¿Tiene EEUU todavía una Economía? – Dr Paul Craig Roberts. Trasnacionales condenan América a la Quiebra Por Pablo Heraklio / KAOSENLARED


 El motivo de exponer este artículo de Roberts, no es por una especial afinidad ideológica ni académica, ni por que creamos que sus análisis sean los más agudos del mundo, tardó 20 años en convencerse de los avisos que se emitían desde los años 1970 respecto a una posible quiebra de su país. Es principalmente por ser autor de prestigio mundial, que da la razón a todas las voces críticas. Se lleva avisando desde el S.XIX del advenimiento de la hegemonía del capital ficticio y sus consecuencias globales, concretadas por Marx; lamentada en los 1940 por los creadores de la bomba atómica; confirmado den 1956 por  M. King Hubbert con el pico del petróleo; y en definitiva la marabunta de voces disidentes que por una u otra razón avisaron y avisamos a gobiernos y poderes de lo que se nos venía encima y ya está aquí. La población siempre hemos sido conscientes de nuestros problemas.

Lo hacemos para mostrar la incapacidad del sistema dominante para corregirse y superar su ansia de beneficio inmediato en post de un beneficio futuro. Vamos, van, a la RupturaNi si quiera sus insiders, políticos, economistas, técnicos son capaces de doblar el curso del timón, hacer entender a los dueños de los medios que no se puede continuar así. Cuando lo han hecho han sido aislados o reprimidos como es el caso del Dr Roberts.  Prefieren ver el barco hundido a gobernado por otros. El problema es que somos sus pasajeros-prisioneros condenados a bogar.
Esto no es un sálvese quien pueda, es una preparaos para organizaros y esperad el momento adecuado con los cuchillos afilados. Tendremos cena, nos comeremos a un rico.
Salud! PHkl/tctca
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Traducción tarcoteca – Does the US Still Have an Economy? 11.2.2021 por Dr. Paul Craig Roberts

La gente quiere saber a dónde se dirige la economía. Lo que deberían preguntarse es si Estados Unidos todavía tiene una economía. Mi respuesta es no, no es así. Explicaré por qué.

Desde hace un cuarto de siglo he señalado el efecto destructivo de trasladar la inversión y empleos estadounidenses a China y otros puntos del extranjero [offshoring]. La deslocalización sirvió a los intereses de los ejecutivos y los accionistas [ejecutivos y propietarios]. Los menores costos laborales aumentaron las ganancias y, por lo tanto, las bonificaciones a los ejecutivos y los precios de las acciones, lo que resultó en ganancias de capital para los accionistas.

 

Estos beneficios se acumularon solo para un pequeño porcentaje de la población. Para el resto, estos beneficios celosamente atesorados les impusieron enormes costos externos muchas veces mayores que el incremento de ganancias. La fuerza laboral de fabricación estadounidense quedó devastada, al igual que la base impositiva de las ciudades, estados y los gobiernos federales. La clase media se redujo y las poblaciones de St. Louis, Detroit, Cleveland, Pittsburgh, South Bend y Gary-Indiana, Flint-Michigan y otras ciudades se redujeron hasta en un 20%. Las esperanzas y aspiraciones de millones de estadounidenses fueron aplastadas. Las una vez prósperas ciudades estadounidenses se arruinaron. Las cadenas de suministro y los valores inmobiliarios colapsaron. (Véase Paul Craig Roberts, The Failure of Laissez Faire Capitalism, Clarity Press, 2013)

A medida que los ingresos caían para la mayor parte de la población estadounidense, los ingresos se alzaban para el uno por ciento más rico. Los beneficios de ingresos y patrimonio se han concentrado en la parte superior, lo que hace que Estados Unidos tengan hoy una de las distribuciones de ingresos y riqueza más desiguales del mundo.

A medida que la deslocalización de la alta productividad y los trabajos manufactureros de alto valor agregado redujeron los ingresos estadounidenses, la demanda interna agregada de EEUU se vio afectada y el crecimiento económico cayó. La Reserva Federal expandió el crédito y sustituyó el crecimiento faltante en los ingresos del consumidor con un aumento de deuda del consumidor. Esto agravó el endeudamiento que como el economista Michael Hudson enfatiza acertadamente significó agotar los ingresos del consumidor para pagar el servicio obtenido por medio de la deuda (hipotecas, letras de automóviles, tarjetas de crédito y préstamos estudiantiles), lo que deja poco o ningún ingreso discrecional para impulsar el crecimiento económico.

Hudson, quien ha estado analizando la erosión de la economía estadounidense durante mucho tiempo, pone de manifiesto que la economía estadounidense ya no es una economía productiva o industrial, sino una economía financiarizada, en la que los préstamos bancarios no se utilizan para nuevas instalaciones y equipos, sino para financiar la adquisiciones de activos existentes en busca de intereses, tarifas y ganancias de capital, lo que los economistas clásicos llamaban ingresos o rentas no ganadas o «renta económica». En resumen, Hudson demuestra que la economía estadounidense ya no es una economía productiva. Es una economía de búsqueda de rentas [como en el medievo].

Hudson indica que a medida que la economía se financiariza cada vez más, el saqueo se desplaza hacia la privatización de los activos públicos. Los ejemplos son infinitos. En el Reino Unido, el servicio de correos se privatizó a una fracción de su valor, junto con la vivienda pública, transporte y la British Telecom, lo que generó enormes ganancias privadas. Los franceses también privatizaron las propiedades públicas. En Grecia, los puertos municipales y las empresas de agua se privatizaron junto con las protegidas islas griegas. En los Estados Unidos, se privatizan segmentos de las fuerzas armadas, junto con las cárceles. Chicago vendió 75 años de sus tarifas de parquímetros a una entidad privada por un pago único. En todas partes, los activos públicos, incluidos los servicios, se venden a intereses privados. En Florida, por ejemplo, la licencia de circulación anual de vehículos se proporciona de forma privada. Cuando no quede nada por privatizar, ¿qué financiarán los bancos?

 

Hudson señala que los verdaderos economistas, los clásicos, se centraron en gravar la renta económica no ganada, no los ingresos laborales ni la actividad productiva. Los economistas neoliberales de hoy son incapaces de diferenciar entre renta económica y actividad productiva. En consecuencia, el análisis del PIB no revela la transformación de la economía productiva a una economía rentista.

 

Hudson llama a los economistas neoliberales «economistas basura«, y estoy de acuerdo. Esencialmente, son cómplices del sector financiero y de las corporaciones deslocalizadas que les pagaron para combinar la deslocalización de trabajos e inversiones con el libre comercio.

 

Estoy convencido de que si se borrara la totalidad de la economía neoliberal no se perdería nada de valor. Los economistas, particularmente los economistas académicos, están en el camino de la verdad. Viven en un mundo de fantasía que quieren hacernos creer y que construyeron con supuestos y modelos que no se relacionan con la realidad.

 

Estoy familiarizado con las universidades y la economía académica. Me gradué en una institución científica y de ingeniería, la Georgia Tech, y después fui estudiante de posgrado de economía en la Universidad de Virginia, la Universidad de California, Berkeley y la Universidad de Oxford. Tuve cuatro premios Nobel como profesores. Tengo un doctorado en Economía. He hecho contribuciones en las principales revistas de economía y otras de fuera del ámbito, 30 artículos publicados en total antes de dejar lo académico. Trabajé durante años como revisor para la Journal of Political Economy con el poder de decidir la publicación o no de las investigaciones enviadas.

 

Tengo libros revisados ​​por pares de la Harvard University Press y Oxford University Press. He debatido sobre los premios Nobel ante audiencias profesionales. Trabajé como editor del Wall Street Journal y como subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, y he tenido muchos otros nombramientos universitarios. Michael Hudson también tiene experiencia en el mundo real en de las principales instituciones financieras, organizaciones internacionales y gobiernos, así como en cátedras en los EEUU y en el extranjero, y contribuciones a publicaciones académicas en muchos idiomas.

 

En otras palabras, sabemos de lo que estamos hablando. No tenemos ningún interés en servir excepto a la verdad. Nadie nos paga por ajustarnos a un programa.

 

Pero somos solo dos voces.

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