LACALLE DE HERRERA Y WILSON El pesado pasado que no se ha superado Por Juan Raúl Ferreira. / CARAS & CARETAS

Luis A. Lacalle Herrera POR JUAN RAÚL FERREIRA 4 JULIO, 2021 FACEBOOKTWITTERWHATSAPPTELEGRAMPRINTFRIENDLYGMAILCOMPARTIR Una vez más, el Dr. Lacalle de Herrera, arremete contra Wilson, ahora en un reportaje. A mi juicio, con muy poco respeto. ¿Quién soy yo para decirlo? Si él viviera, no le contestaría. Pero no está. Y no se ataca a quien no puede defenderse ni se miente sobre quien no puede restablecer la verdad. Por eso, yo, a mi cuenta y riesgo, quiero responderle. Insiste el Dr. Lacalle, como en otras oportunidades, en recordar viejos enfrentamientos. Los hubo. Creo que enfrentados estuvieron siempre, pero no por las razones que dice el Dr. Lacalle ni lo resolvieron por los caminos que insinúa. Con altura y respeto vamos a contestar con documentos y citas que, en ausencia de Wilson, hablan por sí solas. Esperemos, esto traiga a luz la verdad histórica, de una vez y para siempre. Como “el fruto cae cerca del árbol,” en el verano de 2000, el actual presidente fungía como suplente a diputado de su madre, en una lista por Canelones. En tal condición, en una sesión de autocrítica partidaria en un cine de Montevideo Shopping, se confesó de la “generación antiwilsonista del herrerismo”, que debió cargar con lo que llamó “persecución partidaria”, lo que me obligó a retirarme de la reunión. En los años de deterioro del sistema democrático, bajo la presidencia de Bordaberry, las actitudes del sector herrerista del Partido Nacional (PN) y las de su mayoría, entonces integrada por los Movimientos Por la Patria y Rocha, fueron distintas. Es cierto, ello motivó que Wilson los definiría con una expresión muy, pero muy dura. Electo Bordaberry, la mayoría partidaria decidió no aceptar cargos. El sector por el que Lacalle había salido diputado aceptó y ahí vino el duro calificativo de Wilson. Vinieron muchos enfrentamientos. Las diferencias venían desde la misma elección, la del 71. Por ejemplo, el herrerismo participó en la llamada “Caravana por la Democracia” junto a pachequistas y otros grupos de derecha. Wilson esperó la misma frente a su casa y quitaba las banderas de Por la Patria, a los vehículos que las portaran. En una carta al Triunvirato Blanco durante su exilio, les dirá que el mero recuerdo le “inflama el hígado” (carta a Carlos Julio, Londres, 20 de octubre de 1977). En esos tiempos Lacalle no era una figura de peso dentro de su sector. Con él, personalmente, tuvo un cruce político, grave, que generó su ruptura definitiva. Fue generado por un solo hecho, para Wilson, muy grave. Yo estaba con él en México, el 20 de noviembre de 1975, cuando murió el dictador Francisco Franco. Allí vivían familiares (el tío Nicolás Aldunate), exiliados republicanos. Papá se había negado a pisar España mientras viviera el dictador fascista. La militancia antifascista había marcado los años jóvenes de mis padres. Días después, un llamado de Montevideo nos confirma que Lacalle de Herrera había ido a firmar a la Embajada Española. Allí, haciendo el saludo fascista con el brazo derecho, había cantado “Cara al Sol,” el himno de la falange española. Nunca superaron ese problema. Es verdad que, cuando las internas del 82, el nieto de Herrera pretende ir en las listas de ACF y Wilson no lo acepta. Pero el motivo es ese, como se lo dice Wilson en carta al dirigente de PLP García Costa, saliendo al paso al intento de la integración de aquel en las listas de ACF. Es cierto que, como dice Lacalle, las tensiones se agravaron partir de las declaraciones de este sobre la Convergencia Democrática (CDU), que yo presidía en el exilio. Tras un acto de la CDU en que habló Wilson, Lacalle declaró a la prensa dictatorial: “Es imposible pertenecer al Partido Nacional y a la CDU”. Es decir, Wilson no podía ser miembro del partido que lideraba incuestionablemente. Es mentira, en cambio, cuando Lacalle dice que el tema “se laudó” separando la postura de alianzas en el exilio y en el interior y que era una posición mía y no de Wilson. Olvida, por ejemplo, que, tras el golpe de Estado, la manifestación del 9 de julio fue convocada por fuerzas sociales y el Partido Nacional junto al Frente Amplio. El Partido Colorado, hoy coligado en el gobierno con el herrerismo, no acompañó. Don Juan Pivel y Bottinelli redactaron la proclama. Wilson responde todas estas mentiras que salen a flote, de tanto en tanto, desde la dirigencia herrerista, en forma contundente en una sola carta: el año de su centenario la publica el Museo de la Memoria. En ella repasa una conversación que habíamos mantenido y me dice: “La dictadura no caerá si no se la enfrenta a través de una concertación […] de un amplio abanico de fuerzas políticas sociales y gremiales. El PN está decidido a hacerlo […] Quienes […] se nieguen a ello asumirán la responsabilidad [pero] no podrán evitar que la tarea unitaria se cumpla. [La minoría] no podrá obstaculizar la acción de las grandes mayorías”. Y culmina diciéndome: “Sobre estas bases, te agradezco de antemano los contactos que tomes con […] PIT, Asceep y otras fuerzas sociales, y para ello te pido invoques mi nombre y asumas mi representación”. Una carta: todo dicho.

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