El que se pone la gorra / CAFAS & CARETAS


  

Hace uno cuantos meses que recibo de algunos amigos, y otros no tan amigos, críticas por haber sido muy alarmista allá por la tercera semana de marzo cuando se diagnosticaron los primeros casos de infecciones por covid-19.

Algunos, tal vez los más ingenuos, viven en el mejor de los mundos, no se alarman ni le temen al COVID 19, creen que estamos ante un presidente único, que llegó el Mesías, que vino a salvarnos de Satanás, de Maduro, del Frente Amplio y del virus. También los más fanáticos, los que ni siquiera creen en el virus, reniegan de las vacunas y aún afirman que la tierra es plana.

No es cierto que yo clamara por la cuarentena, pero sí es verdad que opiné que el gobierno, en particular el presidente de la República, es muy soberbio, menospreciaba las advertencias, subestimaba el problema de la pandemia y se preocupaba más en mantener la rigidez de su concepción económica que en la salud de la población y las consecuencias sociales que ocasionan las restricciones a la movilidad urbana y la caída de las actividades económicas que resultaban del llamado al distanciamiento social. En esos días escribí que, como es frecuente, particularmente entre nosotros, el que no sabe es jefe.

Recordemos que el gobierno estaba obsesionado con mantener encendidos los motores de la economía, menospreciaba, no le importaba el impacto que la pandemia tendría sobre los más humildes y guardaba un celoso cuidado de las empresas más grandes, a las que el presidente llamó “los malla oro”.

El Frente Amplio reclamaba medidas económicas dirigidas a sostener a los más desprotegidos, puntualmente sugirió una renta básica, al menos transitoria y reclamó mayor diálogo con la oposición.

Del pelotón Lacalle ni se acordó. Esos pobres para Luis poco importan, siempre van “a la cola”. A las propuestas de Tabaré las ignoró.

El programa concentrador, regresivo y restaurador del herrerismo y sus socios menores no podía detenerse ni ante una pandemia global.

Presionado por el sentido común, la comunidad científica, los gremios de la salud y el propio ministro de Salud Pública, Lacalle Pou tuvo que nombrar una amplia comisión técnica y puso como su coordinador a Isaac Alfie, un dogmático neoliberal que solo deglute el idioma del ajuste y el abatimiento del déficit fiscal.

El grupo científico, con dos prestigiosos académicos a la cabeza, el Bioquímico Rafael Radi y el Médico Gastroenterólogo Henry Cohen, fue cautelosamente funcional a las disposiciones del Poder Ejecutivo y dio sustento científico a la gestión de un gobierno que en ningún momento dejó de aprovechar la el clima de prudencia y las restricciones a la movilidad ciudadana para imponer su programa político, económico y cultural restaurador.

Conste que no discuto la capacidad de ambos profesores en sus respectivas especialidades, ni su honestidad, ni su buena fe.

Ambos son reconocidos científicos, con amplia carrera docente, estudios muy calificados, abundantes publicaciones en revistas arbitradas y actuaciones relevantes en muy reconocidas universidades de muchos países.

Es bueno que el gobierno se asesore con científicos, pero va de suyo que cualquier gobierno responsable lo hace ante una pandemia o ante cualquier problema que comprometa la salud de la población.

Pero no hay que engañarse, las decisiones políticas no las tomó Radi ni Cohen ni Paganini, ellas siempre estuvieron en manos de Lacalle Pou y su equipo, y ellos son los responsables de todas y cada una de las disposiciones y deben hacerse cargo de ellas.

El ingenio y la creatividad de agencia de publicidad que ha montado el presidente en su entorno, la que hace los libretos, prepara las operaciones políticas y dirige la comunicación gubernamental, inventó una idea fuerza que ha servido de caballito batalla en estos meses para distanciarse de la oposición .

La misma se llamó “libertad responsable”, una consigna que sirvió mientras los casos de covid-19 se mantuvieron en niveles más o menos controlados y el gobierno pudo atribuirse ese logro.

No ignoremos que el gobierno se pavoneó diciendo que Uruguay y Japón eran los que mejor comportamiento tenían en la pandemia, aunque a juzgar por las estadísticas más aceptadas, nunca Uruguay estuvo mejor que en la media tabla

Hoy en alguna de las tablas más conocidas, Uruguay está en el lugar 138 entre 220 países en número de casos, lejos de los peores y de los mejores.

Para el fanfarroneo contó con la adulonería de algunos de sus aliados, con el apoyo de los medios hegemónicos y de Equipos Consultores, la principal consultora de opinión pública del Estado y la que tiene más contratos con la administración pública y sobre todo de su director, Ignacio Zuasnábar, que integra la mesa chica del presidente y el que se ha revelado como uno de los principales propagandistas del gobierno.

Fogoneado por los medios de comunicación, las encuestas y su propio ego, Lacalle tomó las decisiones y se puso el gorrito de Presidente.

El Presidente aprovechó la popularidad de su luna de miel, la debilidad de sus aliados que en 8 meses no pudieron reunir a los líderes de la coalición ni una sola vez  y la cautela del Frente Amplio, para seguir adelante con el plan de ajuste y su proyecto reaccionario  de debilitar a las empresas del Estado  y la enseñanza pública, favorecer al sector agroexportador, aumentar la rentabilidad empresarial y rebajar los salarios de los trabajadores y las trabajadoras y los ingresos de los y las  jubiladas.

No menospreciemos que además no olvidó alinearse  con la diplomacia de los Estados Unidos, especialmente a la administración de Donald Trump, baboseando a la Argentina y a su gobierno, alineando a nuestro país en una política exterior de espaldas a los intereses de Latinoamérica junto a Almagro, Piñera, los golpistas bolivianos, a Bolsonaro y al traidor de Lenin Moreno.

Han pasado 8 meses de gobierno y tenemos más de ciento cincuenta  casos diarios de infectados por COVID 19 y se registran 22 muertos por cada millón de habitantes.

Sólo para refutar las tonterías y las pompitas de jabón del Presidente, queremos destacar que estamos lejos de estar en el podio en esta pandemia ni nuestro comportamiento va a ser parte de la marca país.

Para mencionar solamente algunos países que tienen menos muertes por millón de habitantes, digamos que Tanzania, China, Cuba, Japón, Taywan, Haití, Chad, Liberia, Senegal, Sierra Leona, Nueva Zelanda, Níger, Vietnam, Nueva Guinea, Congo, Somalía, Thailandia, Benin, Toga, Burkina Faso, Hong Kong y Zimbawe tienen menos casos por millòn de habitantes que Uruguay. Si Lacalle pretende que estando en el podio de algo, ese algo integrará la «marca país», me parece que el tener al Presidente más fanfarrón, fatuo y petulante del mundo nos deja muy bien  parado en la competencia.

La pandemia, a no olvidarlo, es el principal problema del país, como lo era en marzo y va a seguir siéndolo en los próximos meses.

Todavía no estamos en el podio de nada aunque el gobierno utiliza esa tonta necesidad de los uruguayos  de ser campeones de algo para decirnos que en esto de la pandemia el mundo nos mira con envidia y estamos próximos a levantar la copa de oro.

Ni el herrerismo, ni el déficit fiscal, ni el tratado de libre comercio con la Unión Europea ni la rentabilidad de las empresas son más importantes que la pandemia. En estos meses hemos ganado tiempo y perdido algunas fortalezas. Los ricos están igual o más ricos y los pobres están más pobres. Es más, hay menos clase media y más pobres y, de ahora en más, es un saber casi público, va a haber más pobres aún.

Lo que podríamos llamar la reserva social está muy desgastada. Los merenderos no dan abasto, explotan las olls populares, la desocupación crece, los seguros de paro no satisfacen las necesidades básicas y el aumento de los precios y el deterioro del salario real hacen trizas la economía familiar, ASSE dispondrá de cientos de millones de pesos menos para atender decenas de miles de personas más, es sabido que en la educación aumenta la desigualdad y el MIDES reparte canastas y no hace pie.

Se anuncian los aumentos de peajes, de las tarifas eléctricas, los combustibles y el supergás. Dentro de algunos días recibiremos con el viejo Noel el aumento de tarifas de OSE y Antel.

El gobierno anduvo moviendo la cola vistiéndose con ropa ajena y ahora, cuando la tortilla se da vuelta, procura responsabilizar a la gente y especialmente a los más jóvenes del aumento del número de casos de covid-19.

Las perillas que Tabaré Vázquez dejó bien firmes y sintonizadas se han portado muy bien, el sistema integrado de salud ha sido eficaz, la conectividad digital ha permitido una comunicación fluida, el teletrabajo, el funcionamiento de la educación, especialmente la universitaria y el Plan Ceibal.

La seguridad social y el BPS han sido como un relojito, las instituciones democráticas han sido una garantía de equilibrio y responsabilidad.

La oposición ha sido responsable, medida y equilibrada.

Pero ahora veremos qué hace el que mueve las perillas, el que se pone el gorro de presidente y el que tiene la responsabilidad.

Sinceramente, esperamos que en esto de contener la pandemia le vaya bien, porque es verdad que si le va bien, nos va a ir bien a todos.

Sin embargo, las medidas que adopta siguen siendo pocas y acotadas. No parece suficiente la vuelta al teletrabajo de los administrativos de las empresas públicas, el cierre de los bares y boliches a la medianoche y la suspensión del basquetbol por 18 días que como muchas cosas que hace el gobierno fue escandalosa además de equivocada.

Comentarios

Entradas populares