Estudios militares y mentiras por Juan Martín Posadas / VOCES SEMANARIO

Estudios militares y mentiras por Juan Martín Posadas La semana pasada se levantó una de esas polvaredas histéricas que en estos tiempos abundan en el escenario nacional. Todo fue porque los medios de prensa recogieron una frase de la exposición que Gerardo Caetano realizó ante una audiencia castrense sobre la renovación de los planes de estudio militar. El concepto que Caetano dirigió a su auditorio militar fue, en esencia, que los militares actuales no deberían sentirse cargados por la mochila de lo que fue la actuación de los militares en el pasado. Como se sabe el Comandante en Jefe del Ejército se ha propuesto una renovación de los planes de estudio de esa Fuerza. El Ministro de Defensa ha recogido la idea con beneplácito y la apoya calurosamente. Yo personalmente fui invitado a participar en ese proyecto. Lo hice con gusto a comienzos del invierno. El propósito del Comando de reformar o actualizar los planes de estudio militar fue difundido por la prensa y bien recibido por la opinión pública. Se trata de un proceso para el cual se ha invitado a figuras de todos los partidos políticos y de la academia y así se ha ido desarrollando. En ese contexto habló Caetano. Supongo que Caetano habrá hablado por lo menos una hora, pero la prensa solo recogió esa frase. También la recogieron las redes y, según dicen, ahí, sobre ese pequeño espacio, se desplegó el paroxismo. Yo leí la información que proporcionó La Diaria y el periodista que se ocupó del asunto no recogió más que una frase, la que transcribí arriba. Estimo que lo único que podría objetársele a Caetano –disertante en el contexto que se ha mencionado- es haber equivocado los destinatarios de su razonable mensaje. No es a los militares que tenía presentes a quienes se les debe decir que no han de cargar con la mochila de los actos perpetrados por los militares del pasado sino a aquellos otros personajes o sectores que les tiran encima, un día sí y otro también, esa infame mochila. Ningún militar que está hoy vistiendo uniforme se siente en la obligación de cargar con los actos perpetrados por otros miembros de la institución que actuaron en tiempos anteriores a que ellos vistieran uniforme y portaran armas; en el caso de los oficiales que yo tuve como audiencia, antes de que ellos hubiesen nacido. Todos sabemos que son otras personas y otros grupos quienes insisten en endilgarles la llamada mochila. No conozco en detalle el alcance de la reforma de los planes de estudio en las instituciones militares. No sé (porque no se ha dicho claramente) si se refiere a las tres fuerzas: públicamente se habla del Ejército. Pero aún desde esta precariedad de información cabe suponer que la reforma de los planes de estudio en la carrera militar no podrá ser un proyecto de retoque de la historia reciente para neutralizar otros retoques que circulan actualmente como moneda legal. Donde puede y debe haber lugar a cambios sería en el plano teórico, por ejemplo, en la doctrina de la seguridad nacional. Si algún vestigio queda de esa vieja doctrina debería ser eliminado absoluta y radicalmente. Lo mismo en lo que haya –si todavía hay- contenido teórico para justificar intervenciones militares en las tareas de gobierno, es decir, en la política. Respecto a las violaciones de los derechos humanos no puede haber ninguna discusión. Absolutamente: son inaceptables en cualquier circunstancia y punto. Las generaciones actuales de las Fuerzas Armadas no aceptan ni la práctica ni ninguna justificación teórica. En cuanto a la sospecha de mucha gente de que haya retención de información respecto a los desparecidos, tengo la impresión (es una opinión personal) que los que pudieran saber algo por razón de contemporaneidad están encerrados en la cárcel de Domingo Arenas y, por lo que se ve, no tienen disposición de hablar. Y aceptar una extracción por la fuerza sería usar los mismos métodos que se declaran inaceptables. Habrá que seguir excavando sin culpar a nadie por la falta de resultados. Prolongando un poco más las reflexiones sobre este asunto creo que una de las contribuciones más consistentes que podríamos hacer quienes como yo o Caetano fuimos invitados a exponer ante la oficialidad sería proponernos el desmonte de narrativas visiblemente malintencionadas. Me explico y pongo un ejemplo. Hay quienes, tanto desde el ámbito político como desde el académico, han importado desde la Argentina la teoría de los dos demonios; pero han hecho ese traslado con el objetivo de negarla, de refutarla, y dejar así el campo libre para que se instale sin tropiezos la teoría de un solo demonio: las fuerzas armadas. De ese modo consiguen pintar un panorama o un escenario en el que no aparece ningún movimiento armado, entrenado militarmente, organizado en columnas y adoctrinado políticamente para levantarse en armas contra un gobierno legítimamente elegido, derribarlo y sustituirlo por otro. En este relato así preparado las fuerzas armadas, al servicio de la oligarquía, habrían reprimido y atacado con armas de guerra a una población inerme, desarmada y que protestaba pacíficamente. Han escamoteado y hecho desaparecer al otro demonio: lo transformaron en víctimas (y les otorgaron indemnizaciones). Haríamos bien -Caetano, yo y quienes se dispongan- en desenmascarar a quienes trabajan por hacer de la historia canalla la historia oficial. No sería una tarea en el ámbito de la revisión y reforma de los planes de estudio militares, pero sí en el ámbito de denunciar la adulteración de la historia en aras de la política.

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