La gran bajante / Jose Facello

Esa tarde, el sereno Pepe Botazo y quién esto dice, después de comer bagres fritos y mandioca, dormitamos sobre la cubierta de la barcaza RP-133 por un tiempo indefinido, tiempo que rozaba los misterios eternos que perduran en un río como el Paraná. La gran bajante, era uno de ellos. Hacía dos semanas que había emprendido la caminata, al reencuentro del lugar donde nací, la estancia Cuatro Ombúes y el rancho donde vivíamos. ¿Qué podía encontrar al llegar cómo para no poder siquiera imaginarlo? ¿Otro misterio del río? O sencillamente rezongar por mi cansancio, la desmemoria, y el desconcierto propio de un anciano con la mirada perdida frente a lo irreconocible. Qué esconde la gran bajante, como para reducirlo a que no llueve en el Mato Grosso. Sin respetar la reacción elemental del río, frente a los incendios salvajes, o los embalses que pretenden amansarlo, domesticarlo, pretender engañarlo como a los trabajadores sin tierra, sino reducirlo como a los indios en las misiones. El río habla a su modo y persistí con la idea, al recordar a las viudas y aquella mano crispada sobresaliendo del arenal, un último vestigio de otro pescador desaparecido. A veces me da por sospechar que en sus correrías, los ríos se burlan al pasar frente a las milenarias pirámides, o silenciosos deslizarse por los suburbios de las ciudades, otro tanto, como inundar de bramidos las callejuelas de las ciudades medievales. ¡Ja! Imagino que si pudieran, los ríos reirían derramando lágrimas cuando se avecina otra cumbre sobre el cambio climático… se burlarían de esos tipos que hacen cálculos y proyectan metas para los próximos treinta años, cincuenta años. Mientras los ríos por no decir los océanos, las selvas y montañas, son capaces de rumiar por millones de años. La joven especie humana, persistente por sobrevivir, lleva ya miles de años recorridos. Y estos tipos, como dice el marinero de tanto escuchar a Pirita Fader, el arqueólogo de naufragios, ¿quieren soluciones urgentes a un mal que alimentaron con la revolución industrial hace trescientos años y más de cincuenta a partir de la revolución verde? Armé un cigarrillo y convidé a Pepe mientras ataba las carnadas a los anzuelos del espinel. Atardecía y lo acompañé en un esquife a extender la línea. Rodeamos el casco hundido de un pesquero de media altura y nos adentramos en las aguas unos cincuenta metros, hasta donde sobresalía un mástil al que Pepe ató una punta del espinel. El marinero remó otro tanto y fondeó un fierro atado a la otra punta. Una vieja boya de latón y una banderita blanca señalizaban la línea de flote en medio de las aguas oscuras del río. De vuelta a la barcaza, Pepe sostuvo que se conversa mejor con la fresca de la noche. Esta vez yo encendí el fogón y puse la pava a calentar. Mi compañero echó mano al tabaco y armó, después lo escuché decir. Don Alejo, ayer le mostré algunas cosas del cementerio, que como todo en esta vida encierra algún secreto. La torreta que vimos ayer, parecida al caparazón de la tortuga del Paraná, es parte del submarino inglés “HMS Urge”, y que según cuenta Pirita Fader, guarda secretos militares y costumbres de época en los compartimientos inundados; interpretaciones envueltas en el misterio, como se desprende de la lectura de los diarios viejos, los hallazgos en los fondos del mar o de los registros navieros. Y el respeto y recordatorio íntimo por los tripulantes muertos. El sereno, con la parsimonia del quien le ha ganado al tiempo, sorbió el brebaje amargo. Con respecto a cuál fue la causa del hundimiento del submarino en 1942, unos dicen que fue obra de un biplano italiano Fiat CR.42 en aguas del Mediterráneo, cerca de la base inglesa de Valeta en la isla de Malta. La otra versión en cambio, dijo Pepe Botazo, lo atribuye a una de las minas flotantes que infectaban las aguas, por obra de la marina de guerra alemana. Pero no vaya a creer que ahí queda la cosa, dijo al alcanzarme el mate. Hace poco y según cuenta Pirita, un submarinista belga se adjudicó el descubrimiento del HMS Urge, en 2015, frente a la costa de Libia. Pero pronto, en 2019, un equipo de la universidad de Malta se atribuye el hallazgo del submarino, en aguas cercanas a la isla. Como ve don Alejo, amén de los misterios alguien miente en asuntos que están plagados de lo sagrado tanto como de oportunismo, o el afán de lucrar a como dé lugar. ¿Pero cómo llegó el submarino inglés del Mediterráneo africano al río Paraná?, dije ya preso de la impaciencia. Le cuento dijo el marinero, mientras pitaba profundo hasta quemarse los dedos. Según aseguran, aquella vez la armada británica dio al submarino por hundido y como se acostumbra, el fin de la historia. Pero un náufrago alemán que terminó sus días en una cárcel de Túnez, sostenía que un incendio los llevó a emerger y en aquella noche tormentosa, nada supo del capitán y los pocos tripulantes sobrevivientes a la catástrofe. Una leyenda marinera cuenta que el HMS Urge estuvo a la deriva durante décadas. El submarino fantasma que afirman haber visto muchos fareros y pescadores en alta mar, pero nunca tomados en serio, a unos por supersticiosos y otros por adictos a la cocaína. El marinero encendió otro cigarrillo y habló con la vista nublada… Pero usted don Alejo, habrá escuchado historias de los Mares del Sur, de las tragedias que rayaban con la locura, o los relatos salvajes de caníbales y monstruos feroces. La fatalidad, acompañante de los viejos balleneros que zarpaban de Nantucket o de los puertos nórdicos, abonaron a la continuidad de las leyendas negras iniciada por los fenicios o vaya a saber qué mareante. No dé más vueltas, insistí, y dígame cómo el submarino inglés llegó hasta aquí. Pepe miró hacia el meandro y las islas, tan ennegrecidas como el río y el cielo mismo, con cierta inquietud por el significado maligno que portan las tinieblas. A esa hora, disputada por las luces de los incendios y las correntadas de humo anaranjado. Sospechaba, pero nada dijo el marinero, que era demasiado tarde y grande el mal que nos aquejaba… aún para las miradas más optimistas. Qué no le preguntaran el por qué… Escupiría la respuesta: por imbéciles. Voy a su pregunta, don Alejo. Una compañía ítalo-árabe, líder en negocios globales, sean inversiones en el mundo deportivo, en lujosos casinos o en el tráfico de jugadores. En edificaciones fantásticas que ni en las Mil y una noches; para al fin, entre otras apuestas financieras, comprar el submarino HMS Urge a precio de chatarra y fondearlo en nuestro cementerio de barcos. Se rumorea en el pueblo, que son los dueños de todo lo que vemos alrededor, aunque ellos se presentan como otro misterio del gran río. Como tales forasteros, desconocidos, sin apelativo, encubiertos en las sociedades anónimas, secretas, intocables… Salvo cuando los tipos sacrifican la dama o una torre, dije fermentando mi escepticismo, al recordar los desafíos del ajedrez y de otros juegos indomables del lejano oriente. Esas empresas, prosiguió el sereno del cementerio, no tienen límites y ya prometen importantes inversiones en un recurso tan valioso como la chatarra naval. El gobierno de la provincia, entusiasmado por fomentar el progreso y bienestar en estas márgenes, propuso a los ítalo-árabes, aplicar cero impuestos más una franquicia por cien años… Según la radio, los beneficios están en el aire, se huelen. Pampa Soja es el bróker que ha despertado grandes expectativas en la internet, sino me cree, pregunte por el valor de una cuadra de campo en el departamento y después me cuenta. La clave del negocio, el futuro, es copiar al cementerio de Chittagong, en Bangladesh. Pirita Fader desconfía y denuncia otra mascarada internacional de los contrabandistas de naufragios y profanadores de tumbas. Rarezas de los arqueólogos… usted me entiende. ¿Para eso trajeron toda esta chatarra?, pregunté con la incredulidad a flor de piel. Efectivamente don Alejo, dicen que para limpiar el planeta… Entre la negritud de la noche y la humareda, asomaba la luna, como el ojo de un cíclope expectante a los caprichos del gran río o perturbando el sueño de los orilleros. Mientras, Pepe y quien esto dice, pobres humanos al fin, recorrimos el espinel bajo el mal presagio de la luna llena y las advertencias del Paraná.

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