Tresfilos Tavares 36 / José Luis Facello

 


Día setenta y ocho. 

Desde el primer momento Tavares quedó aprisionado por las dudas.  

¿El francotirador acertó al blanco o en cambio erró el disparo? ¿El destino del proyectil iba dirigido a Bermúdez o a sí mismo?   

A partir de allí, se abocó a imaginar, sobre quién podría tener motivos para sacarlo del medio a él o a Bermúdez. La situación imprevista que se produjo en la rambla B. Brum escapaba al juego de preguntas y respuestas.  

Empezaría, por indagar la identidad del tirador desconocido como modo de encontrar la punta del ovillo, el paso previo a saber el quién y el por qué, para liquidar a uno de los dos. Cuál la lógica de elegir un disparo a distancia, si lo simple y limpio es atacar con un arma corta o un afilado puñal, como estilan en París o Londres.  

Salvo se dijo frente al espejo, que antes encontrase a Bermúdez, el estafador, y diera las explicaciones del caso. Desde ahora, un sujeto con recursos suficientes para hacerse humo, pero capaz de tomar amenaza contra su madre y Dieguito. 

Por la recuperación del cuadro de la pintora brasilera, el coleccionista carioca les había correspondido con una suma generosa. Don Archanjo le agradeció personalmente llamando al teléfono de T.B.&P. Un tipo de hablar sencillo y seguro de sí mismo, que no tardó en invitarlo a celebrar un día cercano, en la estancia Herança da Índia morta.  

El arte como la magia de algunos futbolistas, no se pueden valorizar ligeramente… había comentado una vez, Antonina Creuza. Y quizá eso explique el trato amigable del coleccionista carioca.  

Consideró alejarse por unos días de T.B.&P. y mudar de la casa por un tiempo prudencial a su madre y al niño. Calculaba esta medida a su favor, la sorpresa demoraría al padre de Shaira en su afán por joderles la vida. Recién caía en cuenta, que Bermúdez podría retrasarse aún más, considerando que fue herido de bala.  

¿Cuán mal estaba? ¿Cuánta la furia para consumar la venganza?  

Debería comunicarse con la hija y aclarar urgentemente el asunto, por el bien de todos… Empezaría por hablar con Hannah. 

Bermúdez, el experimentado buscapleitos, habría tomado los recaudos para deshacerse del teléfono celular y desactivar el GPS de la Kawasaki, recurso para evitar el seguimiento satelital de la policía. Era un maestro del escape y la sobrevivencia, y lo había logrado más de una vez, como para confundir a otros delincuentes o la policía de I.P. y de la Europol, no mucho tiempo atrás.  

La Creuza sabía y mucho de las andanzas de Bermúdez, pero nada decía de lo que llevó a perder los favores de Ademar Marcio Archanjo, prácticamente un seguro de vida. 

Después de las noches compartidas en Pocitos quedó en buenos términos con la mujer, y por adelante, tener la oportunidad de saber algo más al respecto. 

De su parte, por unos días y gracias a la mediación de Josualdo consiguió alquilar una pieza en la pensión de doña Pili. Josualdo fue sincero cuando dijo que en su pieza había lugar para otra cama, pero los ataques de tos durante la noche no lo dejarían pegar un ojo.  

Doña Pili lo registró en el libro de ingresos como Tristan Estéves, empleado y número de documento al azar. Es de forma, justificó la mujer, mi casa es un digno hospedaje familiar y la policía bien lo sabe. 

Ya afeitado, el detective encendió un cigarrillo mientras se daba a pensar por dónde comenzar, para anticiparse a las intenciones de una escoria como Bermúdez. 

 

En el Nuevo Bristol se percibían pequeños detalles casi pintorescos o premonitorios si se quiere, atribuibles a la amenaza invisible que asolaba a Wuhan, la ciudad china. Distante al otro lado del mundo, pero no tanto, solamente a unas pocas horas de viaje de avión, transformaban al ignoto lugar en un paraje vecino. Pero, con las últimas noticias, la inmensa lejanía contribuía a concebir ideas fantasmales sino contagiosas.  

Sólo esas dos condiciones, los infectados invisibles en sus casas y una ciudad bloqueada, eran suficientes para disparar en estas latitudes todo tipo de elucubraciones, comentarios signados por un común denominador: el miedo larvado o explícito. Apenas gesticular algo a falta de palabras como el transeúnte sorprendido por un asaltante, o por el mesianismo de los nuevos expertos salubristas, que cada noche peregrinan por el programa de Jessica Buendía, profetizando la muerte de los sueños. 

Anoticiados por CNN y tantísimos canales internacionales, preventivamente, Fraga usaba guantes de hule y trapeaba las mesas con alcohol. Las tartas, masas y bizcochos exhibidos detrás de las vitrinas quedaban fuera del alcance de los clientes, como a su vez, protegidas de la tos virulenta de los ancianos o la respiración agitada de los amantes.  

El comisario Félix Cartagena y Jacinto Panzeri observaban la plaza al otro lado de la calle Minas, lo de siempre, el panorama con personas afincadas en los bancos, los perros callejeros y las palomas holgazaneando al sol. Y los papeles volando al impulso de la brisa.  

Ambos disfrutaron en silencio la postal del otoño montevideano.  

_ Lo que había cambiado no era el paisaje, dijo Panzeri, al decir de su adorable Margarita, sino el advertir con inquietud algo acosador, amenazante. Tan indeseable y oculto como las guerras y la mentira. 

Cartagena escuchaba al otro con curiosidad, sin lograr imaginar a su esposa Jacqueline entusiasmada en conversaciones de semejante calibre. A su mujer la quería como era, desde que se conocieron a fines del milenio. 

En todo caso, el comisario Cartagena percibía que pasado lo peor de la crisis, las cosas encontrarían su cauce, aunque no por eso, sin registrar daños colaterales… 

Ya de niño, no lo entusiasmaban los pensamientos místicos o el fanatismo que fuere, no creía en la salvación ni en la solución final, pero ahora, intuía que el día después estaba por llegar apenas entreabrir la puerta.  

A falta de respuestas a las lluvias de demandas, el comportamiento de la sociedad era del sálvese quien pueda. Los políticos en bandada huían hacia adelante… 

Por fin, Cartagena retomó la conversación. 

_ Vayamos a lo nuestro, propuso. 

Gracias por las fotografías de las pinturas marinas. Debo decirle que en estos tiempos de la tecnología entrometiéndose en la vida de los ciudadanos, los anónimos son utopías del pasado. Usted sabe, cada criminal portando un teléfono celular a la corta o a la larga es localizado por control ciudadano, antes que la policía. Sino ocurre siempre así, es por la interferencia oportuna de algo llamado dinero o poder. 

_ Por la ansiedad, intenté demorar el remitente de las fotografías para que no me tomara como a un entrometido.  

Cuente conmigo, ofreció Panzeri, mis intenciones son sumar. 

El comisario Cartagena profesaba un gran respeto por el viejo comisario y aceptaba de buena gana en algunos casos el quehacer complementario. Pero eso no lo distraía de mantener bajo observación a T.B.&P. y al detective Tavares, en particular. 

_ Me interesa su opinión, dijo clavando la mirada en un desprevenido Panzeri, porque me vino el berretín de cambiar la estrategia en relación al tipo del velero.  

_ Lo escucho. ¿Qué lo hizo cambiar de enfoque? 

_ Por un lado contar con la evidencia de un occiso llamado Adào Benjamim Veiga, y por otro lado, la falta de una prueba inobjetable o la confesión del o los asesinos.  La mujer, por razones que no vienen al caso, continúa bajo un manto de sospecha, pero cuenta con una coartada sólida, de modo que esto reduce a dos los sospechosos: el timonel Sebastiào Manoel de Abreu y el botero Costa Rififi. 

_ No termino de entender, dijo Panzeri mientras pedía a Fraga más café, esta vez acompañado de dos copas de coñac Juanicó.  

_ Sebastiào de Abreu y su pareja, informó Cartagena, se encuentran entre las familias más ricas de Río de Janeiro. Usted comprenderá que el timonel tiene relaciones encumbradas en el poder, más que suficientes para postergar la resolución del señor juez mientras los abogados despliegan la defensa, explorando el entramado legal y particularidades jurídicas de los dos países… 

_ Eso puede llevar años y acabar en otro caso sin resolver, acotó el viejo comisario. 

_ Esa parece ser la estrategia de los brasileros y quizá se explique la pasmosa tranquilidad de Sebastiào, a la espera de una resolución que lo habilite a soltar amarras.  

¿Vio la entrevista que le dio a la Buendía en el salón del Gran Hotel de Piriápolis?  

_ La acostumbrada postal de la impunidad… respondió Panzeri con evidente rencor. 

El comisario Cartagena sorbió el coñac y entrecerró los ojos en pleno disfrute de los sabores añejados. Confirmó el clásico de que un buen café y el coñac hacían una buena pareja. 

_ En efecto, dada la situación de no reunir los elementos probatorios, de Abreu estará en poco tiempo libre y será portada en las revistas de los famosos…  

Pero no así, chasqueó con énfasis el comisario Cartagena, del delito refinado de contrabandear obras de arte. 

_ La nueva perspectiva que se abre me da vueltas y vueltas en la cabeza, dijo Panzeri recapitulando los acontecimientos que podrían tener un hilo conductor entre el arte, el contrabando y el crimen organizado. 

Pero nada podía haber dicho, continuó entusiasmado, hasta que Margarita concibió la idea de engatusar al brasilero, distraerlo mientras por mi lado buscaba algo en el velero, honestamente, sin saber bien qué.  

Algo portentoso, sugirió Panzeri, como el misterio que encierra a la ciudad china, asediada por las cadenas de noticias internacionales. 

_ A propósito de misterios, ¿ustedes tienen algún dato de los pasos de Bermúdez? 

_ Bueno, usted sabe que mi socio llegó a un arreglo con el tipo para cumplir el pedido de nuestro cliente, el millonario carioca Ademar Archanjo. 

_ ¡Otra vez Río de Janeiro! Tengo el mal presentimiento que el robo de obras de arte, el mercado negro y los crímenes van en una misma dirección, dijo Cartagena. 

_ El contrabando es un negocio tan viejo como el comercio con la Indias Occidentales y las calculadas previsiones de los banqueros flamencos, que dicho sea de paso, son algunos apellidos de los que antes acopiaron monedas de oro a granel y en la actualidad manipulan los organismos de asistencia mundial… 

_ La historia se repite desde que el mundo es mundo, dijo Cartagena. 

Un afiebrado Cartagena pidió al mozo otra vuelta de café y coñac, mientras cavilaba como abordar los asuntos del contrabando sin ser un experto.  

No dudaría en estrechar vínculos con los muchachos de Delitos Globales, el departamento estrella de Inteligencia Paralela. 

_ Empezaré por el mapeo de los sujetos vinculados al tráfico de arte, a partir de Sebastiào de Abreu, la Creuza, Bermúdez… y algún compinche, que nunca falta. 

_ Por su nuevo enfoque, levantó la copa Jacinto Panzeri pensando en no demorar una alerta a su compadre Tresfilos.  

La peligrosa circunstancia era quedar entre dos fuegos, del estafador Bermúdez que se la tenía jurada y sin saber bien por qué, bajo la lupa del comisario Cartagena. Pero la relación entre Creuza y Tavares, era conocida y sumaba complicaciones… 

_ Dígame Panzeri, ¿usted podría contactarme con algún hombre de su confianza, en el departamento de Delitos Globales? 

El viejo comisario recordó sus años de policía y al decir de Hannah, los propósitos de las conferencias y el abordaje de una de las bibliotecas estudiadas por los mandos superiores e intermedios. Símil a lo que ocurre con los gremios empresarios o sociales. 

Los cursos de formación abordaban con los jóvenes oficiales, las viejas tácticas usadas por los franceses en Indochina y Argelia, para posteriormente, dedicar un capítulo a la tecnología aplicada al control ciudadano, y otro, a la detección temprana de actividades terroristas.  

No era exactamente nuestro caso, pero sin proponérnoslo nos asomamos al dinámico mundo de las fronteras movedizas, de los bloqueos económicos, de los muros y cercos fronterizos, de los países inviables… De los drones espías sobrevolando las plazas de las ciudades y otros artillados con misiles en misiones punitivas, a miles de kilómetros del operador que pulsa Enter y ejecuta la orden mirando una pantalla en California. 

Jacinto Panzeri volvió en sí bajo la mirada inquisidora del comisario Cartagena. 

_ Consígame el listado de la gente de D.G. para ver quiénes quedan en funciones, dijo el viejo comisario, mientras llamaba a Fraga y amagaba irse.  

Usted sabe del afán del ministro impulsando la reestructuración de las fuerzas de seguridad, los recortes impuestos por los organismos globales… 

_ Lo entiendo, dijo Cartagena mientras le alcanzaba el bastón. 

 

*** 

 

Hannah pasó a buscar a Shaira que la esperaba en la esquina de 20 de Febrero y Timoteo Aparicio, a tres cuadras del liceo diecinueve.  

La muchacha se acercó al automóvil con paso cansino, tanto que Hannah al observarla fue a su encuentro. Se abrazaron sin decir palabras y así permanecieron, en un acto que de parte de Shaira resumía la presión de los últimos días, la confusión y cierto estado de locura. 

Hannah se puso en marcha hasta Hipólito Yrigoyen y por allí a la rambla y la playa Brava. Se detuvieron para comprar helados en un kiosco. 

A poco de participar de las reuniones de los viernes en T.B.&P., la antropóloga social se fue apropiando del saber y la experiencia callejera de los dos hombres. El sencillo comportamiento de las personas si se quiere rutinario, demandaba, más que de teorías y programas, de escuchar y alentarlos a sortear las dificultades.  

Sin esa premisa, sin mirarse de frente, sin el calor de los abrazos o las manos entrelazadas con el otro no existía la mínima posibilidad de comunicarse. Medios & Medios, cavilaba la mujer, es el claro ejemplo de la superabundancia de voces superpuestas, de señales ambiguas, de comerciales arteros bajo una pátina amigable, que confluían como las diagonales a los pensamientos confusos.  

Los medios mostraban un mundo que no existía en nuestras vidas, áspero al contacto con nuestros sentidos como engañoso para los sentimientos, tanto que habían hecho de la persona un autómata, con visos de libertad, pero desamparado, librado a su suerte… 

Desde el mar soplaba la brisa marina, tan fría que las dos mujeres optaron por subir las ventanillas y permanecer al resguardo del automóvil calefaccionado.  

Entablar una conversación franca se dificultaba por no atreverse a abordarla sin herir al otro. Para el caso, las palabras no eran culpables, a veces fruto de la pasión y otras de la sinrazón, pero se habían impuesto en la sorda discordia entre Bermúdez y Tavares. 

Shaira comentó hasta donde sabía, del trato que involucró también a Serena y a Andy. 

Fácil de entender, dijo la muchacha. Lalo devolvía un cuadro de mierda a cambio de una suma de dinero y una moto cero kilómetro. Sin trampas ni falsificaciones, algo que ninguno de los dos hombres podría garantizar, dijo decepcionada.  

Es cierto, esos dos se desconfían mutuamente, dijo Hannah compartiendo el recelo de Shaira; la muchacha de quince obligada a madurar atropelladamente… 

Pero, dijo la antropóloga, en medio de las tratativas surgió la amenaza sobre la madre y el hijo de Tresfilos, alterando un escenario por demás desquiciado.  

Lo lógico es lo que hacemos ahora entre nosotras, decirnos las cosas sinceramente. 

Creo, continuó Hannah, que la amenaza trastocó la serenidad de Tresfilos al sentirse vulnerable, con nada menos que su hijo y la madre de por medio. 

¿Se entiende? dijo tomando la mano de la muchacha, como otro sencillo gesto en dirección de allanar la angustia compartida. 

Shaira correspondió con la mirada iluminada, esperando no sabía qué. 

Lo inexplicable es porque el detective intentó matar a mi padre. ¿Comprendés? Lalo escapó por milagro, pero no de que lo hirieran en el costado. 

Pudo morir… ¿Debo entender que eso fue la respuesta razonable a una amenaza? 

Shaira querida, trata de comprender que el asunto, la raíz del asunto no está entre nuestros dos queridos estúpidos, arrogantes y descerebrados…  

Sino en un tercer hombre, un tirador oculto que hizo el disparo por motivos que ignoramos. Pudo atacar desde un automóvil en marcha, o trepado a los techos o camuflado entre el follaje de los árboles del lugar, pero no sabemos nada de él…  

El disparo desde las sombras dejó al descubierto el proceder típico de los sicarios, jóvenes criminales al servicio de las mafias.  

Dicho esto, las dos mujeres se tomaron de las manos, temblorosas, al sentirse parte de un juego involuntario del que no imaginaban el real sentido.  

La vastedad del mar picado no ayudaba a imaginar nada bueno… 

 

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