Jaque a la reina blanca. por J.J. Ferrite

 



 

La señora Yeanine se despertó por los golpes en la puerta. Mientras se levantaba, supuso llegada la hora y agregó el cepillo de dientes a la maleta. 

No había trascurrido más que unas semanas de los comicios que habían sellado su suerte, y los cholos resurgían de las cenizas como el ave Fénix.  

Recién ahora, la señora Yeanine comprendía que la adhesión y el apoyo a su liderazgo, de parte de Almagro, el uruguayo representante del gobierno izquierdista, consistía en un acto formal e intranscendente. Ella sabía que venía secundado por los presidentes de varios estados, pero que no iban más allá de reiterar palabras y gestos que se lleva el viento.  

Muy de la burocracia supranacional.  

Y decepcionada, la señora confirmaba que la televisión local como la CNN y la BBC, tenían sus límites a la hora de advertir sobre los peligros del populismo. 

El silencio de Llosa y la fundación, le molestaba. Ella había leído Desafíos a la libertad y no se avergonzaba de haber llorado al claror de la luna. 

A su orden, los ministros redoblaron la apuesta de diálogo con firmeza, en sintonía con otros gobiernos alineados con la libertad y la felicidad de la humanidad. 

Unos días antes, se encendió una señal de alerta que pasó desapercibida, cuando la policía, una vez disipados los gases, pudo confirmar el lamentable tendal de mestizos muertos y tullidos en las calles de su amado país. 

Eso no le hacía bien a su gobierno, pensaba entonces la señora Yeanine,  pero todos los noticieros lo propalaron con fines poco claros, con cierta ambigüedad que resultó como arrojar más gasolina al fuego.  

No hacía tanto tiempo, con directivas precisas ella se abocó a imponer el nuevo orden democrático, pero como respuesta, los opositores ganaban las calles en todo el país con el sello de la anarquía y la sedición.  

Habían hecho un gran gasto para cerrar el paso al gobierno dictatorial, que durante años interminables repitió la receta de la mentira y el fraude, como acostumbra Maduro, el dictadorzuelo venezolano. 

Por aquellos lejanos días, la señora Yeanine se ofuscó grandemente, cuando el cholo Evo y numerosos secuaces del gobierno depuesto, obtuvieron asilo y protección de los peronistas, del presidente Fernández y Cristina, la vice. Se entiende que por eso, el gobierno argentino que recibió a la mayor cantidad de inmigrantes bolivianos y les otorgó derechos inadmisibles, no cejó ni por un minuto de recitar el manual de la dictadura chavista. 

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Años atrás, recordaba la señora Yeanine, la chusma de su país fue escuchada y reconocida como para dar paso al estado plurinacional, afianzando un desprósito con pretensiones de igualar razas con derechos.  

Los indios y cholos fueron los nadies desde el virreinato, por obra y gracia de Dios y así deberían continuar.   

La obra del cholo fue de realizaciones y deudas, de expropiaciones de los recursos estratégicos para nuestra vergüenza ante el mundo, todo a la medida y con la impronta de la persuasión y liderazgo del ignorante y bruto del Evo, el cocalero. El cholo y Linera, el traidor a su raza, supieron engañar al pueblo recibiendo a cambio, la papeleta en cada jornada cívica.  

¡Vaya democracia!, resumió la señora Yeanine a su manera. 

Para mayor desgracia, de ese alineamiento de los planetas en 2005, evocando la farsa de la historia revisionista, ellos conspiraron en bloque contra los acuerdos de libre comercio de Bush padre, Clinton y Bush hijo.  

Los muy necios, recapitulaba la señora Yeanine, ignoraban la nueva fórmula del desarrollo acorde a los tiempos, después del triste fracaso de la alianza para el progreso, impulsada por el entonces presidente Kennedy. Jaqueado por los saboteadores comunistas, y malogrado por las mafias italoamericanas, se convirtió en un verdadero mártir como Lincoln y otros tantos próceres.     

Fue una intentona bellaca, continuó la señora en sus cavilaciones mientras terminaba de vestirse, todos en la cumbre de Mar del Plata, amontonados en la intentona de terroristas internacionales como Chávez, Correa y Lula, Néstor y Cristina, el Evo y la figura aborrecible de Fidel, entre otros. No como opositores a, sino embarcados en la locura y aventura de pretender poner la economía al servicio de sus amigotes y del populacho. Y no al revés como Dios manda. 

Un nuevo engaño y la oportunidad de mancillar nuestra reputación, de personas de bien. 

Por supuesto, pensó más repuesta la señora Yeanine, con otra mirada los estadistas nuestros, Uribe y Fox, Lagos y Toledo, para entonces, comenzaban a tejer la alianza del Pacífico.  

Países abanderados del republicanismo y la meritocracia.  

Y con la épica de Pizarro y Cortés, para convertirse en el bloque y aduana del comercio con la China y los países de oriente. Creando uno, dos, tres puertos de Cádiz en nuestras playas, dijo la mediterránea señora, como en los tiempos gloriosos del imperio borbón. 

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Epílogo. 

Mucho antes, a mediados de los sesenta nacía Jeanine, una mujer dedicada a lo suyo.  

Es abogada y ajedrecista, fue presentadora de televisión, política de fuste y también con noticias falsas mediante, que confluyeron, en un golpe palaciego y coronación como presidenta de su país.  

Declinó participar en 2020 del llamado a elecciones ante el probable triunfo de Arce, enrolado en el movimiento al socialismo. 

Un renunciamiento que pasó sin pena ni gloria. 

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Antenoche, la señora Jeanine se miró en el espejo, acomodó un mechón rubio ceniza y dio el último toque de rouge a los labios. Resignada por su suerte, se puso a disposición del policía que la esperaba en la puerta.  

Tomó la maleta, con la incertidumbre pendiente de la ayuda que podía esperar de los amigos, y se predispuso a ir al lugar de detención.  

No quería ni pensarlo, pero antes de convertirse en chivo expiatorio, gritaría su verdad al mundo entero.  

Su sacrificio por la libertad no resultaría en vano. 

Y mientras tanto, pensar una jugada para evitar el jaque… 




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