TRESFILOS TAVARES / 45 ULTIMA ENTREGA / Jose Facello

 


Día noventa. 

En un momento de la noche anterior, algunos reunidos en T.B.&P. paralizaron todo, expectantes a un llamado telefónico. Fue Panzeri quien trasmitió, con la exactitud de un taquígrafo, la información del comisario Cartagena relacionada con Palmiro Gadea. El secuestrador adolescente sometido a horribles pesadillas, que al despertar poseído de misticismo recitaba los versos de Amado Nervo. 

El resto de esa noche fueron rondas de café, mensajes telefónicos, decodificar las palabras del raptor en estado rayano a la locura o la mística pura, no fue sencillo. Finiquitar el plan de rescate y anticiparse a las eventualidades, intercambiando opiniones una y otra vez, insumió el resto de las horas hasta el despunte del amanecer. 

Tresfilos y Andy a ratos hablaban con Malevo y Chase, les palmeaban la testa, los tranquilizaban y les pedían que no les fallaran.  

Ustedes dos, dijo el detective en tono intimista, también son buenos perros policías. 

La alarma del teléfono celular se activó a las 6:30 a.m. y de inmediato se pusieron en marcha en los dos coches como habían convenido. 

Una treintena de voluntarios al llegar las primeras horas de la mañana se fueron reuniendo en la mesa de hormigón. Algunos venían en bicicletas desde barrios alejados a las torres de Malvín, otros bajaban de los edificios portando termo y mate. Sus rostros exudaban de modo unánime, la fe y la duda, como los primeros cruzados en los desiertos africanos. 

En un tacho ardían maderas y en derredor, en la calma chicha de la espera, el murmullo de los jóvenes rozaba la atención de unos o adormecía a los que no habían descansado en los últimos dos días. Con renovadas ganas se disponían a jugar a todo o nada, de una sola manera, sin parar hasta encontrar a Valeria. 

Hannah después de pasar a buscar a Eva y las chicas, bajó del automóvil haciendo señas a Margarita que esperaba dentro del vehículo junto a Jacinto; por su parte, Tresfilos hacía lo propio con los grafiteros e iban al encuentro de Raúl y Josualdo que fumaban al amparo de un frondoso ombú.  

Malevo y Chase al olfatear el osito de peluche, el preferido de Valeria en palabras de la madre, anticipaban inquietos lo que sería el frenético rastreo.  

 

Cerca del mediodía, los rumores crecían de modo contradictorio entre los congregados en la mesa de hormigón y único centro neurálgico de operaciones, pero desbordados por tantas idas y venidas de los voluntarios, hacía que el nerviosismo generara una catarata de opiniones inconsistentes, cuando no absurdas. 

Cuando vieron correr al “pulga” Brayan seguido por los paramédicos hacia la torre GH-57 un silencio sobrecogedor se adueñó del lugar, reviviendo los miedos y fantasmas que se habían apoderado de mentes y voluntades durante noventa increíbles días.  

Para algunos de los jóvenes fue un acto bautismal, al descubrir que valía la pena involucrarse en la campaña para rescatar a la quinceañera, de tantas cosas posibles como desconocidas. Resultaba la aventura de volver sobre sus pasos, a los pasos de un ritual atávico donde gracias al amor de las personas, una muchacha extraviada en la jungla de torres era rescatada para dar paso a una nueva leyenda del Antiguo Camino Carrasco.  

Pero el sobrenatural silencio, de pronto se transformó en luminosa gritería como en la playa el graznido de las gaviotas. 

¡Encontraron a Vale! ¡Apareció Valeria! 

Cuando se calmaron los ánimos y el dolor cedió a las risas y el llanto reconfortante, un hombre sudoroso y sucio vestido con túnica blanca, apabullado por las emociones encontradas de la gente arracimada, brindó el informe preliminar de los paramédicos mientras trasladaban a la muchacha en una camilla. 

Cuadro de deshidratación agudo, impuso con enérgica voz, la paciente muestra síntomas de anemia y un estado de confusión agudo. Tanto hemos esperado que pido paciencia, necesitamos de cuarenta y ocho horas más para evaluar la evolución de su estado. El estado de la joven es más que crítico, afirmó al retirarse. 

La luz y la radio encendidas, como el uso de lentes oscuros las veinticuatro horas, fueron las recomendaciones del joven doctor a Eva. Mamá, trate de permanecer a su lado y hasta nuevo aviso, nada, nada de visitas. 

La compañía de la madre es para mitigar la depresión de las cautivas o el “mal de los nórdicos”, que podría replicar los suicidios que registran en aquellos países.  

Tranquilícese, le vendamos las orejas a modo preventivo… 

Su niña, por su vida no corre peligro.  

Suba señora, dijo el médico poniendo un pie en el estribo de la ambulancia bajo el influjo de la sirena abriéndose paso por Camino Carrasco. 

En sintonía, el Hospital Pereira Rossel disponía la alerta para recibir a la paciente que después de noventa días regresaba de las tinieblas. 

Unas horas después, las veredas del hospital comenzaron a tapizarse con ramos de rosas o cartuchos o flores de retama, con cartelitos manuscritos dando la bienvenida a casa, donde también se apilaban las botellas de agua y los muñequitos de peluche. 

 

*** 

 

Epílogo   

Un mes después. 

El esclarecimiento de la desaparición de Valeria trajo un vivificante alivio a las buenas gentes, empezando por Eva, la luchadora madre. 

Desde la noche del apagón, hasta que los perros ladraron enloquecidos frente a una puerta maltrecha, habían transcurrido noventa días con sus noches. La inmensidad y la finitud, los acertijos y la espera, desaparecieron como por arte de magia cuando nada se interpuso entre la muchacha y los suyos. 

Ensimismada y sola, entremedio del rumor de miles de almas que persistían en los quehaceres de la colmena, había anticipado en su momento doña Merlina.  

Multitudes perturbadas por el hecho atroz, mostrado por Jessica Buendía en el informativo de las nueve, el caso de Valeria Piriz entre uno más de tantísimas mujeres.  

Unos antes otros después, los televidentes fueron despojando lo que los pétalos a una margarita y advertir el fin de las verdades inmutables. Tanto, que algunos comenzaron a dudar al toparse con biombos o espejos engañosos, como los que depara a cualquier mortal sobrellevar la existencia en el país de las cuchillas.  

Aseados o sucios, cuerdos o locos, poco importaba… 

Fueron noventa días con sus noches que se apoderaron de propios y extraños, de modo imperceptible o brutal como para percibir que algo había cambiado, que ya no somos los mismos desde que ocurrió el hecho maldito del gran apagón. 

 

La noche otoñal crecía sobre la bahía como los afiebrados preparativos en el club. 

A la temprana hora de las siete de la tarde se abrirían de modo desacostumbrado las puertas del Karim´s Club para una reunión de personas especiales; invitados por la sola consideración de la simple y solidaria humanidad que la imaginación pueda concebir. 

El lugar propiciaba dejarse llevar con espíritu mágico, entre bestias escapadas de la mitología del lejano oriente, realzadas por las manos de los artistas en las paredes y cortinados, o asomándose entre nubes abrillantadas de trapos y plásticos pendiendo de los techos. 

O perder el sentido del arriba y el abajo con proyecciones superrealistas atravesadas por los efectos lumínicos de los rayos láser y las boconadas caprichosas del humo escénico. Entremedio de las mesas, deambulaban los mozos y mozas de andar delicioso, esta vez luciendo vestimenta informal, pero calzando sombreros estrafalarios. 

Teriomorfos dijo Margarita, cuando los rasgos humanos se confunden con el de los animales.  

Muy de los pueblos originarios, aportó Hannah. 

Mozos con cabezas de jaguares por sombrero o emplumados como guacamayos, mozas con boas enlazadas al cuello o máscaras de gatos siameses cubriendo la mitad del rostro trasluciendo feminidad, o cuernicortos alados que remitían a las diablillas de Manara. 

Candy, la bailarina estrella, Ñambi para el detective Tresfilos y los íntimos, tomó el micrófono que le cedió uno de los músicos de la tropic jazz. 

Vistiendo un ajustadísimo trajecito con lentejuelas turquesas y un sombrero Porkpie blanco, Candy dio la bienvenida a todos y en particular a alguien que en ese momento entraba al local acompañada por la algarabía de sus amigas. 

Valeria Piriz, con pequeñas rosas rosadas prendidas al pelo teñido de azul, estaba radiante y conmocionada, pero esta vez super feliz.  

La alegría sanamente contagiosa invadió el local del Karim´s Club, las manos como pájaros volaban en abrazos multiplicados en uno, y el fervor por restablecer la paz en los espíritus bien avenidos.  

El humano estar discurría en la intemporal noche y los pareceres diversos estallaban como las chispas del fogón, animando la conversación hasta que los encontró a unos y otros recibiendo el amanecer de un nuevo día… 

El café y las tisanas habían desplazado hacia unas pocas mesas las copas de coñac, cuando en ese momento intimista la atmósfera del salón viró al rosado, imponiendo de natural modo, la voz melodiosa del hindú Akash Jain. 

Finalizada la jornada con las primeras luces del día, en la cocina los mozos y mozas entre copa y copa comían bocadillos o tomaban mate en una rueda de charla y cansancio.  

Compartían entre la curiosidad y el asombro lo escuchado al pasar, fragmentos captados entre mesa y mesa relacionados con las peripecias de Valeria, la niña-mujer que lucía las rosas prendidas al cabello y se atrevía a recuperar la risa acompañada por sus amigas.  

El hindú fue hilvanando, mientras bebía su vaso de aguardiente de Goa, frases que traslucían las anotaciones en la bitácora que acompaña a los migrantes, escritas en el idioma materno, o resguardadas secretamente en los rincones de la memoria.  

Secretos para desalentar a los ladrones de anécdotas. Principalmente, aseguró Akash Jain, de algunos licenciados y los avaros editores que comercializan en el mercado para sedentarios, consumidores de memorias inventadas por escribidores que ensalzan a héroes o viajeros inexistentes. 

Las verdaderas enseñanzas sobre costumbres, o de ideas y religiones diversas, acerca de prejuicios y temores supersticiosos, hace miles de años que dan vueltas por la madre tierra de la mano de los migrantes, unos pocos nómades, otros buscando un lugar.  

Su lugar, un toldo, un fuego acogedor y alrededor los niños, aprendiendo a amasar y cocinar el pan. 

Alejado del ideal romántico de las sociedades gregarias, advirtió el hindú. 

Me refiero a los migrantes o descendientes de inmigrantes, que en nuestras patrias siguen calentándose a costa de leña, cocinando con harina y grasa, mezquinando el agua y sobreviviendo al margen en las modernas ciudades góticas, en medio de las tinieblas y el estado de putridez.  

Deberíamos advertir antes de que sea demasiado tarde, que el afán de consumir para ser alguien se ha reducido a un soplo de vida, que no es lo mismo que vivir y tener un buen lugar, con la sombra de un árbol para soltar los sueños. 

La ciudad crece sin tiempo ni límites, se ahoga atiborrada de automóviles y de pesadillas por doquier; los que trabajan se paralizan frente a las puertas giratorias sin poder anticipar el a dónde vamos, pendientes de lo que recomiendan los trúhanes corporativos. 

Apenas levantar la mirada las pesadillas cobran forma, en la fila de peregrinos por las rutas desiertas de nuestra américa, que llevan a los campos de refugiados, o a enfrentar los muros y alambradas para escuchar el grito de repudio que retumba como un trueno: ¡Son los ilegales! ¡Vienen los migrantes!  

No es el futuro apocalíptico… es el presente de muchos de nuestros hijos, ganarse el pan diario y la búsqueda secreta de una quimera.  

La mayoría de los nuestros no sobrepasa las metas impuestas por el trabajo ilegal, como se ve en la puja entre países, civilizados o milenarios poco importa, que promueven sin tapujos abaratar la producción a como dé lugar… 

Auguran los hombres y mujeres de buen corazón que el mundo está en proceso de grandes cambios, les digo, dijo Akash Jain, y tengo mis certezas porque provengo de una antiquísima sociedad de castas. Y si algo aprendí de mi tierra, mal nombrada por los mareantes ingleses como las Indias Orientales, es que, al fin la diversidad y el encuentro cohabita entre el dolor y la alegría de nosotros, los mestizos. 

De Alaska a la Patagonia, dijo el hindú con mansa satisfacción. 

Y aquí estamos, festejando el regreso de nuestra niña junto a su madre y esta gran familia que no se distrae en revindicar sangres ni parentescos… 

¡Brindemos por Valeria y por nosotros!  

¡Aquí estamos, al amparo de los dioses! 

 

*** 

  

En estos días, invitados por Ñambi Estigarribia, Tresfilos Tavares y Andy Vallejos viajaron sin apremio a tierras guaraníes. A lugares donde las arpas y los pájaros susurran a los viajeros leyendas y mitos en las noches hechizadas, tanto como, que los bronceados dorados y lunarejos surubíes asomen sus grandes ojos a ras del agua, encandilados por la luna llena. 

 

Hannah Bamberger y Eva Piriz participan en una mesa abierta de amigos del arte y la solidaridad, apretujados a cualquier hora en un pequeño local alquilado en la torre GH-57. Un objetivo, es convertir las paredes de las torres en un mural continuo en el espacio y el tiempo, pintando a cada semana como para no olvidar… Lo segundo, se trata de responder visceralmente, cuando se trate de auxiliar a tantos cuerpos y almas extraviadas. Cintia y Shaira junto a Nicandro y la “pulga” Brayan son parte del equipo. 

 

Jacinto Panzeri, a ratos hace las correcciones a la prueba de galera de “Amor y muerte por el fotball” que Margarita escribió como un legado a sus hijos y los deportistas amateurs. Bajo el influjo de Canaro y Tito Schipa el viejo comisario extraña a sus pájaros nativos, echados a volar como un enunciado secreto y reparador.  

Secreto porque no comprende a los abanderados de proteger a los animales, pero que ignoran sino maltratan a los de su propia especie. Quizá aporte a la diversidad de voces, anotando en papelitos las experiencias que darán sustento a sus crónicas. Crónicas a secas, sangrientas, empapadas de verdades y mentiras. 

  

En tanto, el comisario Cartagena especula en compañía de la detective Jamila del Campo, sobre tantos melodramas, tragedias y misterios gozosos, de lo que son capaces los amantes en cualquier rincón oscuro de la ciudad. 

 

Malevo y Chase, “los heroicos perros que salvaron a la niña cautiva”, en palabras de Jessica Buendía, quedaron provisoriamente en la pensión de doña Pili, al cuidado de Josualdo.   

En la puerta de T.B.&P. cuelga un cartel: CERRADO POR REFACCIONES. 

 

Fin                

                                                                                               J.F.G. en el año de la peste. 


...

[Mensaje recortado]  Ver todo el mensaje

Comentarios

Entradas populares