El debate de Donald Trump… y el nuestro Por Juan Raúl Ferreira.

 




 




El martes por la noche, se enfrentaron en el ring Donald Trump y su contrincante, el exvicepresidente Biden. No nos corresponde a nosotros juzgar quién le puede haber sacado rédito electoral al mismo. Eso es tema de los norteamericanos. Pensamos en nosotros. ¡Pánico si gana Trump! Para el gobierno uruguayo, y su política exterior, en cambio, pánico si pierde.

La opinión pública del poderoso del norte está dividida sobre si al candidato demócrata le hace falta o no más vehemencia y vitalidad. En el terreno del honor, la ética, la escrupulosidad, no hoy dos opiniones: ganó Biden por paliza. Algunos dicen que en realidad perdió Trump.

En este primer debate, el presidente de EEUU faltó a la verdad. La CNN -no es precisamente un órgano del marxismo internacional- antes de que pasaran 20 minutos, transmitía nueve episodios en que el presidente dijo una cosa y exhibió videos demostrando que faltaba a la verdad. De todos modos, vamos a ver primero qué cosas no dijo. Luego lo que sí dijo y lo que hizo.

Se negó a decir tres cosas: que no es racista, ergo, no se alinea en la doctrina de supremacía blanca; que va a aceptar el resultado electoral y si pagó dos años solo 750 dólares de impuestos. El moderador, de acuerdo a lo pactado por ambos con la Comisión Nacional de Debates, le pidió que dijera sí o no. No contestó. El periodista de marras era, por sorteo, de la cadena Fox. Único medio que Donald Trump no llama “prensa enemiga.”

En un momento le dijo: “Sr. presidente yo le hice una interrogante y responde otra cosa. Le pregunto: ¿usted está contra la supremacía blanca? ¿Sí o no?”. Una vez más el presidente dijo que ahí no estaba el problema y se fue por las ramas. Tres veces, tres evasivas. No quiso decir que no era racista, de lo que se le acusa con contundente evidencia.

Interrogado sobre si acataría el mandato popular, hizo lo mismo. Se fue por las ramas. Dijo que se estaba trampeando desde ya la elección. Curiosamente él, con todo su poder, acusa de fraude al Partido Demócrata que tiene minoría en la Suprema Corte (SCJ) y el Senado y solo una tímida mayoría en diputados. El periodista inquisidor solo logró sacarle un murmullo: “Que lo resuelva la SCJ”. Primera vez que algo así se insinúa en la historia de EEUU.

Ello explica la tozudez de las últimas semanas, tras la muerte de la ministra de la SCJ Ruth Bader, en que se nombre ya, y a su propuesta, a alguien para sustituirla. Quiere que la asignación de los votos electorales (allá el voto es por Colegio Elector) la haga la Corte y no el voto popular. La Constitución de 1776 solo habla del Colegio Electoral, la asignación de sus miembros la reguló cada Estado por normas locales. Tampoco pudo desmentir que en los años 2017 y 19 pagó menos de 1.000 dólares de impuestos.

Todo lo demás fueron agravios e insultos. Donald Trump llamó a un hijo de su contrincante, muerto en combate, “un cobarde que murió desertando.” Del hijo vivo de Biden, dijo que era un “drogadicto incurable”. Con mucha dignidad, el candidato demócrata defendió a sus hijos. El único que aún vive se recupera de una adicción en la que cae más de 58% de los jóvenes en EEUU y solo un 2,7% logra salir.

Creo y espero que no. Pero puede salir reelecto. Ante eso debemos prepararnos para enfrentar, además de la restauración neoliberal dentro del país, la reelección de un candidato de la nueva derecha en uno de los países más poderosos del mundo. Y el que más influye en nuestra política exterior. Un llamadito en vacaciones del jefe de la diplomacia yanqui a nuestro presidente bastó para que, en época de Talvi, se puenteara cancillería con el Ministerio de Economía y Uruguay contra la opinión, aún, de los principales referentes de la coalición multidescolorida; votó al candidato amigo de Donald Trump, violando normas y costumbres vigentes.

Esta semana, tras haber votado en Naciones Unidas en una dirección respecto de los derechos humanos en Israel, volvió a sonar el teléfono desde EEUU. Bustillo se apresuró a visitar a los líderes de la coalición para aclararles que “había sido un error involuntario”. ¿Un error involuntario un voto en uno de los consejos de la ONU? Nosotros creemos que hay que respetar los derechos de Israel. Sin violar por ello los de los palestinos. Esa es la postura histórica de Uruguay, a la que nos aferramos.

Pero más allá del acierto o error de una u otra posición, ¿se puede achacar a un descuido un voto el Ecosoc de la ONU sobre Medio Oriente? Si fuera cierto, sería mucho peor que si se oculta la verdadera razón del cambio. El mismo día, EEUU anunció que media entre Israel y Emiratos Árabes. Dios proteja a Israel de esa alianza. Y no seamos nosotros un nuevo “emirato” de EEUU.

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