EL NIÑ0 Y ELPOTRILLO / J.J. FERRITE

  



 


El niño y el potrillo mancado caminaban cada uno por su cuenta en los confines del barrio Las Retamas, y juntos fueron un rato después, a la casa de la morera.    

Cuando se encontraron uno frente al otro, se miraron expectantes, al modo de los muy jóvenes que se animan a desafiar al horizonte. 

El niño vagaba por la tierra baldía, tenía para sí todo el tiempo del mundo, si se quiere, un contrasentido en tiempos de pandemia. Pero la escuela estaba vacía, salvo los días del reparto de alimentos, y entonces al paso, saludaba de lejos a la señorita Fernanda y también a la seño Canela. En la casa no había lugar para todos, por eso, él prefería ir a sus lugares preferidos y explorar las orillas salvajes del barrio Las Retamas. 


Calles de tierra y baldíos enormes disputaban el paraje que aún conservaba añosos árboles, yuyos como el diente de león y la carqueja, y las ruinas del casco de la estancia vieja. Tal como llamaban a ese lugar los vecinos, estancia vieja, aunque sólo fuese gracias a los cuentos de los viejos y los cimientos de piedras del Tandil asomando en la tierra.  


El potrillo vagaba por la tierra baldía, había dado una mala pisada y resultó mancado.  


La tropilla de un pelo de don Olegario marchaba por un olvidado camino de tropas, encajonado entre los campos sembrados de soja. Por eso, nadie había percatado de su retraso, tan tranquilos iban los tres paisanos, fumando y de jarana, pensando en el baile de la fiesta patronal de Brandsen. Descreían de las artimañas del diablo, esta vez según rumores disfrazado de fiebre maligna o artera peste, pero no tanto como para frustrar la devoción por Santa Rita. Y hacia allá cabalgaban los peones de don Olegario, con el afán de bailar con una moza o tomar un trago o dos… 


Había cometido un error al detenerse bajo la rala sombra de un tala, porque el dolor y la hinchazón de la pata no le daba tregua, pero la nube de polvo dificultaba ver más allá de tres cuerpos y eso lo perdió. Dejó de ver a los peones, dio media vuelta y regresó sobre sus pasos porque conocía el camino. 


Lo miró al niño, como se mira a un aparecido, con el recelo propio de un potrillo tobiano acosado por la fiebre y el dolor. 


(espacio) 


El niño y el potrillo parlamentaron durante largo rato, aunque nadie pueda dar fe de la sustancia de lo conversado, hasta llegado el momento en que acordaron no permanecer allí más tiempo. A lo lejos se escuchaba el ladrido de los perros… 


Se desprende, que el acuerdo entre el niño y el potrillo implicaba moverse con el dolor a cuestas. En uno, localizado en el espolón de la pata blanca y en el otro, en el centro del pecho, aunque eso no alteró el plan de buscar un resguardo de modo urgente. 


El niño, con palabras de un escolar de ocho años, explicó lo que iban a hacer. 


En primer lugar, ir a la casa de la morera y decirle al viejo.  


Era un viejo raro y eso lo convertía en un buen candidato para una aventura que era de vida o muerte. No lo dijo al caballito, pero temía que la Cosa se ganase en la herida de la pata o en la respiración agitada por la sed y en los belfos espumosos. 


La Cosa se mete de prepo por la boca o la nariz, y vos y tus hermanos se pueden morir como le pasó al fletero Julián y a su yegua, había dicho crudamente su madre. 


No sabía de qué hablaban, pero a veces los grandes metían miedo con sus comentarios. 


Rato después, esquivando la mirada codiciosa de los matarifes y el acoso de la jauría, llegaron a la casa de la morera.  


Recién entonces al llegar al portoncito, el niño y el potrillo, resoplaron a sus anchas por haber concretado la primera parte del plan. 


El viejo los miró con la mirada acuosa del viejo que era, y vio en los ojos de los otros el grito de auxilio. Con los matarifes y los perros callejeros no se jode. 


M´mijo, llévelo para atrás de la casa que hay buena sombra y dele agua, después veremos, dijo el viejo midiendo, sin ser muy baqueano, hasta donde podría llegar la suerte del caballito. 


Se sentó bajo el alero, cebó mate y esperó a que pasase Magalí, la hija de doña Elma.  


Le compró dos tortas fritas y le pidió un favor, que buscase a don Lucas sin levantar la perdiz, enfatizó lo último. El hombre había estudiado para veterinario y sabría aconsejar.  


Se trata de un potrillo mancado y un niño, por eso vos comprenderás lo importante del encargue. 


¿Un animal y un niño en el fondo del terreno?, dijo la muchacha algo preocupada. 


(espacio) 


Don Lucas observó de un solo vistazo al potrillo mancado y procedió en consecuencia. 


El niño abrazado a la tabla del pescuezo le habló en la oreja de como seguiría el plan.  


El potrillo, más calmado, lo escuchó y con cierto recelo lo dejó hacer al hombre del maletín. Sintió el pinchazo de la inyección, pero el dolor de a poco aflojaba, tanto como para volver a sentir propia a la pata entumecida.  


Esperemos a que baje la hinchazón y hagan efecto las drogas, dijo el hombre.  


Vuelvo a antes de que anochezca, dijo al despedirse. 


Vecino no se preocupe por el dinero, respondió el hombre del maletín, en estos tiempos pocos son los que tienen efectivo… 


Don Lucas regresó al caer la tarde. 


¿Alguna novedad? preguntó al niño en cuclillas junto al potrillo tumbado. 


¿Se va a morir? respondió con el temor de un niño de ocho años. 


Algún día va morir… pero no esta vez por una mala pisada. 


Los dos hombres se retiraron después que el veterinario ajustara el vendaje, no en demasía. Al llegar al portoncito prometió volver a la mañana siguiente. 


¿Pensó lo que está haciendo?, dijo por lo bajo al dueño de casa. 


Que yo sepa, ayudando a dos desgraciados, respondió con extrañeza el viejo. 


Mire vecino, continuó don Lucas, por estas pampas es una práctica extendida el abigeato. 


Usted sabe, sea una tropilla pastando a cielo abierto o el descuido de un carrero, basta para que los cuatreros se alcen con los animales, sin importar pelo ni marca. Los del frigorífico no son muy exigentes, lo que no se exporta a Polonia y aquellos países, va a parar a los embutidos. 


¿Todavía no probó el asado de yeguarizos? 


Claro que lo de los cueros es otra cosa. Van a parar a las curtiembres de Lanús y de ahí, al viejo mundo, como tapizados agrestes en los automóviles de las regiones frías. 


Lo suponía, acotó el viejo. 


El alcance de este comercio infame no termina ahí.   


También existen ejemplares de equinos que despiertan la codicia, no sólo de los estancieros apegados a las tradiciones sino de los coleccionistas extranjeros. Brasileños, sauditas o millonarios tejanos consiguen los favores de navieros inescrupulosos. Imagínese que esos tipos, en mares como el Mediterráneo o el Golfo de Bengala, se atreven a traficar con personas o armas o drogas, delante de las autoridades… 


Son los mismos que con artimañas fronterizas, exportan ganado en pie y soja a granel de contrabando enfrente de nuestras narices. Usted me entiende. 


Don Lucas sacó del bolsillo una manoseada pipa y la encendió dando ruidosas chupadas. 


A otros, continuó con el deslucido claror de la hora, los movilizan ciertas teorías ambivalentes en defensa de los animales reducidos a la esclavitud. Se enteró de los activistas de un grupo radicalizado, que el mes pasado abrieron las puertas de los stud de San Isidro y del zoológico de Temaikén. Según trascendió, fueron detenidos diecisiete inadaptados y a instancias de la Fundación, enviados a un programa de rehabilitación en Bruselas. 


Los europeos piensan en esas cosas, dijo el viejo de modo ambiguo.  


Al niño, considérelo un heroico granuja por haber salvado la vida del tobiano.  


Un puñal en manos hábiles, con justicia ecuménica habría sacrificado al potrillo mancado, despostado y repartido entre los pobladores de los barrios bajos, más allá, del autódromo R.J. Mouras y de cualquier otra consideración, dijo el veterinario con crudo realismo.  


Hasta mañana vecino, mantenga el asunto en secreto y mande al niño con los suyos. 


(espacio) 


Un sujeto bien trajeado bajó del coche negro, mientras el otro aguardó recostado contra el vehículo. El viejo no tenía por qué saberlo, pero era un Wolsvagen Audi.  


Tan lejos de la autopista, los tipos sólo podían ser policías o vaya uno a saber qué. 



Sabían que estaban fuera de lugar, pero lo que no sabía era la orden de la oficina de Delitos Globales clara y expeditiva: buscar y detener al sospechoso, un anciano ladino con domicilio en la casa de la morera, barrio Las Retamas al extremo sur de la metrópolis. Eliminarlo en última instancia… 


¿Cómo dieron con una casa de los arrabales? se preguntará usted. 


Bien prendida en una oreja, el potrillo llevaba una humillante caravana de trazabilidad, con seguimiento satelital en tiempo real, de la vida y andares del equino identificado con la sigla E-OBB-PBA/2020.  


El funcionario no necesitaba de presentación ni papeleo. 


Inspeccionó casa adentro, empuñando una pistola 9 milímetros en una mano y un micrófono inalámbrico en la otra.  


Con voz limpia y clara enumeró que: no tiene biblia ni calefón, calienta agua y se baña en un fuentón de zinc. Frente al rincón de cocinar, consignó que comía guisos y otras porquerías, duerme en cama de pino y colchón flaco, cojinillo al pie, y apilados en una caja de zapatos, viejos fascículos de “Crónica” que referían a la historia argentina.  Envuelto en hojas de periódico, un trabuco naranjero. 


Cuando el hombre viejo atinó a preguntar de qué se trataba la cosa, el otro lo miró con ancestral desprecio. 


El delito es un potrillo robado por un sujeto menor de edad, parte de un botín mayor, de la renombrada tropilla de un pelo perteneciente a don Olegario Brito Britos y que fuera secuestrada en un golpe comando en las inmediaciones de la avenida Eva Perón, altura La Capilla de los galeses, en fecha próxima a la realización de las fiestas patronales en la ciudad de Brandsen. El tipo tomó aire, por lo que se tipifica como un acto flagrante de terrorismo, y del que usted es partícipe necesario, como lo prueba el potrillo atado en los fondos, un fardo de avena y el fuentón con agua.  


Y tenencia de arma de guerra, dijo señalando el trabuco. 


Si supiera, recordó el viejo, que fue utilizado por un pariente lejano, por parte de madre, que según contaban en las casas intentó matar al presidente Sarmiento, allá por el ´73. Pero por cobardía o vaya a saber qué, evité mencionarlo y de seguro un disgusto mayor. 


(espacio) 


Todo ocurrió con inusitada rapidez y sin palabras para contarlo. 


El viento golpeó los postigos y una ráfaga hirviente descargó una lluvia de tierra y hojas. 


No sé cómo huimos con el tobiano y el niño hasta alcanzar la pampa y más allá, cercano a los picos nevados y los incendios, dimos con la caballada salvaje de la patagonia…  


Me despertó un relincho y corrí al fondo de la casa, allí aguardaba el potrillo que me miraba parado en sus cuatro patas. Le pasé la mano por la testuz y levantó la pata vendada. 


Recuperado mi ánimo, pensé que al despuntar el día un niño de ocho años sería feliz… 



Jose Facello <Jotaface@hotmail.com>


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