TRESFILOS TAVARES 17 / JOSÉ LUIS FACELLO

Día cincuenta y uno.

Tavares salió a trotar esa mañana de otoño sin importarle los rigores del clima.

Eligió ropa deportiva más una campera de nilón, que le permitía protegerse del frío como llevar el arma disimulada a la mirada de los curiosos. Lo que no podía disimular eran las doscientas libras del cuerpo de un semipesado y que a esa hora de la madrugada, podía resultar sospechoso o intimidante para algunos asustadizos.

El circular inquieto de los perros por la rambla tampoco ayudaba.

Montevideo se había modernizado y el miedo entre la gente estaba presente como el uso de dinero virtual o viajar en un ómnibus atiborrado de pasajeros.

Llenó los pulmones de aire helado y avanzó como tantas veces en dirección al Este con el sol asomando frente a su rostro. Al costado, el agua agazapada en la oscuridad se estrellaba una ola tras otra sobre la playa, al impulso de fuerzas invisibles y el vuelo alterado de las gaviotas a merced del viento completaba el cuadro del caos en movimiento. Él sentía ser también como parte de situaciones inmanejables, marginales, tanto como la resaca arrastrada por la pleamar.  

Bermúdez el tipo buscado, la Creuza y el millonario brasileño; un Portinari a merced del mercado negro; Josualdo y sus compinches reducidores de lo ajeno, y él Tresfilos Tavares, inmersos hasta el cuello en las turbulentas aguas del delito.

Después de la visita de Panzeri y Margarita al Hotel de los virreyes, tenían la certeza de que Lalo Bermúdez, Lalo Salvatierra o como se haga llamar, era un sujeto de cuidado. Estaba acorralado y decidido a escapar, portaba un arma de grueso calibre que lo convertía en peligroso y a esta altura de los acontecimientos, sabría que además de Interpol estaban tras sus pasos los muchachos de Delitos Globales e Inteligencia Paralela. ¿Acaso Antonina Creuza se había adelantado en la búsqueda de ladrón?

No dejaba de llamar la atención, que la intervención de T.B.&P. a instancias de la curadora de arte resultara una anomalía en el lógica de este asunto, y de su parte, sentirse participando de un juego distractivo que no alcanzaba a comprender. Algo no encajaba.

¿Por qué un cliente, tiene espectativas en una pequeña agencia de investigadores privados para un caso de enmarañada magnitud, si ya se habían despertado las alertas de las agencias de seguridadglobales?

No quería pensar si no estarían ante la punta de otro iceberg, parte de la trama geopolítica  azuzada en los tweets con micro-mensajes del ministro Almazo.

Bajaron a la playa, Chase recogió el palo y regresó satisfecho. Malevo ladraba al mar.

 

Se encontraron con Josualdo en el Nuevo Bristol a las once.

A medida que se acercaba a la mesa tres, Fraga observó al acompañante del licenciado y acertó en pensar que no se trataba de otro policía, pero había algo en el individuo que despertaba la atención. De edad entre cincuenta y sesenta, cuerpo delgado y fibroso con un pasado que bien podría ser el de un atleta o un albañil. Como fuese, no era un tipo que pasase desapercibido.

_ Buenos días señores, dijo el mozo.

_ Buenos días Fraga.

Una cerveza para mí y mi amigo, dijo el detective.

_ ¿Algo para acompañar?

_  Maní salado y unas papitas.

Cuando el mozo se hubo alejado Tavares dio inicio a la conversación.

_ Bueno ¿cuáles son las novedades?

_ Teniendo en cuenta que hace cinco días no teníamos nada, ahora puedo decirle que hemos avanzado hasta el punto que a las siete de esta misma tarde podremos tener un resultado, informó Josualdo sin medias vueltas.

_ Su encargue señores, dijo el mozo poniendo sobre la mesa la botella, vasos y platillos.

_ Gracias Fraga.

_ Escuche esto, dijo Josualdo, en los tres lugares de gente amiga que visité, les anticipé el interés de un comprador por una pintura de Portinari, el brasileño. Eso cayó bien y se interesaron de inmediato, yo no entiendo de arte, pero parece ser que lo cuadros del tipo son muy reconocidos y han recorrido las principales galería y museos del mundo.

_ Entiendo, dijo un expectante Tavares mentalizado como un cazador urbano…

Josualdo tosió roncamente cubriéndose la boca con la palma de la mano.

_ De los tres reducidores, uno aseguró meditar la propuesta para al fin decir que le interesaba el negocio pero era un mal momento. Tenía el teléfono intervenido y su negocio era vigilado por la policía. ¿Por qué?, está sospechado de vender un Degas falso.

_ ¿De qué estás hablando?

_ Lo que oye, amplió el otro de modo concluyente.

La pintura de Degas llamada Jinetes delante de la tribuna, hubiese pasado inadvertida por la policía sino fuese que figuraba en una lista de pinturas robadas.

_ …

_ A una millonaria argentina en un country de José Ignacio, refirió Josualdo al robo del último verano, muy publicitado como ocurre con los deslices de los famosos de la televisión latina.

Alertados a tiempo de la maniobra, continuó el informe, el Degas falsificado quedó al descubierto por los tipos de la compañía de seguros, que usted bien sabe, son unos vulgares estafadores a la hora de resarcir el daño.

Josualdo bebió un trago largo de cerveza y sonrió malignamente.

_ Los tipos de los seguros son peores que los ladrones…

_ ¿Y los otros? Los que compran y venden.

_ Hablé con ellos como ya dije y esperé. Hasta que uno llamó diciendo que tenía novedades.

El hombre interrumpió lo que decía para toser con disimulo. La tos era una amiga que solía fastidiarlo.

_ Son discretos y guardan absoluto silencio sobre sus fuentes y canales de negociación. Porque hay mucho riesgo en este juego, envidia, delaciones o chantajes que se desestiman con abultadas comisiones,decomisos o un calabozo de seccional.

Usted me entiende…

_ Sí entiendo, pero ¿qué pasó?

_ Bueno la que llamó fue Tony Hilerman, una buena chica y mejor comerciante.

Con ella tuve tres conversaciones, dos por teléfono y la tercera vez en la casa de antigüedades de la calle Rincón. Desconozco cuantas llamadas tuvo del otro sujeto, pero tengo entendido que fueron varias, porque el tipo es precavido y toma todos los recaudos para no caer en una trampa.

_ Está en lo cierto y estará bajo la lupa hasta que demos con él.

_ Si alguien no se adelanta…

Tavares llamó al mozo y pidió otra cerveza.

_ Tony me aseguró que el tipo no estaba dispuesto a ir más de una vez al local para verificar el estado del Portinari y la autenticidad firmada en la contracara. Notó que estaba desesperado por vender y pide cien mil por lo que vale un millón.

_ Siempre me pregunté cómo harán para valuar un cuadro… dijo el detective.

Josualdo, el escalador de edificios, detuvo la mirada en la del otro y después habló.

_ Me parece una duda innecesaria, dijo sonriente.

Valuar una pintura o las piernas de un futbolista es un sinsentido, giran en los catálogos de arte o en el mercado de jugadores. Los representantes dicen invertir millones en cada transferencia, limpia y el rédito asegurado por otros millones de plata en negro. Que dicen que se pierden en viajes, comisiones, en novias de cuerpos espectaculares y dudosa fidelidad. Gastan plata a paladas en comidas, en shows y prostitutas…

_ ¡Qué mundo el del fútbol! exclamó el detective.

_ No se asombre, dijo con sorna el otro, son gente como nosotros. Mire dónde terminó Platini…

_ No me extraña, el franchute y otros tantos se prestan al juego, parecido a lo que la tinta al calamar, que protege a los capos del crimen organizado.

Un camarada nuestro le prestó atención al asunto y lo asesinaron una madrugada en la avenida Aparicio Saravia…

Josualdo recobró la seriedad y escuchó en silencio. Había escuchado muchas historias de ladrones, pero de policías era la primera vez.

No era el momento y Tavares rencauzó la conversación.

_ Volvamos a lo nuestro.

_ Sí, termino con lo mío.

Tony es una experta en negociar y me decía que la mayor dificultad es la inestabilidad emocional y desconfianza del tipo. Por eso después de algunos regateos, de idas y venidas, las pretensiones del sujeto fueron disminuyendo hasta que Tony logró acordar el monto definitivo y el día y hora de la operación.

La noche que estuve con ella para ultimar detalles se la veía nerviosa aunque satisfecha. El requisito de ella es que por razones de seguridad todo sea lo más breve posible, una condición que al vendedor del Portinari le pareció perfecta.

_ A nosotros también. ¿Y qué más? preguntó Tavares.

_ El otro tema es el de los billetes, el tipo quiere dólares o euros de baja denominación, en fajos de diez mil. Al local de Tony entra usted solo con el maletín del dinero y yo, si a usted le parece bien,  lo espero de mucho antes escondido en alguna parte para dar apoyo si fuese necesario. Con tipos como ese nunca se sabe…

Josualdo respiró profundamente a modo de un sutil ejercicio reparador para sus pulmones.

_ Hay cámaras en cada esquina del corredor turístico, enumeró Josualdo, por las calles Sarandí y Rincón, desde la Plaza Independencia y el Teatro Solís hasta la Plaza Matriz y la Plaza Zabala, y por la calle Colón hasta el Mercado del Puerto.

Esto permitirá a Control Ciudadano el seguimiento del tipo y de cualquiera de nosotros…

_ Josualdo, te agradezco que hayas tomado los recaudos necesarios, porque en estos asuntos se sabe dónde empieza la cosa pero nunca dónde termina.

_ De mi parte quédese tranquilo, ni usted me va a reconocer, afirmó Josualdo.

Después, dijo retomando el hilo de la conversación, llegará el tipo con otro maletín negro y la pintura, sujeta previamente a la mirada de una experta amiga de Tony para darlo por un Portinari auténtico. Eso está acordado y no habría sorpresas.

_ Hablé con Panzeri y ya tiene dispuesto todo, el maletín y los billetes falsos.

Josualdo sonrió, constatando el parecido entre los buenos y los malos a la hora de negociar.

Al detective, el gesto del otro no pasó desapercibido.

_ Panzeri dice que es imposible conseguir esa suma sin llamar la atención de Delitos Globales. Por lo que uno de los expertos de I.P. que trabaja en contaduría paralela, le facilitó al comisario la suma y la devolución, en pago de vaya uno a saber qué favor…

Tavares llamó a Fraga y pagó el ticket.

_ Dinero bueno y en efectivo, dijo el detective al mozo que lo conocía lo suficiente.

_ Gracias licenciado y hasta pronto, respondió.

Tavares y Josualdo se despidieron al salir del Bristol y a partir de ese momento a mentalizarse cada uno en lo suyo.

Faltaban apenas seis horas para la cita en la casa de Antigüedades y Trastos de Tony Hilerman.

 

***

 

El enfoque en plano medio de la cámara mostraba a Jessica Buendía, la conductora de El desatino de la brújula, luciendo radiante como siempre. En la transmisión de esa noche, el programa número 1082, ella como de costumbre, se desvivía por transmitir la sensación agradable de que en la ciudad todo estaba bajo control.

Un panel de invitados abordarían temáticas diferentes, en palabras de la diva de las noticias, que relacionaría a la microeconomía como la gran oportunidad, en palabras del ministro, y al control ciudadano imprescindible para la necesaria sensación de bienestar.

Pero, le advirtieron los productores del programa, que sería una noche complicada.

Contarían con el despliegue del equipo de exteriores, con la promesa de develar los entresijos del anuncio sobre la inventiva empresaria, como del misterio en las alturas de Malvín, en dos interesantísimas entrevistas.

Una, en el campito de Apolinario Céspedes, productor artesanal de cerveza obtenida de la fermentación de la carqueja. Un emprendimiento revolucionario, diría el ministro.

La otra, el testimonio de Eva Piriz, la joven madre que vive al borde de un ataque de nervios y resiste a la adversidad por la incalificable desaparición de su única hija.

Pero a la conductora del programa además le preocupaba el zócalo en la pantalla, que en esos momentos se deslizaba salvajemente con la última noticia: cuatro asesinatos simultáneos en los suburbios de la ciudad.

Reeditando tristemente, diría con apatía, los crímenes de enero.

La entrevista en directo con Apolinario Céspedes debió posponerse, a causa de la torrencial lluvia que azotaba el centro-este del país, tornando imposible pese al esfuerzo de los técnicos, reestablecer con normalidad las comunicaciones satelitales.

El encuentro de Eva Piriz con Karina Buendía, la jovencísima periodista, fue intimista y con una buena dosis de calidez humana. El camarógrafo y el sonidista actuaron acorde a su profesionalismo, la cámara fija registraba a las mujeres en una mesa del comedor, un cuadro con la fotografía de Valeria Piriz, una ventana y la copa de un árbol. La iluminación necesaria, sin golpes bajos ni viciosos artificios.

Preguntar y responder sobre la violencia implícita en la torre GH-57, de mucho antes de la noche del gran apagón, implicaba de parte de las dos mujeres, poner el cuerpo a las palabras y las pausas silenciosas al dramatismo.

_ ¿Dónde imaginas que está Vale? preguntó Karina en el momento oportuno.

_ Sólo puedo imaginarla cercana a mí… porque comprenderás que es todo lo que tengo para seguir viva.

_ ¿Qué le dirías en este momento, si tu hija te mirase del otro lado de la pantalla?

_ Sinceramente no sé qué decirle… ya pasaron cincuenta y un días convertidos en una noche de pesadillas… pero Vale es una niña fuerte y sobrellevará su destino.

_ ¿Crees que está en nuestro país?

_ No lo sé, los pervertidos y la prostitución están en todas partes.

_ Gracias en nombre de todas las mujeres, dijo Karina con la voz quebrada, esta vez los hombres tendrán que escucharnos…

Desde el pie de la torre GH-57, se despide Karina Buendía.


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