Tresfilos Tavares 20 / José Luis Facello


Andy con la mirada clavada en la ventanilla del ómnibus vagaba con la mente por otros mundos…  

Ni bien recibió los primeros mensajes de Tresfilos percibió que algo andaba mal.  

En qué cabeza cabe que un detective privado se haya metido en semejante lio que pagó con un balazo en el hombro y que bien pudo volarle la cabeza.  

¡Hombres!  

Amaba a Tresfilos y no podía imaginarlo de otra forma que vivo y saludable.  

Por la ventanilla desfilaron millones de eucaliptos pero no reconoció el lugar, salvo saber que iba por la Ruta 7, camino a Montevideo.  

Nunca podría olvidar lo mucho que había arriesgado el detective cuando su padrino Pancho Cruz fue perseguido por su pasado y sobrevivió a las dos emboscadas que le tendieron. Una en la sala del sanatorio y otra en la casa de piedra enclavada en la Cuchilla Grande.  

La última vez, el ataque se produjo bajo el cielo estrellado, visitábamos al padrino y nos disponíamos a comer un capón asado en derredor del fogón. Tresfilos se tiroteó con los otros mientras el padrino y yo ganábamos tiempo para ensillar los caballos y escabullirnos por la quebrada.  

Algo de lo que ocurrió en la Ciudad Vieja fue el titular en la página de policiales: “DISPAROS AL ANOCHECER”   

Seguido del ambiguo relato de un cronista que no estuvo, ni en sueños, en el lugar de los hechos y menos conocer el olor de la pólvora o el rojo bermellón de las salpicaduras y charcos de sangre.  

Asunto que no tardé en relacionar con lo que Tresfilos, de modo inusual, encubrió en los mensajes enviados ayer.    

Enterarme y pedirle un favor a Marianela, mi compañera de la escuelita de Salsipuedes y rogarle a un padre un tirón hasta la Ruta 7 en la motocicleta fue lo que se me ocurrió en ese momento. Llegada la ocasión, suplantaría a Marianela los días que fuesen necesarios.  

Él no estaba solo y contaba con los compañeros de T.B.&P. pero ellos, como todo montevideano que se jacta de serlo, siempre estaban ocupados. Y yo quería estar junto a él. Así lo habíamos hecho siempre, en las buenas y las malas.  

Salió de sus cavilaciones al oír una voz apremiante.  

¡Paramos diez minutos en Fraile Muerto!, anunció el chofer del ómnibus.  

 

A primera vista lo vio recuperado. Lucía bien, un médico amigo de Panzeri había limpiado y suturado la herida para después recetar una batería de antibióticos.  

Todos se miraron cuando el doctor aprobó la primera curación, sin mencionar el vendaje que retiró de la herida con olor a sangre y embebido en whisky.  

Tavares guardó silencio y nadie preguntó nada.  

En el ambiente no se acostumbra a dar nombres salvo por necesidad…  

El doctor Dahlberg, “el vikingo” para los amigos, era un profesional entendido.  

No quiso cobrar un peso ni tampoco acostumbraba poner pretextos éticos ni morales en las situaciones de emergencia, sin preguntar nada ni excusarse, como hacían otros hipócritas. El doctor Dahlberg no esperaba a juez ni policía al momento de arremangarse cuando se tratase de un herido de bala, una parturienta sin sociedad médica o una niña a poco de ser violada.  

_ Si les contase las cosas que vemos en la guardia del hospital… respondió a un comentario circunstancial que hizo Delia sobre la loable vocación médica.  

Resultó un hombre agradecido. Adujo que el comisario Panzeri en una ocasión le había salvado la vida, aunque las circunstancias de aquello no vienen al caso, dijo.  

El detective con el hombro izquierdo inmovilizado por los vendajes, se paseaba de la casa al patio con el pretexto de fumar tranquilo, cuando en realidad quería quitarse el vendaje y salir en busca de Lalo Bermúdez, el criminal que lo baleó a él y a su ocasional compañero.  

Revisando el piso del bazar de antigüedades, la noche del zafarrancho, Josualdo encontró tres casquillos de la pistola nueve milímetros.  

El círculo de las actividades delictivas de Lalo Bermúdez, cavilaba Tresfilos, se estrechaba al falso vendedor de quesos y por lo que se sabe, a traficar obras de arte en Brasil y nuestro país. El comercio al menudeo de marihuana, parecía limitarse a las cuadras aledañas a La Cruz como un rebusque más en los tiempos duros, a que el tipo integrara una organización narco.  

De alguna manera no había nada que relacionara a Bermúdez con la muchacha desparecida. Salvo por la insistencia de su mujer, de tener que pasar por altos de Malvín a buscar a Shaira y las chicas la noche del cumpleaños. Cosa que inexplicablemente no ocurrió, según le confesara la propia hija.  

El cabo que había quedado suelto, rememoraba el detective mientras encendía un cigarrillo, fue la aparición de la vieja del carrito como esfumarse en un santiamén del local de Tony Hilerman.  

¿Serían las piezas de alpaca de su finada madre, como dijo, o el fruto de un robo?  

Dieguito lo sacó de sus cavilaciones por el bullicio que armaban con el perro.  

_ ¡No muerdas Chase! se lo escuchó gritar como parte del juego.  

Un padre detective y herido combatiendo el mal, en la mente del inocente lo convertía en un super héroe. Como los que saturan las pantallas de la tele y cuyos nombres, Tresfilos debía aprender a reconocer a cada conversación dominguera con su hijo.  

_ Cuándo te pongas bien ¿me llevas a pescar? disparó el niño.  

_ Prometido, dijo Tavares avivando el recuerdo feliz de la última excursión a las playas de Colonia.  

La madre salió al patio donde le alcanzó un mate recién ensillado.  

Dieguito se había convertido en otro hijo para ella, desde el mismísimo momento que Doris pidió el traslado a Inteligencia Paralela, división Buenos Aires.  

_ Me hacía falta tomar algo caliente, agradeció Tresfilos.  

_ Por nada hijo. ¿Dieguito no está muy frío para vos?  

_ Si papá que está herido se la aguanta yo también, respondió más que el niño, el compinche.  

_ El sol está agradable a esta hora de la mañana, comentó Hannah que se sumó al grupo demorada por la interesante conversación del doctor y el axioma irreductible de salud y Estado como basamento de la libertad y la justicia. Al despedirse, el doctor Dahlberg envió saludos al comisario Panzeri.  

_ Bueno Tresfilos, es hora de que nos cuentes a tu mamá y a mí que pasó con el cuadro como para merecer que te quisieran matar.  

_ Sí, no hay nada que ocultar, dijo el hombre.  

_ Me pareció raro, dijo Hannah, el segundo llamado de Josualdo avisando que lo de pasarte a buscar se suspendía. Sin más explicaciones de tu parte.  

_ Te debo una disculpa, dijo Tavares, pero tú sabes que en el apuro a veces hay que improvisar.  

_ Comprendo.  

Hannah nada dijo que en aquel momento estaba en otra cosa, bien acompañada. Asunto que en algún momento se lo diría, porque Tresfilos era un viejo amigo de ella y su marido.  

_ El asunto lo resumo de esta manera, dijo el detective.  

Lalo Bermúdez con el Portinari en el maletín llegó puntualmente a la cita acordada, yo lo esperaba con el dinero junto a Tony la dueña del negocio y la experta en arte. Era lo que habíamos acordado y en eso estábamos, incluyendo a Josualdo que estaba escondido dispuesto a apoyar en caso de ser necesario.  

_ ¡Y por lo que se ve llegó tarde! dijo indignada la madre.  

_ Todos fuimos tomados por sorpresa cuando entró al local una vieja con aspecto de pichicome y un carrito a la rastra.  

_ ¡No lo puedo creer! dijo Hannah desacostumbrada a los imprevistos.  

_ Bermúdez tampoco lo podía creer, así que escapó con el maletín del dinero, disparando tiros a diestra y siniestra, atropellando ciegamente todo a su paso, incluida la miserable vieja.  

El impacto me derribó y apenas si alcancé a ver a Josualdo saliendo tras el ladrón.  

Las dos mujeres estaban histéricas pero afrontaron la situación, por lo pronto, Tony apagó las luces salvo la de entrada y me ayudó a bajar al sótano. Un cuartucho de mala muerte lleno de trastos viejos. Con un sofá para que se recueste señor Basilio, dijoTony.  

_ ¿De dónde salió ese señor? preguntó Delia.  

_ Mamá yo era Basilio, en este ambiente hay que ser cuidadoso porque nunca se sabe.  

_ Lo que no dijiste es ¿cómo lograron eludir el cordón policial? dijo Hannah tratando de reconstruir lo sustantivo de aquella noche.  

_ Josualdo de inmediato regresó al local después de recuperar el portafolio con el dinero y a continuación, con los nervios de punta se marcharon las dos mujeres. Muy cerca se escuchaba las sirenas de los patrulleros.  

Esa fue la segunda sorpresa.  

Tony movió un cuadro viejo que ocultaba otra escalera que conducía a un túnel.  

_ Hijo ¿lo soñaste o estuviste bebiendo?  

_ El túnel se salvó a la demolición de las murallas, y tiene una salida por el cubo norte, aunque mantenga entre los escombros la traza que comunicaba al cubo sur.  

Por allí escaparon Tony y su amiga.    

_ El tenebroso submundo de la colonia… dijo Hannah.  

Al día siguiente y por eso el cambio de planes, dijo el herido mirando a Hannah, Tony nos dio una linterna y la llave de la puerta. Caminamos unas centenas de metros, no supe cuánto en aquel momento, hasta que nos asomarnos y vimos un grupo de turistas alemanes conducido por un guía bilingüe. Nos colamos de una, lo demás fue sencillo…  

 

Al mediodía pidieron pizzas y una hamburguesa con queso a pedido de Dieguito.  

Mientras tanto, Andy se comunicó por teléfono y poco después llegó a T.B.&P. con una cuota de controlado nerviosismo.  

Lloró en el hombro sin vendajes, en tanto Tresfilos la abrazaba como podía.  

Dieguito dio aviso a los gritos que el delivery había llegado y se reunieron en la mesa.  

Comieron pizza con mozarela, otra con tomates, queso y albahaca y porciones de fainá con pimienta.  

Dieguito compartió un pedacito infame de hamburguesa con Chase y Malevo que rondaban a su silla.  

Engulleron las pizzas como acostumbran los empleados freelance al borde de los mostradores, y las mujeres bebieron cervezas, mientras le advertían socarronamente a Tresfilos que los antibióticos son incompatibles con el alcohol.  

El hombre aduciendo una molestia en la herida eludió la sobremesa para recostarse un rato. Delia se había adueñado de la casa y preparaba el café.  

Hannah no perdió tiempo y puso al tanto a Andy del próximo paso, la incursión a los sitios ocultos de las torres de alturas de Malvín.  

La maestra rural estaba al tanto de todos los sucesos, porque el intercambio de mensajes con Hannah era más que frecuente.  

_ En pocas palabras, formaremos dos grupos para buscar a Valeria y así poder abarcar más de los lugares poco frecuentados por los vecinos.  

En un grupo estaríamos, tú, Raúl,Nubia su mujer, yo y los grafiteros amigos.  

El otro lo integran, Josualdo, Eva, Shaira y Cintia más otros grafiteros, se entiende.  

¿Estás de acuerdo?   

_ Totalmente, dijo Andy.  

Pregunto: ¿el comisario no es de la partida?  

_ Ni el comisario ni Tresfilos deben saber nada del asunto… Ellos tienen otra lógica, ¿se entiende? dijo Hannah haciendo la venia.  

Delia trajo el café y llevó otro para Tresfilos. Para ella había preparado té de boldo.  

_ Hijo te traje un café, dijo la mujer cuando en eso sonó el teléfono de Tresfilos.  

_ Agencia de consejeros e investigaciones, dijo con impronta profesional.  

_ Habla Antonina Creuza.    

 

***  

 

Habían tenido un día terrible, dos horas de matemáticas y prueba de historia en la última hora.  

_ Peor imposible, dijo Beti.  

Habiendo salido del estado de shock y regresado a clases, la muchacha se manifestaba de modo extraño o caía en lapsos de ausencia con la cabeza inclinada a un costado. Persistía en la intimidad junto a sus compañeras de confianza, en afirmar que su casa estaba maldita y los ruegos de Valeria la acompañaban a todas partes.  

_ Razonemos a la inversa de los polis, intervino Cintia. De Vale no sabemos nada… pero nada indica que no esté con vida.  

¿Quién dice que ella no está esperando la oportunidad de volver con nosotras?     

_ Si no la encontramos antes, dijo Shaira de modo enigmático, esperanzada en el plan de Hannah para buscarla.  

Cintia la miró al caer en cuenta que al anochecer del día siguiente llevarían adelante el plan que a primera vista conjugaba el amor, la urgencia y el delirio.  

Lo harían al anochecer porque la gente se guardaba en sus apartamentos, porque los pintores de grafitis se movían a su gusto en las sombras y porque el silencio mortecino que imperaba en los lugares de paso prohibido, aumentaba la chance de escuchar sonidos mínimos como para ver, es un decir, signos de vida.   

_ No nos va tan mal, comentó Loli, aunque desertora del liceo se daba una vuelta a las juntadas en la plaza.  

Un aprendizaje forzado a la hora de las discusiones entre una madre sumergida en el pensamiento místico y un padre en silla de ruedas, enchufado a los audífonos escuchando música tropical.  

_ En eso pienso, continuó Loli, mientras a mi viejo lo saco a la vereda en la silla de ruedas… o reparto las viandas que mi madre cocina a los ancianos librados a su suerte.  

No-nos-va-tan-mal, zumbaba como un moscardón en la cabeza de las otras muchachas.  

_ ¿No vieron a la Buendía? Dijo que la realidad lo estropea todo y en ocasiones nos deja atónitos como en las películas de Hollywood.  

_ ¿Qué decís? interrogó Shaira.  

_ Mientras la Buendía eso decía, en letras celestes, porque ahora todo viró al celeste dijo Cintia, el zócalo anunciaba: “ADONIS DESNUDO AHOGADO EN EL BUCEO; ATACAN Y ROBAN A TRES POLICÍAS; UN CORDERO VOLADOR CAE EN JOSÉ IGNACIO”  

_ Pero eso es parte de las cosas de nunca acabar, apuntó Shaira.  

Me dijo Hannah, que el hombre encontrado en la colectora de las aguas sucias, no murió ahogado sino degollado. El tatuaje lo relaciona con un club náutico brasileño y el cruce en estos días de la regata oceánica Buenos Aires-Río de Janeiro levantó una ola de sospechas entre la policía…  

 

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