Tresfilos Tavares 12 / Jose Luis Facello

Doce

Día treinta y tres.

A la vuelta de comprar cigarrillos Tavares encontró a Panzeri preparando el café.

Fumar y beber café era una marca que distinguía la reunión de los viernes en T.B.&P.

Para cuando llegó Hannah, el comisario refería dominado por la pasión los pasos en un laberinto que se iniciaba con la “chancha” Martínez, el camarada asesinado, escuchar a la viuda y si convenía dirigir la investigación en un sentido u otro, desandar las sendas sin salida. Sino, acometer el meollo del asunto como para algún día despejar toda sombra de duda, de muchas muertes en el camino, en el espectáculo non santo del mundo FIFA.

Hannah encendió un Lucky Strike y permaneció en silencio, atenta al relato de Panzeri del que algo sabía, por las denuncias y casos sonados en los países europeos, y posteriormente, gracias a las confidencias de Margarita.

Sin percatarse, sintió que caía en un pozo dónde voces reconocibles y otras no, susurraban en sus oídos relatos parciales por la subjetividad, frases o palabras referidas al caso como un anagrama, multiplicando los errores al analizar los razonamientos explicitados por el viejo policía. Pero fuera del imaginario pozo, en su cabeza repiqueteaban, como en noches de tamboriles, el azar, el presentimiento o el absurdo presente en el diario vivir. En eso estaba, completamente perdida cuando Tavares habló.

_ El móvil del cliente y su portavoz paulista a los que me referí por teléfono, requieren de una explicación ampliada que no di por razones de urgencia, como aceptar o no un caso con ribetes oscuros, pero tentador por los honorarios en danza.

_ ¡En buena hora! dijo el comisario.

Tavares lo miró de modo interrogativo.

_ ¿Qué es lo que no entendés? Me estoy comiendo la plata ahorrada en los gastos de esta inmunda agencia ¡de investigadores y consejeros!

El diagnóstico de Panzeri era irrefutable y todos sabían que la perspectiva de trabajitos de poco rédito económico los llevaría más tarde o más temprano a la parálisis.

Las tarjetas de los tres pesquisas se recalentaban en el ir y venir para cubrir los gastos corrientes que no admitían postergación. Y sabían que eso no podía durar sin corridas, en ocasiones pedir préstamos de dinero, tratar con usureros y ganar dolores de cabeza.

_ Imagino que estamos en esto porque creemos en la agencia… dijo Hannah y no dudamos de nosotros mismos ni de la sociedad. Lo dijo con una suficiencia envidiable mientras rascaba las orejas del perro y provocaba con el humo del cigarrillo.

_ ¡Esperen un momento! dijo el detective, también con Cardozo pasamos momentos difíciles hasta que en T&C logramos captar un cliente como Pedro Prado Perdriel, el magnate de Medios & Medios.

Ahora, la situación es parecida.

_ ¡Casi no lo contamos! exclamó Panzeri cruzado por emociones encontradas.

Hannah algo sabía pero ni respiraba en el afán de no interferir en algo que prometía ser importante.

_ La mafia infiltrada entre las filas de Inteligencia Paralela achicó el cerco sobre la oficina de la calle Florida, me seguían de cerca dijo el comisario jadeando como si corriera… hasta que minutos después arribaron en dos coches y se abrieron las puertas del infierno al desatarse un tiroteo que recordar no quiero.

Tavares no podría olvidarlo mientras viviese, aquella vez él y su compadre pudieron salvarse de milagro.

_ Pero convengamos, dijo el hombre joven, que la nueva agencia superó el desastre material y permitió la reunión de tres amigos en T.B.&P. aportando modestamente a la lucha contra el delito y el crimen organizado.

Aunque estamos en deuda con la madre de Valeria, dijo consternado. ¿Qué clase de consejeros somos si quedamos en palabras?

_ Yo después tengo algo para decir, dijo la mujer.

Hannah con la mirada perturbada fue por más café.

_ Vayamos al punto y completa el informe sobre lo conversado con la brasilera, dijo Panzeri con ansia indisimulada.

Hannah se sumó a la expectativa del comisario.

_ De la impresión que me produjo la mujer les contaré más adelante. Por lo pronto es joven, segura de sí misma y una mirada que desnuda. Los ojos verdespardo, por momentos hipnotizan.

_ Sin fantasías por favor, acotó Hannah.

Tavares abrió un cajón del escritorio y sacó un sobre de papel madera.

_ Primer asunto, habrán constatado que desde ayer en la cuenta de T.B.&P. está acreditado el dinero de los viáticos, mil dólares, convenido con la cliente.

_ ¡Un gran respiro! dijo Panzeri aliviado después de tanto.

Del sobre, el detective extrajo una tarjeta que pasó de mano en mano.

<ANTONINA CREUZA - CURATOR DE ARTE - CONTEMPORÁNEO Y DE OCCIDENTE>

Al comisario no le despertó interés alguno, en cambio Hannah se detuvo en leer y releer la tarjeta de presentación mientras deslizaba una enigmática sonrisa.

El trato con nuestro cliente es la búsqueda de dos cuadros de modesto formato pero al parecer muy valiosos; uno con la firma de Tarsila do Amaral y otro de Cândido Portinari.

A continuación, Tavares sacó a la luz dos fotografías de las pinturas robadas.

Cuando los otros terminaron de observar las fotos, el detective mostró otras tres fotografías, ampliadas lo suficiente como para hacer visibles los detalles.

_ ¿Y esto de qué se trata? inquirió Panzeri observando una de las fotografías.

Las fotografías en cuestión, obtenidas del registro de las cámaras de seguridad, mostraban desde diversos ángulos la fazenda de recreo en Picinguaba, propiedad del millonario paulista, Ademar Marcio Archanjo.

Antonina Creuza trabaja para el millonario, que si mal no entendí, el tipo es un afanoso coleccionista de arte.

En definitiva, ¿qué nos muestran las fotos para hacerlas interesantes?

_ Si nos sustraemos, dijo Tavares, de observar el fondo de un jardín y la piscina de aguas cristalinas, los cerros y la desbordante vegetación circundando el mar, entonces veremos en primer plano lo que nos interesa, la silueta de un hombre portando un bolso de viaje.

Una de las fotografías, como ven amplía la cara del sujeto.

_ ¿Sabemos algo de él? preguntó el comisario.

_ Por lo que dijo Antonina Creuza, ya habrían logrado identificarlo con la ayuda de Interpol Brasil, dijo el detective.

_ Entonces sabremos todo de él, dedujo rápidamente Hannah.

_ Correcto… de alguna manera es un conocido nuestro.

Hannah y Panzeri esperaron en sus asientos sin entender del todo.

Tavares hurgó en el sobre y esta vez mostró, con el membrete de INTERPOL-BRASIL, una hoja a la que dio lectura.

_ Nombre: Eduardo Bermúdez, Eduardo Salvatierra, alias Bartolomé Rabón, alias Lalo.

_ ¿El desaparecido? preguntó el viejo policía.

_ ¡El padre de Shaira! no lo puedo creer, dijo la antropóloga social.                                                         

Fecha de nacimiento: 1977  Edad: 44 años.

Nacionalidad: uruguayo.

Perfil descriptivo: caucásico, un metro ochenta, setenta y seis kilos, meñique derecho amputado, recurre de modo inconsciente al verlan, de uso común en el argot.

Antecedentes: figura en los registros de Interpol como sospechoso de robo y comercio ilegal de obras de arte.

Consta que actuó en Camboriú-Brasil, Marsella-Francia, Punta del Este-Uruguay.

_ Por lo visto, bien podría ser un soldadito al servicio de alguien grande, apuntó el comisario.

_ Este Lalo Salvatierra ¿es el mismo Lalo Bermúdez, el padre de Shaira? preguntó Hannah sin comprender del todo.

_ Vean ustedes, dijo Tavares hurgando el correo electrónico hasta dar con una fotografía escaneada por Shaira.

En ella se podía ver a un joven Lalo junto a su mujer y un niño con el fondo del Sena y el hotel de Lauzun. En otra, mostraba  el dorso de la foto donde con letra manuscrita y pequeña se leía: Lalo, Serena y Nahitan un noviembre soleado en París/ 2006.

_ Cuesta creer los pasos de esta gente, opinó con desgano el comisario.

_ Es la realidad de millones de desesperados o ilusos tras una quimera… puntualizó Hannah como ácida respuesta.

Tavares ignoró las encubiertas diferencias entre sus compañeros y fue por más café. Al regresar, indiferente a la mirada de los otros, enfrentó la fotografía entregada por Antonina Creuza a la otra del monitor.

_ Comparen ustedes ¿es el mismo tipo que buscamos?

Panzeri y Hannah observaron en silencio. Él era un astuto y experimentado policía, ella poseía el don de registrar y relacionar los detalles con una mirada…

_ Bien puede ser el mismo sujeto, dijo el comisario reacomodando sus anteojos.

_ Opino lo mismo, pronunció escuetamente la mujer.

_ Es hora de investigar quién es el maldito impostor, instó Tavares visto el giro de un caso que la Creuza proponía como una nueva prioridad para T.B.&P.

Cada uno de ellos optó por el silencio tratando de reordenar un puzzle de muchas más piezas que las supuestas. Panzeri fue a su oficina por un habano, y sin encenderlo, se dio el placer de mordisquearlo.

_ Lo mío es breve, dijo Hannah una vez restablecido el clima de trabajo.

_ Te escucho, dijo el comisario.

_ Fui hasta las alturas de Malvín y encontré un estado de cosas enrarecidas, las personas se movían con prevención, como si algo desconocido o intimidante acechase los alrededores de las torres. Sentí que la gente me miraba con desconfianza, como advirtiéndome que ese no era mi lugar…

Fue entonces cuando decidí hacer un llamado a Noelia, la madre de Beti, y en eso estaba cuando respondió al teléfono el padre de la niña, Ennio.

Me atendió con distante cortesía, no nos conocemos personalmente, pero fue explícito al responder sobre cualquier información que pudiese ser de ayuda, por mínima que fuese considerando el hallazgo de los cabellos anudados, un asunto que es vox populi entre el populoso vecindario, pero que provoca controversias.

_ ¿De qué estás hablando? preguntó Panzeri.

_ Del imaginario de la gente, unos temen que los cabellos sobrevolando entre las torres… como ya dije a Tresfilos, sean obra del diablo o los escupitajos de los inadaptados que caen desde las alturas.

El costado fantástico del caso incomodó a los dos hombres por igual.

_ ¿Y qué dijo el tipo? inquirió el comisario dando muestras de cansancio.

_ La respuesta de Ennio fue muy breve antes de cortar, dijo Hannah.

El padre de Beti, continuó la mujer, dijo que alturas de Malvín había sido invadido por la confusión y un ejército de sanadores ambulantes, espías de la policía y vendedores callejeros deambulando por los jardines.

Los rumores de distinto tenor iban y venían de boca en boca, había dicho Ennio con enojo, mentían las más de las veces, sino otros que arteramente difamaban a su familia o a las chicas. Vivimos cuidándonos entre nosotros, encerrados en el apartamento, muchos sin comprender ni menos aceptar, la tragedia ocurrida en la torre GH-57.

Tavares acomodó su corpachón en la silla y el comisario palmeó el lomo de Malevo.

_ ¿Por qué fui a las torres? Por un mensaje que recibí ayer de Ana, dónde daba cuenta de la coincidencia, infalible del ADN, entre la muestra de la madre con los cabellos encontrados en los árboles de los jardines.

_ Entonces…

_ ¡Entonces está viva! aseveró Hannah Bambereg.

Un silencio profundo se adueñó del lugar. Después habló el comisario.

_ Reconforta encontrar algo concreto entre todo este asunto, digo porque sospecho que los muchachos de I.P. todavía le están dando vueltas al asunto. Pero dominemos el entusiasmo, sugirió a sus pares, el hallazgo de los cabellos identificados por el ADN es un avance aunque no garantiza cuánto tiempo hace que estuvieron dando vueltas…

_ Está claro que es un pedido de auxilio de Valeria, intervino Hannah, un acto premeditado concebido en cautiverio hasta que encontró el modo de comunicarse.

_ Aun considerando las dudas del comisario, dijo el detective, queda abierta la chance de que la muchacha todavía permanezca en uno de los edificios.

_ Cobra fuerza la hipótesis de que la muchacha está con el novio, apuntó Panzeri

_ Tratemos de encontrarla antes que sea demasiado tarde, propuso Tresfilos Tavares.

 

*** 

 

La consigna había sido aprovechar un sábado antes que el otoño barriera con la  tibieza del sol. Sería una tarde especial, después de tanto Beti aceptaba retornar al grupo de amigas y acompañarlas en la mateada sabatina.

No sin temor, porque ella no había logrado superar un cumpleaños soñado como el de los quince y el bloqueo de sus sentidos a partir del rapto de Valeria. Y no sólo eso, en un santiamén al pasillo y el apartamento llegaron gentes extrañas, policías, peritos en no sabía qué, sicólogos y otros hombres y mujeres que preguntaban y repreguntaban a sus padres hasta el cansancio.

Ella había bloqueado, inconscientemente, emitir una palabra y debieron pasar tres semanas para comenzar a susurrar cosas ininteligibles al oído de su madre. Tres semanas en las que careció de la fuerza y espíritu, tanto como para permanecer postrada en la cama. Las pocas palabras que perturbaron el espíritu de su madre, fue al confesarle que por las noches conversaba con Valeria…

Las chicas no bajaron a la playa porque la brisa marina aunque leve, era suficiente para desalentar cualquier intento de sentarse en la arena. Optaron por acomodarse en las amplias escaleras y poder mirar al mar, así como quedar al reparo del ruidoso cruce de los automóviles por la rambla.

Con alegre cautela, conversaron de todo y de nada, contentas de estar juntas pero no completamente felices como antes, tan despreocupadas por todo y risueñas a lo que las rodeaba. Este año todo se presentaba difícil e inexplicable, pero nada mencionaron al respecto porque las desapariciones de Valeria y el padre de Shaira además de traumático, estaba rodeado de un insondable misterio, por lo menos para ellas, estudiantes soñadoras y quinceañeras.

Beti no pudo más y buscó aliviar su pena.

_ Chicas ¿ustedes creen que Vale va a volver con nosotras?

La inocente pregunta de Beti implicaba secretamente evocar a la muerte.

La mudez que provocó en todas fue una escena imprevista como mágica. La brisa cesó al instante y entonces escucharon los graznidos de las gaviotas en la rompiente, así como el rozar de los cangrejos en su andar frenético, y de un poco más allá, llegaba el fragor de la arena en el rondar alocado de los perros vagabundos.

Y como en los días felices, creyeron oír la voz cantarina de Vale renaciendo al impulso de las olas.

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