes y los requiebres de las columnas. Nunca había visto ni podido adivinar siquiera, el techo suspendido en la sola negritud de la que caían gotas de agua que golpeaban ruidosamente contra el piso.

Inmersa en la confusión de su propio ser, creyó oír el eco del agua que corría por alguna secreta cañería, sino el regurgitar de su malhumorado estómago.

De estar en cuclillas, deambular por el estrecho lugar o sentarse en algún lugar seco, descubrió un día un brillo que después de mucho cavilar asoció a una filtración de luz.

¿Qué otra cosa podía ser? se preguntó a modo de conjurar nuevos miedos.

La primera reacción fue de pánico por negarse a imaginar lo que podría esperarle al otro lado del muro.

El orificio, situado a la altura de su vientre, era pequeñísimo y no más gordo que la aguja con la que Eva usaba para cocer el matambre. ¡Cómo añoraba todo aquello!

Se durmió pensando en su madre cortando una rodaja de matambre y medio tomate.

Pero dormitó soñando en su reciente descubrimiento.

Por qué no lo notó antes no lo sabía, quizá se debía a la alineación del sol, de ser así el fenómeno duraría días o apenas horas…

Al despertar, presa del miedo se dio a buscar frenéticamente el agujerito hasta que por fin dio con él, entonces abrió las piernas y agachada en delicado equilibrio observó en la oscuridad hasta dar con el diminuto reflejo de sol.

Durante el entresueño se le había ocurrido una única y monótona idea, intentar pasar un cabello por el orificio y esperar.

Así lo hizo, inútilmente después de varios intentos pero ahora que lo había logrado se sentía presa de los nervios y muy grande fue la sorpresa cuando una corriente de aire se lo llevó.

Comprendió entusiasmada la importancia del descubrimiento, ahora no estaba sola, eran los tres: el agujerito, el afuera y ella.

Fue arrancando uno a uno alguno de sus largos cabellos y los anudó de a tres. Con esperanza renacida, repitió la operación y pasó el larguísimo cabello al través del agujerito con la expectativa que el viento lo arrebataba.

Esperó soñando que no perdía nada mientras durase la espera.

Qué esperaba… no lo sabía.

Ella era joven y confiaba en los observadores curiosos, niños o ancianos, que se preguntaran por el significado de los cabellos anudados sobrevolando sus cabezas, como para animarse a dar voces de alerta.

Afuera brillaba el día y ella lo sabía, cómo una sacerdotisa azteca advirtiendo del próximo eclipse o temiendo a los monstruos marinos por venir… 

Repitió la maniobra diez veces, con el terror de que la lucecita desapareciera.

Comentarios

Entradas populares