Uruguay: La coalición está liquidada (por Leandro Grille) por FG

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La semana pasada advertíamos que a Ernesto Talvi lo estaban echando y su salida del gabinete era cuestión de horas. Sin embargo, el procedimiento para su eyección fue deliberadamente humillante, desdoroso, diseñado para hacerle un daño manifiesto y demostrarle la insignificancia de su peso político, por más que haya sido el socio más votado de la coalición de gobierno. El presidente Luis Lacalle Pou no solo lo obligó a un renunciamiento que apenas camufla la destitución, sino que lo hizo durante su primera Cumbre del Mercosur, de forma de dejarlo francamente pegado ante todas las cancillerías de la región y adornado con una campaña de escarnio en las páginas del diario El País, en las que solo faltó catalogarlo de violencia machista con una funcionaria subalterna del ministerio que se habría atrevido a contrariarlo.

Ya hace unas semanas, luego de que se corriera la voz de que Talvi estaba a punto de renunciar, a partir de un tuit publicado por el periodista Gabriel Pereyra, el presidente ofreció declaraciones a la salida de un acto en memoria de las víctimas del Holocausto que a mí me parecieron increíbles, aunque pasaron bastante desapercibidas. En dichas declaraciones, Lacalle Pou quitaba relevancia al trascendido, destacaba la importancia de “Ernesto”, refería a su condición de “idóneo” y “buena gente”, pero a la vez reseñaba de la reunión “excelente” que habían tenido, su carácter “afectuoso” y “conceptuoso desde él hacia mi persona, demasiado para mi gusto” (sic). Como era evidente que Lacalle Pou lo quería fuera del gabinete, lo estaba pasando por arriba en decisiones claves y hasta lo había desautorizado públicamente en el tema Venezuela; la mención al contenido meloso de más de las expresiones del excanciller hacia el presidente en una reunión privada fueron un golpe bajo, ordinario, medio repugnante, propio de un monarca que se jacta de la sumisión de los otros, incluso de los cortesanos que en el fondo desprecia.

Con esta expulsión del gabinete, se terminó la coalición multicolor a la que solo le queda vida administrativa hasta que se vote el Presupuesto. El presidente Lacalle Pou armó un gobierno de tipo personal que utiliza a sus aliados, pero en el que manda el herrerismo a un punto nunca antes visto desde la restauración democrática. Sus ministros son secretarios sin autoridad política ninguna, no acepta ninguna clase de cogobierno y menos de competencia. Y si algún funcionario lo contradice o lo supera en popularidad, como era el caso de Ernesto Talvi, está dispuesto a expulsarlo con alevosía y sin consideraciones.

La coalición se terminó con esta renuncia forzada porque es imposible soslayar que Ernesto Talvi era el socio más importante del gobierno, en tanto es el líder más votado del Partido Colorado, que es el segundo partido de la coalición. A Lacalle Pou le queda explotar las contradicciones entre Sanguinetti y Talvi y buscar la división de Ciudadanos mediante la cooptación de dirigentes, pero es Talvi el que tiene los votos, la mayoría de los legisladores y la mejor imagen pública entre los colorados, por lo que más temprano que tarde se las va a cobrar todas, porque además está claro que el excanciller quedó con la sangre en el ojo y es un hombre profundamente temperamental y rencoroso.

El otro socio de la coalición es Cabildo Abierto, liderado por Guido Manini Ríos. A Manini, Lacalle Pou no sabe cómo manejarlo, es un general acostumbrado al mando y a la obediencia de la tropa. Va a estar en el gobierno hasta que lo considere y va a poner las condiciones que se le canten. Lo va a dejar a pata en las leyes que se le ocurra y le va a exigir al presidente tantas concesiones como necesite. El presidente sabe que Manini tiene un poder muy superior a su representación y que no puede contar con él para absolutamente nada que el general no esté absolutamente dispuesto y convencido. Manini es el dueño de la gobernabilidad parlamentaria y va a marcar los tiempos de este gobierno. Lacalle Pou va a gobernar hasta que Manini quiera, y a partir del momento en que a Cabildo Abierto se le ocurra que se le terminó el changüí, el gobierno herrerista se queda sin base parlamentaria, sin gabinete multicolor y empezarán a desfilar los ministros interpelados por ellos mismos. La velocidad de esa ruptura es la velocidad de la crisis, y la crisis que se avecina en términos económicos y sociales es rápida y es tremenda.

El Presupuesto será el momento demarcatorio del fin de la coalición. La voluntad de ajuste de Lacalle Pou se va a enfrentar a las pretensiones de los ministros de los sectores coaligados. Cabildo Abierto va a querer recursos para gestionar sus ministerios del “área social” y poder llevar adelante una política expansiva, porque el sueño de los cabildantes es conquistar el poder y no se puede juntar votos jugando al achique, bajando el gasto, echando gente, suprimiendo programas y sin cortar cintas, muchos menos entre los más humildes, que son los que más precisan del Estado y que es el nicho al que apunta Cabildo Abierto.

Aunque el blindaje mediático es mucho y la agencia de marketing hace un trabajo denodado y destacable, este gobierno se conduce a indicadores sociales graves, y en cuatro meses ha mostrado más desprolijidades y suscitado más escándalos que ningún gobierno de los últimos 35 años en un período comparable de “luna de miel”. Camina directo hacia el fracaso y la impopularidad, y eso es notable para todos los observadores atentos, sobre todo entre sus aliados, que no van a querer estar a bordo cuando comience el hundimiento.


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