Apuntes en el año de la peste. / J. J. fERRITE



25 de noviembre. 

 

Recién ahora, en medio de la oscuridad de la pieza, caigo en cuenta que en el día de ayer se conjugaron a una, el cielo encapotado, las ráfagas calientes del norte y el granizo picoteando por aquí y por allá.  

Pero, algo que ignoro le daba un rasgo sobrenatural. 

Al mediodía, las manifestaciones del caos crecieron de la silente impotencia al vago murmullo, de la duda a los imposibles milagreros, porque de eso se trataba.  

Una vez más, el dolor se abrió como una flor sanadora, como tantas otras veces en nuestra tierra. 

Recordarlo ahora me produce escalofríos.  

Enciendo la luz, busco los lentes y miro la hora. 

Los perros ladraron durante la noche, y yo sin poder dormir, escuchando afuera el refregar de los pasos atropellados, el silencio sobrecogedor de la noche y el miedo que me advierte del por venir.  

Un disparo a lo lejos y los quejidos de una sirena más allá, excluye cualquier comentario. 

Soy un hombre viejo, que calza los zapatos gastados. 

No dije, mi memoria es frágil, que ayer después del mediodía las cosas se precipitaron, los silencios fueron de asombro, los comentarios en baja voz como en un rezo, y el ir y venir de las preguntas innecesarias ante lo inexplicable. 

Hoy sería un largo día.  

Preparé un cocido y sin apuro, desayuné con un pan.  

Entreabrí la puerta y las sombras se recortaron sobre el claror del amanecer, la morera y los zorzales, el portoncito y el alambrado.  

Más allá, cobraba forma el movimiento de la interminable fila de caminantes. 

Aunque suene a tontería de viejo, la multitud en marcha me resultaba inquietante. 

Hace mucho tiempo que mi mundo es la casa, el terreno y la morera de dulce fruta. 

Sin pensarlo, algo intuí que me llevó a calzarme el saco y la gorra.  

Los cánticos inagotables como el de las hinchadas del fútbol, con vaya a saber que significados, coreaban a grito pelado:  

Diegooo… Diegooo…  

Me trajo los recuerdos de otros tiempos felices… en el ´73 cuando el regreso del general. 

Tomé el bastón y me dije que nada está perdido. 

Y así, me uní a los otros en camino a la Rosada. 

Juntando, a cada paso, aire para gritar: 

Diegooo… Diegooo… 

 

                                                                                                       J.J. Ferrite 

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