Tresfilos Tavares 27 / José Luis Facello

 



Día sesenta y siete 

El comisario recibiría en su casa a Margarita por primera vez.  

Una noche especial, aunque se conocían desde hacía muchísimo tiempo en los actos y fiestas, como invitados de la institución policial.  

Milton Martínez y Margarita su esposa, por lo general compartían la mesa con Tavares y Doris junto al comisario Panzeri, el solterón empedernido. Los del protocolo sabían de la amistad que los unía y los lazos de padrinazgo como para asignarles la misma mesa. 

Cuando el comisario recordaba aquellos días, de a ratos caía en un abismo de soledad tan absoluta como irreal. En esos momentos recurría a un amigo secreto, la voz del tenor lírico Tito Schipa y el encantamiento en que lo sumía la música de ¿Chi è più felice di me?  

Y en esta ocasión, la oportunidad de compartir en la voz del tenor algunos de los tangos preferidos por Margarita. 

Pero esa noche evocaban otra noche, cuando cuatro meses atrás emprendieron un mix de trabajo con una aventura sentimental, que a poco devino en un nuevo amor. 

El comisario había preparado un besugo al horno con papas bañadas en rustrido de ajos y pimentón, y a renglón seguido un poco de pasta con salsa de calamares. Puso dos copas para el vino tinto como para acompañar la comida y la conversación. 

Pasadas las ocho, Margarita fue recibida con cierta formalidad dispuesta a escuchar el sueño de Jacinto, anterior al reciclado del pequeño apartamento. Él era policía y punto, dijo Jacinto delimitando sueños y responsabilidades, pero pudo más la batuta de Isidoro Madruga.  

El joven arquitecto aportó detalles y soluciones impensables al punto que sacó partido, del lugar de estar convertido en sala multiuso y el balcón en un jardín de invierno, para integrarlos en un híbrido acogedor al gusto y capricho del dueño. 

Jacinto Panzeri había imaginado que a su hora terminaría en las rutinas de un funcionario jubilado, sin sospechar que debería retirarse de modo anticipado a causa del tiroteo en la vieja oficina de T.&C. 

A Madruga dos años atrás le habló claro.  

Por el dinero podía quedarse tranquilo y se lo dijo al plantearle lo que quería: un lugar luminoso y aireado para sus pájaros, un lugar tranquilo para escuchar música, en tanto, acopiaba apuntes sueltos de cuarenta años de crónicas salvajes, el fruto amargo de indagar en la mente de los malandras y los métodos del crimen organizado.  

El inconsciente le había advertido al viejo comisario que a poco se convertiría en un lobo solitario, sin otro vínculo familiar que los lazos afectivos con Tavares y Doris, y Dieguito su ahijado.   

Por entonces, sentía que ellos eran su única familia, pero ahora comprendía que estuvo equivocado. No podía haber imaginado el asesinato de Milton Martínez, ni menos la estimulante relación con Margarita que había alterado su destino, y lo que parecía encaminarse sin remedio a un precipicio, pasó a ser un oasis gratificante para ambos. 

Por supuesto, nada dijo a Margarita de los persistentes dictados del inconsciente y menos del hecho, que una tragedia condujese al renacimiento compartido. 

_ ¿Qué te parece mi cuartito azul? preguntó él en clave tanguera.  

_ Sorprendida Jacinto. Este lugar da color a una parte de vos mismo que yo creía eclipsada por tantos hábitos institucionales…  

_ Es una especie de sueño hecho realidad, después de los sinsabores de la convivencia con la violencia y la hipocresía… 

Como otras veces se arrepintió de sus palabras. Aunque habían hablado lo suficiente durante el tiempo del duelo y acompañarla a restablecer el espíritu de ella, él cuidaba de no reactivar recuerdos que remitieran a la tristeza.  

Ella tomó su tiempo mirando dos acuarelas con caballos, o dar un repaso rápido por el estante de los discos compactos y por otro donde guardaba los de vinilo.  

La mujer sonrió por la prolijidad desusada en el apartamento de un hombre solo.  

Escuchó cantar a los pájaros en un ensamble perfecto con la voz de Schipa y por todo ello, sintió percibir el costado íntimo de Jacinto, con la misma sensación de placer que cuando se desnudaban y hacían el amor. 

_ Quizás más adelante remodele algunos lugares de mi casa, dijo Margarita echando a volar sus propios sueños hogareños. 

_ Cuando te decidas puedo presentarte a Madruga. Capta la idea y es respetuoso de lo que el cliente quiere. Y lo principal, tiene honorarios razonables.  

_ Me entusiasma de sólo pensarlo… 

Panzeri fue por la asadera con el besugo y las papas. 

Se sentaron a la mesa y dieron comienzo al ritual con un breve brindis. 

_ ¡Por nosotros! dijeron a dúo dándose un tierno beso. 

_ Que apetitoso huele el pescado, comentó obsequiosa. 

_ Ni te cuento, modestamente dicho, de los tallarines. 

No era habitual para ninguno de ellos cenar y menos abordar dos platos apetitosos. 

_ Hoy es una noche especial y esta licencia gastronómica ayuda a la alegría de los corazones, dijo el cocinero. 

_ Buen provecho, deseó ella mientras saboreaba el pescado teñido de pimentón.  

Después Margarita, locuaz como de costumbre, refirió a los particulares misterios que deparan los caminos, los cruces sin señales, las bifurcaciones por obras o los caminos sin salida. 

_ ¿Por qué hablar de los caminos? dijo la mujer con un halo de misterio. 

Porque las metas en la vida, para mí requieren de planificar con meticulosidad o improvisar llegado el caso.  

En todos los caminos se enfrentan esos desafíos, dijo Margarita, sino pensemos en los cuadernos de Milton y nuestras investigaciones en común. 

El enojo o fastidio de la muchedumbre futbolera o el desquicio de los hinchas apasionados, llevaron a un desvío de caminos donde el tema de erradicar la violencia pasó a ser un negocio. Entonces aparecieron las cámaras en las tribunas y los alrededores de los estadios. ¿Y el control ciudadano? bien, gracias… 

Milton había comenzado a hilvanar, al uso de las modistas, cuanta manifestación pudo recabar en sus averiguaciones. Desde las muertes dudosas entre barras bravas a las ejecuciones por encargue… de los chanchullos en el fútbol como decía mi abuelo, a poder visualizar, como en una radiografía, el esqueleto de la corporación global FIFA.  

La búsqueda no es el objetivo, sino el camino que nos lleva a él. 

Como un virus silenciado por los medios y que se propala de negocio a negociado, designando entre gallos y medias noches, a dirigentes sin méritos o la sede de un campeonato mundial. Ni hablar de la firma de los contratos televisivos, con derechos y ganancias que avergüenzan sin que les mueva un pelo a los empresarios y funcionarios.  

Qué decir del fichaje y tráfico de deportistas, desde apenas niños o niñas…  

¿Cuántos de ellos se pierden por el camino? se preguntó Margarita, persiguiendo sin conseguirlo, la magia de un Suárez, un Cavani o un Forlán. 

De solo ver a mis hijos camino a una cancha, dijo la mujer, me da escalofríos.  

_ Volvamos a lo nuestro, dijo Jacinto Panzeri trayendo la fuente con los tallarines. 

 

Tavares tomaba un café mientras observaba el monitor, rastreando las noticias del país y las internacionales que decían y desdecían, entre el absurdo de la realidad y la interpretación sesgada hasta dar con un relato que atizaba la paranoia colectiva.  

Pensó en llamar a Hannah porque ella siempre estaba dispuesta a aportar con la intuición de los antropólogos sociales.  

Bebió a sorbos el café y se preguntó en qué andaría Hannah. Le debía un llamado. 

Las últimas informaciones públicas eran escuetas y al borde de la autocensura, sobre una situación que podría encuadrarse a primera vista de caótica. Un hecho de imposible constatación y rayano en lo paranormal, como los testigos que juran haber visto la aparición de un fantasma en los pasillos de la torre GH-57. 

Los relatos habían derivado, poco después de la asonada policial, en una virtual guerra por las redes sociales. Moralistas, incrédulos, místicos y oportunistas de toda laya defendían o retrucaban sobre los significados acerca de la muchacha desaparecida, Valeria Piriz. 

El apartamento de la familia de Ennio Ybáñez, el lugar que dio origen al absurdo, había sido abandonado precipitadamente por sus moradores y ahora se hallaba con custodia del cuerpo antidisturbios. Los Ybáñez habían recibido amenazas culpándolos de la supuesta fiesta orgiástica la noche del gran apagón y del desorden creciente a partir de entonces.  

El detective siguió leyendo en relación a un caso que algunas noches lo desvelaba. Pesadillas que lo hacían confundir, paralizado frente a laberintos dibujados en la arena, y sentirse impotente sino estúpido, tratando de descifrar un acertijo sin otros datos que una niña y un rufián desaparecidos la misma noche. 

Pero mientras Lalo Bermúdez reapareció, el tipo que casi lo mata y se dio a la fuga, de Valeria Piriz no pudieron hallar un dato veraz ni una pista firme después de más de dos meses de investigación. Salvo, el misterio de los cabellos anudados con el sello del ADN de la madre.  

Enigma que, de alguna manera, cavilaba Tavares, era responsable de sus desvelos.  

Fue por más café. 

En los informativos los eventos se precipitaban, los grafitis se multiplicaban como insolentes malezas trepando por las paredes de las torres y a la quema de un contenedor de basura, los actos vandálicos continuaron con el incendio de automóviles abandonados en las callecitas interiores. 

Algunos vecinos imitando a los Ybáñez, se auto evacuaron temiendo más fatalidades y otros que no tenían a donde ir, sacaron las armas escondidas en los placares.  

Las sirenas de los bomberos y las ambulancias encapotaron el cielo de las alturas de Malvín.  

El hombre sorbió el café sin dar crédito a lo que veía. 

Y se sobresaltó cuando escuchó el timbre de entrada. 

Miró el monitor y vio a una persona con la cabeza descubierta, pero al enfrentar el ojo de la cámara solo apareció el ensombrecido rostro de una mujer. 

En la esquina derecha observó la hora, las 16:05 p.m. 

_ Buenas tardes, dijo él por el intercomunicador. 

_ Soy Shaira y necesito urgente hablar con el detective Tavares. 

_ Ya te abro la puerta, soy Tavares. 

Ella se sentó en el vestíbulo y aguardó en silencio recordando la primera vez que estuvo en T.B.&P., entonces y sin motivo se sintió indefensa e intimidada. 

Algo había cambiado desde la falta de Valeria para sentirse segura de sí misma.  

El hombre trajo un vaso de agua porque ella se lo pidió en vez del café. 

_ ¿Cómo estás? preguntó Tavares. 

_ Estamos bien… mi mamá algo alterada. 

El detective sorbió el café abriendo un compás de espera hasta que la muchacha se dispusiese a hablar. 

_ Te escucho, dijo él en tono amigable, aunque incómodo por tratarse de una menor de edad, sola en ese lugar. 

La muchacha respiró hondo disponiéndose a decir lo que tenía para contar. 

_ Mi mamá está alterada porque Lalo volvió a casa. 

El detective pensó que las rarezas terminarían por joderle el día.  

_ Mira, yo no sé qué idea tienes tú del amor, dijo Shaira, pero mi mamá ama a Lalo con locura desde que era una chiquilina y por otra parte, yo me estoy volviendo loca porque a fin de cuentas es mi padre… 

Imagino que vos lo buscas para vengarte y por eso estoy acá, para que me ayudes antes de que sea demasiado tarde. 

 

*** 

 

Las dos mujeres desayunaron juntas y sintieron, mientras tomaban té verde con tostadas, la imperiosa necesidad de ir a la torre GH-57, el epicentro de los disturbios de la tarde-noche anterior. 

No habían mirado la televisión, porque estaban en sus cosas… Pero cerca de las once empezaron a escuchar que entraba un mensaje tras otro.  

Tres de Tavares, entre las once y las once y media, repetían: 

<Hannah, a.de malvín fuera de contr. Conver urg. mañ al meddía en casa>  

La casa de Hannah en Pocitos Este, no distaba mucho de las alturas de Malvín y al momento de viajar optaron por las bicicletas.  

El día se presentaba soleado y apacible, a poco de pedalear escucharon el tañido de la campana llamando a misa de ocho. 

Tomaron por la calle 26 de Marzo hasta la playita del Buceo, por la rambla llegaron en minutos a Malvín empujadas por el aire salobre, y al fin, por una de las calles transversales subieron hasta el barrio de las torres. 

Lo primero que notaron en los alrededores de los edificios fue la desolación y los estragos del día después. El humo denso de la quema de neumáticos todavía permanecía difuminado entre los árboles o estacionado en los balcones más bajos.  

En los accesos, la guardia antidisturbios permanecía en actitud vigilante, aunque más distendidos a esa hora del domingo, con la visera en alto y los escudos apoyados en los muretes, conversando mientras fumaban.  

Las paradas de ómnibus permanecían desiertas enfatizando la imagen de un páramo.  

La basura desparramada y los perros ocupaban las callecitas y los espacios verdes del complejo. Los vidrios rotos, las podas humeantes de los árboles y las cápsulas de gas lacrimógeno esparcidas por el piso completaban el paisaje.  

Los hombres las dejaron pasar sin ningún tipo de exigencias, como hacer preguntas o mostrar los documentos. Las dos hermosas mujeres pedalearon más tranquilas hacia la torre GH-57, a sabiendas que estaban bajo las miradas de los hombres, mirar gozoso de unos o el sucio deseo de otros. 

Los pájaros habían desaparecido del cielo.  

Alguien oculto detrás de una columna emitió un chiflido y se interpuso en el paso de las ciclistas.  

Erael “pulga” Brayan, uno de los grafiteros que acompañaron en la búsqueda de Valeria. De cara desmejorada y preso de la excitación detuvo a las mujeres unos instantes, suficiente para ponerlas en conocimiento y dar testimonio de lo ocurrido. 

Pidió, sofocado por los gases remanentes en sus pulmones y la bronca, a movilizar cielo y tierra pidiendo la libertad de Nicandro Figari, llevado por la policía a última hora de la noche.  

Sosteniendo con las dos manos el manillar de la bici de Hannah le espetó a bocajarro, si no lo denunciamos rápido… ustedes tienen amigos en la policía. 

Dicho el desesperado mensaje, Manolo trepó de dos en dos los peldaños de la escalera y se esfumó detrás de una columna. 

El mensaje de la mujer a Tavares fue expeditivo:  

<Nicandro Figari detenido por la poli sin + data> 

Una corta recorrida les permitió a Hannah y Eva reconocer el estado de las cosas, los desastres materiales y preguntarse, si habría otros detenidos fruto de los incendios.   

La mayoría del vecindario estaría encerrado en sus casas al constatar en unas pocas horas de violencia, el antes y el después, como para desconfiar de lo que algunos ministros llaman: el cambio de época… 

La rambla estaba casi desierta y en el trayecto a la casa de Tavares, cruzaron algunos grupos de ciclistas y los fieles amantes del trote dominguero. 

<T vamos llegam en med h. besos> escribió Hannah en whatsapp. 

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