PARALELAS por J.J. Ferrite

 






Mito y verdad de las paralelas. 

Llovió torrencialmente en el sur y el barrio Las Retamas no fue la excepción. 

El agua corre a su gusto por las zanjas y los niños corretean chapaleando hasta las rodillas. 

Los veo desde el alero, en un ir y venir bullicioso de gorriones. 

La hija de doña Elma saluda mientras oferta tortas fritas a quien quiera comprar. A ella y su marido la peste del desempleo los alcanzó aún jóvenes… 

Como ocurre a tantos, mis días de jubilado de la industria, son de mateada y espera.  

Llueva o no, da lo mismo. 

A veces, dormitando en la silla me llueven los recuerdos o toman desprevenido las ideas más descabelladas, ni siquiera ideas, relámpagos que cruzan mi mente llevándome a desvariar por mundos reales o imaginarios. 

Hoy, por ejemplo, caí en el estado confuso que siempre me produjeron las paralelas.   

Las vías del tren, el edificio Kavanagh o la hoja con renglones repetitivos hasta el cansancio, me resultan perturbadores. Aún hoy, a mi edad.  

Las paralelas se fugan e invariablemente se unen en el horizonte o en el encapotado cielo; o alteradas las finas paralelas por la escritura irregular y desprolija en la torpe mano del infante. 

 

Los sujetos que evoco no escapan al fatalismo de las paralelas.  

Si uno anda distraído por la vida, de seguro no lo va a notar siquiera.  

O abstraído, al deambular en pos de tesoros que, a muchos sujetos, en su ambición, los ha extraviado en las cejas de las selvas andinas o las bóvedas soterradas de Wall Street.  

Los sujetos que irrumpen en mi cerebro tenían otro tipo de ambiciones, para nada despreciables, aunque a veces, sus actos invocaran al peligro y la autodestrucción.   

Le cuento. Uno de ellos con sus hermanos, se asimilaron a cantar en la iglesia y soñar por algo más que un pan. 

El otro con sus hermanos, la emprendieron con los secretos dominios de la pelota y soñar también con el pan de cada día. 

Ambos sujetos, en distinta geografía, nacieron bajo el signo de la escasez y la pobreza, pero en sus correrías fueron descubriendo que el pan, cuando se comparte, enaltece más allá de la ropa sea nueva o remendada.  

El sujeto del norte, era negro, de carnes magras y pelo ensortijado.  

Al don de la voz sumó tempranamente las virtudes musicales, y a poco, el dominio de una endiablada forma de mover el cuerpo, que lo llevó a revolucionar en un solo acto, el canto individual y el coral, el desmadrado baile en compañía de un grupo de elegidos, tanto como los hombres y mujeres que conformaban un grupo de músicos incomparables.  

Unos habían abrevado en la música góspel, otros en el canto de los esclavos, o en Elvis Presley, o en Duke Ellington, o en Jimi Hendrix.  

No mal interprete, pero en mi cerebro cabe de todo si usted quiere, porque el sujeto del que hablo era único e inclasificable como todos los asuntos geniales. 

Permítame paladear unos amargos como mandan las buenas costumbres, antes de que el temporal justifique a los de la empresa a saturar el agua potable con hipoclorito. 

Le cuento del otro sujeto. 

En cierto sentido una historia paralela, salvo… porque no existe la medida exacta. 

El sujeto del sur, era mestizo, flacucho hasta que los años convirtieron en retacón. Y el pelo rebelde, como diría mi madre. 

Para él, el potrero del suburbio se convirtió en el campo de los juegos y las bellas artes, el ingenio y la picardía descolocaba a los rivales, con toques mágicos que filtraban el fulbo entre el embrollo de pies descalzos o a la apretujada barrera, hasta traspasar las dos piedras que hacían de imaginario arco. 

Ese, cuentan los que lo vieron, fue el principio.  

Después, el muchachito aún imberbe, en el entretiempo, hacía malabarismos con el cuerpo porque la pelota ya para entonces era parte de su ser. No cualquier parte, la prolongación de la sesera que, a ras del césped o girando anárquicamente en el cielo, atrapaba la admiración de unos y otros en la tribuna. 

Y el éxodo, que resulta el principio y final en el redondel de los migrantes, comenzó en una recorrida sin fin por los estadios de oriente y occidente.   

Sin ser un alquimista, hizo uso y abuso de conocimientos propios de los mestizos, alcanzando con los suyos el amor y el abrazo, o no, y los sueños locos de formar un sindicato de jugadores, y el estado onírico y la locura de la cocaína. Capaz de combinar el abrazo fraterno con la denuncia sin tapujos ni de retórica enmarañada.  

Al pan, pan y al vino, vino. Como decían los viejos… 

Podía encumbrarse como un crac, con personalidad de jefe, pero no era un individualista ni menos un solitario. 

Siempre empezaba la lid acompañado por otros diez, aunque a veces la tarjeta roja alteraba las cosas. Dicen las malas lenguas que Havelange y Blatter tenían los hábiles dedos de los punguistas.  

Los goles a los ingleses fue esa mezcla de magia y sano orgullo, que conjugó la mano artera y la pillería de esconder el fulbo ante el desconcierto de los rivales.  

Digo, a diferencia de los dados, no existen pelotas cargadas… 

Fue capaz de reírse, llorar y festejar frente a las pantallas del mundo, cuando la herida de Malvinas aún sangraba como en otros tantos resabios del colonialismo.  

El Diez, tampoco escatimó abrazos con los presidentes dignos de nuestra américa.  

Permítame un respiro, acomodo el mate y termino. De paso me pongo un abrigo porque la tormenta a la lluvia le sumó el frío.  

 

El sujeto del norte y el del sur terminaron sus días de modo emborrascado, como el de todos los que se aventuran por caminos imposibles, desafiantes, pero con un mensaje donde la satisfacción y la alegría se irradiaban por doquier.  

Las flores, las velas, las pipas jamaiquinas, las fotos, las guitarras, las cartitas, las camisetas y banderas se esparcían, tapizando de agradecimiento en la hora de las despedidas. Tan poderoso amor de tantos, redujeron a una minúscula sombra las intrigas, las demandas judiciales, los informes forenses, y en particular, el juicio maniqueo de los doctos y especialistas de la televisión. 

Se pueden decir muchas cosas…  

Es demasiado agregar que estos dos tipos, Michael Jackson el héroe de Indiana y Diego Maradona el héroe de Fiorito, sobrevuelan los cielos de nuestra américa.  

Pero, ahora sospecho que el subsuelo (de la patria) se encargó de asimilar las vidas de Uno y el Otro, tanto… como para jaquear el mito de las paralelas. 

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